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Desigualdad laboral La cara oculta de un empleo en Inditex

Los trabajadores de la compañía de Amancio Ortega denuncian la desigualdad de sus condiciones laborales, los bajos salarios y la precariedad que sufren muchas empleadas.

Imagen de un establecimiento de Zara, una de las marcas del grupo Inditex. /REUTERS

JUAN OLIVER

El grupo Inditex aceptó la semana pasada extender al personal de sus tiendas en las provincias de Lugo y Ourense las mejoras salariales que habían obtenido las trabajadoras de las tiendas Bershka en Pontevedra tras nueve jornadas de huelga.

En buena parte gracias a ellas, sus compañeros y compañeras de esa marca en esas provincias y también de Zara, Massimo Dutti, Pull&Bear, Stradivarius y Lefties, el resto de firmas textiles del grupo propiedad de Amancio Ortega presidido por Pablo Isla, se beneficiarán de una subida lineal de 80 euros mensuales y de otra de 40 proporcional a las horas que trabajen.

“Si sacáramos fotos de los almacenes de algunos comercios, no ofrecerían una imagen muy distinta a la de un taller clandestino en Bangladesh”

Los trabajadores de Inditex consideran el acuerdo “una conquista”, porque no suele ser habitual que Inditex regale subidas de sueldo como esa. De hecho, su política laboral se basa en buena parte en mantener condiciones salariales y laborales completamente distintas. Aunque los trabajadores realicen el mismo trabajo en tiendas de distintas marcas pero la misma ciudad. O en comercios de la misma marca, pero ubicados en distintas provincias del mismo país.

No tener un convenio que obligue a tener condiciones homogéneas acaba redundando en una desigualdad muy elevada dentro del grupo, y conduce también a que muchos empleados, y sobre todo empleadas, acaben trabajando en precario.

“Las condiciones laborales de algunos trabajadores y trabajadoras, son lamentables. Tenemos gente trabajando 8, 12, 14 horas a la semana, con sueldos que no permiten llegar a fin de mes. Y eso en la empresa de uno de los hombre más ricos del mundo”, afirma Carmiña Naveiro. Está empleada desde hace años en una tienda de Zara en A Coruña, donde Amancio Ortega fundó su multinacional, es miembro del Comité de Empresa de esa marca y secretaria de Acción Sindical de la federación de Servicios de la Confederacion Internsindical Galega (CIG).

Una de las prendas de Zara

Prendas de ropa de una de las tiendas del grupo Inditex. /REUTERS

Naveiro explica que las diferencias salariales no tienen demasiada justificación. Una dependienta base de una tienda de Zara en A Coruña puede ganar unos 940 euros brutos mensuales, cuando en Madrid “no pasan de ochocientos y pico”. “En Galicia hay mejoras, pero es que aquí hay más lucha sindical”, subraya.

Público ha tratado sin éxito de contactar con Inditex para obtener la versión de la compañía, que sin embargo sí presume de buenas condiciones de trabajo. “Estamos muy comprometidos la calidad del empleo”, destaca en su página web, donde también afirma: “Nos preocupamos por las condiciones y oportunidades de desarrollo de todas nuestras personas. Como muestra de la estabilidad en este ámbito, el 80% de nuestros profesionales tienen un contrato indefinido”.

 “A algunas empleadas han llegado a preguntarles si no tienen quién pueda encargarse de los niños”

Según los trabajadores, en cambio, tener un contrato indefinido no es garantía de salvaguardia contra la precariedad, sobre todo en el caso de los dependientes de tienda, que en su mayoría tienen jornadas a tiempo parcial con salarios proporcionales a las horas que trabajan.

Inditex también asegura que asume “la seguridad y la salud laboral como una parte esencial” de su modelo de gestión. Pero los sindicatos discrepan. Según la representante de la CIG, la empresa incumple en muchas tiendas la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. “Si sacáramos fotos de los almacenes de algunos comercios, no ofrecerían una imagen muy distinta a la de un taller clandestino en Bangladesh”, apunta.

Y añade que las denuncias ante la inspección de trabajo por esos incumplimientos son una constante “semana tras semana” en las boutiques de algunas marcas.

Operarios trabajando en una de las tiendas de Zara en el centro de Madrid. /REUTERS

Operarios trabajando en una de las tiendas de Zara en el centro de Madrid. /REUTERS

En cuanto a la desigualdad de género, Naveiro también declara que, aunque las mujeres son una gran mayoría en la sociedad de Ortega –el 76% según la propia empresa-, padecen una severa discriminación, en especial cuando son madres y tienen que compaginar su trabajo con el cuidado de sus hijos. Porque los horarios “son infernales”, se concretan casi de día en día y sin una regularidad mínima que garantice saber que trabajas de mañana, de tarde o en jornada partida.

“A algunas empleadas han llegado a preguntarles si no tienen quién pueda encargarse de los niños”, narra la sindicalista, que recuerda que la CIG ha denunciado a Bershka por no concretar el horario de una madre trabajadora que pidió la reducción de jornada para atender a sus dos hijas, en un caso aún pendiente de resolución judicial. La empresa aceptó la reducción, como es su obligación legal, pero se negó a decirle cuál era su horario concreto de trabajo.

Inditex, que tiene repartidas por el mundo más de 7.000 tiendas y más 162.000 empleados de cien nacionalidades distintas, y que el año pasado obtuvo 3.157 millones de euros de beneficios, afirma sin embargo su compromiso “con la promoción de la igualdad de género”. “Además, trabajamos en pos de políticas que favorecen la maternidad y la lactancia materna”, añade el decálogo de la compañía.

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