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El 'dios' Rajoy bajó a los infiernos

El líder del PP ha pasado de ser venerado por el locutor de la Cope a sufrir el acoso y derribo cada mañana

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“Rajoy es más líder de media España”. Federico Jiménez Losantos, una vez, y en un tiempo no muy lejano, abrillantó su máster de hagiografía marianista. Enterró someramente al Rajoy maricomplejines y acaudilló la causa del líder con una fe prodigiosa.

Eran otros tiempos. Los que precedieron a las elecciones. He aquí un ejemplo, extraído de su blog el 4 de marzo, unas horas después del segundo debate entre el jefe del Ejecutivo y el presidente del PP. “Mariano Rajoy le ha ganado a Zapatero [...]. Pese a la parcialidad arbitral, Rajoy ha salido del par de debates mucho más líder de lo que entró. En el PP, sin ninguna duda”.

El locutor de la Cope lució un balance “muy positivo” de la campaña de Rajoy –“Yo hubiera votado al PP de todas formas”, aclaró–, pese a que durante la legislatura se comportó “de forma a veces torpona y patizamba”, como “policía desgalichado” de Zapatero.

El 9-M cambió todo. Lentamente. No hubo “resultado rajoyesco”, como el locutor predijo. Pero “tampoco se cierra el horizonte” al PP, que ha obtenido una “derrota honrosa”, defendía Losantos el 10 de marzo. Animaba incluso a los liberales frente a los “serviles”, porque “se ha perdido una batalla importantísima, pero aún se puede dar mucha guerra”.

El 12 de marzo, el periodista subió un escalón. No se atrevió a pedir aún la “dimisión” del líder, aunque ya dudó de su valía: “Es legítimo cuestionarse si Rajoy tiene el ánimo o el vigor necesarios para hacer cuatro años de oposición a cara de perro contra ZP”. Su apuesta, avisó, eran las primarias.

Pronto empezó el acoso duro. Llamó “inconsútil” a Rajoy, le situó con “Gallabrián” y “Cebriandón” –es decir, vendido a Prisa y al alcalde de Madrid–, criticó las “concesiones perezosas” a Francisco Camps y Javier Arenas y un 26 de marzo abogó a las claras por Esperanza Aguirre porque “sólo” ella “se ha opuesto con los hechos a la disgregación de España”.

Habló también del “suicidio intelectual de la derecha española” y fustigó sin piedad –ya estamos en abril– a Soraya Sáenz de Santamaría en cuanto fue elegida número tres del PP. Para Losantos, no era más que una “maestrita rural”, una “enfermera”, una muestra del viraje a un PP “anélido, invertebrado, simpaticón, aniñado y buenecito”. La derecha caminaba hacia una “crisis” grave –“y no la he creado yo, ni siquiera Pedro Jota y yo”, chistó– en la que los “principios” quedan arrinconados.

El 8 de abril, Losantos aligeró la severa reprobación a Rajoy. Era la primera jornada del debate de investidura de Zapatero. El líder “salvó los muebles”, estuvo “aseado pero sin mordiente”. Y ya está, porque no sacó a relucir la negociación con ETA, el “trueque” de Navarra o el Estatut de Catalunya.

Fue su única y diminuta concesión. A los dos días, censuró el “buenismo” del líder, su “sorayamen”. Y le aguijoneó con una dolorosa frase: “Rajoy acusó a Zapatero de traicionar a los muertos por sus apaños con ETA. Pero hay quien traiciona a los muertos de tanto traicionar a los vivos”. Además, le advirtió que su cheque se había acabado: de “lealtad inquebrantable” al PP, nada.

Losantos reproduce en cada uno de sus post y en las columnas de El Mundo su obsesión por los nuevos timoneles del partido (Sáenz de Santamaría, Pedro Arriola, José María Lassalle, Gallardón...), al tiempo que llora por la marcha de los “ninguneados” por el “maricomplejismo mariacomodado” de “Marianini”: Zaplana, Acebes, San Gil, Ortega Lara... Ése no es su PP: “Nunca pensé que Rajoy pudiera comportarse tan aviesamente y debo pedir públicamente disculpas a todos aquellos a los que influí o convencí para que lo votaran [...]. Yo fui [...] engañado”, afirma rotundo el 20 de abril. El desafecto es total.

El locutor de la Cope ha quemado velas con las “ratas de Génova”. Rajoy ha traicionado a sus votantes, ha enviado “a su famiglia a depositar en el anillo zetapeico el ósculo de la sumisión”. Ha olvidado, en fin, “España y la libertad”, los dos motores liberales. Que arree, dice, con su “Ex-paña”.

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