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ETA maniobró sin éxito para modificar el Acuerdo de Gernika

La banda pretendía suprimir dos artículos referidos al sometimiento a la ley por parte de sus presos. Perdió su última batalla con Batasuna al ceder el control de las prisiones

 

PEDRO ÁGUEDA

La adhesión de los presos de ETA al Acuerdo de Gernika rubrica la toma de control de ese colectivo por parte de la antigua Batasuna y la derrota definitiva de la banda en la pugna por tutelar a la izquierda abertzale. Pero, para llegar al comunicado del colectivo de presos (EPPK) de hace dos semanas, se libró una última batalla en la que ETA se revolvió hasta el final. En el mes de febrero, la banda envió un mensaje a sus generales encarcelados para aclarar que, a pesar del camino emprendido por Batasuna y de la tregua, la estrategia 'político-militar' seguía vigente. Casi de forma simultánea, el EPPK, aún bajo control de ETA, se dirigió por carta a los firmantes del Acuerdo de Gernika con la intención de que suprimieran los puntos referentes al sometimiento de los reclusos a la ley.

Esos dos movimientos de la banda fueron la respuesta a la orden de Arnaldo Otegi para que el Acuerdo de Gernika se pusiera en contacto con los portavoces del EPPK, un mensaje lanzado por el líder de la izquierda abertzale a través de Gara en enero. Según fuentes conocedoras de la carta del EPPK, esta exigía a la izquierda abertzale, Aralar, EA y Alter-natiba que hicieran campaña contra la legislación penitenciaria y que trabajaran porque se les reconociera como presos 'políticos'. La amnistía se presentaba así como la consecuencia inevitable para cualquier recluso que disfrute de ese estatus. Pero ETA fracasó y el Acuerdo de Gernika no fue modificado en una sola coma.

La banda pretendía que se reconociera a sus reclusos un estatus político

Su estrategia de presión sirvió, sin embargo, para que Batasuna se opusiera a acoger formalmente a los presos de la denominada vía Nanclares en el Acuerdo de Gernika, como habían solicitado estos a través de destacados miembros de EA y Aralar. Esta treintena de reclusos se han sometido a los principios de reinserción que marca la ley y ya gozan de permisos penitenciarios o de trabajo fuera de la cárcel. Los dirigentes de Batasuna, en su empeño por evitar escisiones, pretendían que la voz autorizada de ETA en las cárceles, el EPPK, firmara el Acuerdo y temían que acoger en él a los presos de Nanclares tensara la cuerda hasta romperla.

Tales fueron las precauciones que, en lugar de viajar por las cárceles explicando a los presos el Acuerdo de Gernika, como propusieron los reclusos de Nanclares, sus firmantes acudieron a Instituciones Penitenciarias para solicitar una entrevista con los portavoces del EPPK, como había propuesto Arnaldo Otegi. Prisiones la rechazó, porque equivaldría a reconocer a los etarras como interlocutores. En junio, Otegi, en otra entrevista a Gara, señalaba el siguiente paso: el EPPK debía sumarse al Acuerdo de Gernika.

Envió un mensaje a sus generales' en prisión defendiendo la línea violenta

La tarde del viernes 23 de septiembre, los presos de la vía Nanclares hacían público un comunicado abogando por las salidas individuales para los presos, previo sometimiento a la legalidad y petición de perdón. Como reacción, el diario de la izquierda abertza-le adelantaba un extracto del comunicado del EPPK sumándose al Acuerdo de Gernika, que no estaba previsto emitir hasta el acto de celebración del primer aniversario de su firma, dos días después. En ese comunicado, se arremetía contra la legislación penitenciaria y se exigía la amnistía.

La banda tiene más de 700 miembros en prisión, un centenar de refugiados en Latinoamérica y apenas 60 militantes escondidos en Francia. El objetivo de Otegi y los suyos era incorporar al colectivo mayoritario, el de los presos, al Acuerdo de Gernika y a su apuesta por las vías exclusivamente políticas, dejando así sin margen de maniobra a la dirección de ETA.

La apuesta final por las vías democráticas deja a la banda sin margen de maniobra

Para el Gobierno, la adhesión parcial al texto de Gernika no es una rémora, sino una oportunidad que Batasuna quiere explotar. Si los reclusos dejaran ETA e iniciaran la reinserción, se convertirían en presos comunes y Batasuna perdería un instrumento de presión y negociación con el Estado, según fuentes del Ejecutivo.

La gestión de la salida de los presos y el desarme de ETA son, siguiendo este mismo análisis, las dos patas en las que se quiere apoyar la izquierda abertzale para presentarse como artífice de la paz en Euskadi y arrebatar la hegemonía nacionalista al PNV.

En cualquier caso, la adhesión del EPPK al Acuerdo de Gernika no es el resultado de una suerte de asamblea entre los presos de ETA, explican fuentes penitenciarias. El colectivo ha sido tradicionalmente el órgano de la banda en las cárceles y sus comunicados los ha escrito la dirección etarra. El del 23 de septiembre supone la cesión de la banda a las pretensiones de Batasuna, consciente de que el 90% de los reclusos rechaza ya continuar con la 'lucha armada'.

Una semana después del comunicado de los presos, ETA anunciaba la disolución de Ekin, la estructura con la que había controlado en los últimos 12 años al resto de organizaciones de la izquierda abertzale. Aunque inoperante desde hacía meses por el rechazo de las bases a sus consignas y los golpes policiales, el anuncio de Ekin hacía público que ETA cedía a Batasuna la gestión de su final.

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