El miércoles a mediodía, Sandra (nombre ficticio) llamó a la empresa en la que trabaja y dijo que estaba enferma. Agarró el peto de voluntaria y viajó a Madrid para dar apoyo psicológico a las víctimas del accidente. “No lo pensé dos veces. Escuché la noticia y sentí que mi sitio estaba allí. Sólo espero que no se entere mi jefe”, relató ayer esta vasca de 47 años, con más de 20 años de experiencia en atención psicológica a víctimas de accidentes y atentados.

El primer gran suceso en el que trabajó fue el suceso aéreo del monte Oitz de Bilbao, en 1985, donde murieron 148 personas. 23 años después, el miércoles revivió la pesadilla y advierte que lo peor está por llegar: “Ahora muchos familiares están en la fase de negación. Uno me ha dicho esta mañana [ayer] que su hijo podría haber caído por un agujero y estar todavía vivo. Lo más duro llegará dentro de dos o tres días, cuando asuma que no es así”. Pero los familiares no serán los únicos. “Para mí también serán los peores días, cuando empiece a darme vueltas la cabeza”, asegura.

Con varios atentados de ETA en sus retinas, Sandra asegura que el accidente del miércoles fue el acontecimiento que más le ha marcado. “No lo recordaba tan duro. Además, en el de 1985 no nos acercamos tanto a los cadáveres”.

La coordinación informativa de la compañía aérea es la diana contra la que dispara sus críticas. “Es indignante la falta de información que han tenido los afectados. Todos nos han llegado con las mismas dudas. Los mismos miedos y las mismas incertidumbres”.