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Fabra choca con la vieja guardia de Camps para hacerse con el control del PP

Voces en el partido reprochan al president su debilidad y que mantenga en el Gobierno al equipo anterior

BELÉN TOLEDO

El pasado viernes, la alcaldesa de Valencia interrumpía la calma de las filas conservadoras cuando avanzó que estaba dando una vuelta a la posibilidad de integrar las listas al Congreso por su ciudad el 20-N. Y cuando aseguró que en ocasiones echaba en falta el 'cariño' de Mariano Rajoy. Las palabras de Rita Barberá trataban de llamar la atención del líder del PP sobre la complicada situación en la que ha quedado el partido en el País Valencià tras la dimisión de Francisco Camps el pasado 20 de julio.

Su marcha supuso un alivio para el partido después de dos años en los que el debate público se había centrado sólo en las maniobras jurídicas del mandatario para salvarse del banquillo. Pero, al mismo tiempo, la dimisión supuso un 'cataclismo' para la formación, en palabras de algunos de sus dirigentes, que ha quedado descabezada.

Fabra no ha mostrado aún los contratos de Gürtel' a pesar de su promesa

El escenario que se dibuja en el PP después de la marcha de Camps es el de un partido con un liderazgo el del nuevo presidente Alberto Fabra todavía muy débil, ya que ha sido prácticamente impuesto por Madrid. En este contexto, todas las corrientes internas de la formación están buscando asegurarse la mayor influencia posible en el nuevo dirigente. Mientras, el president está inmerso en la difícil tarea de distanciarse de la deteriorada imagen de su antecesor, sin por ello herir las sensibilidades ni ganarse la animadversión y las correspondientes conspiraciones de los dirigentes más cercanos al expresidente.

Es por ello que usa un lenguaje radicalmente diferente al de Camps y que ha hecho promesas impensables hace dos meses, como mostrar los contratos públicos bajo sospecha de corrupción y buscar el consenso con la oposición. También se ha comprometido a recibir a las víctimas del accidente de metro de 2006 en Valencia, que Camps nunca quiso atender y por ello han terminado convirtiéndose en un símbolo del autoritarismo con el que el PP ha gobernado en los últimos años el País Valencià.

Sostiene que Camps participará en la campaña 'como cualquier afiliado'

Pero, tal y como le reprocha la oposición, las semanas pasan y Fabra no materializa ninguno de sus anuncios, cuyo cumplimiento supondría la verdadera muestra de que el nuevo líder está dispuesto a pasar página. El presidente tampoco ha tomado medida alguna contra los diez imputados por corrupción que cobija en su grupo parlamentario. Además, voces internas de su propio partido le reprochan que siga rodeado del mismo Gobierno que Camps nombró semanas antes de dimitir. Y le acusan, además, de debilidad ante su antecesor.

El mayor ejemplo de esta condescendencia hacia Camps se vivió el pasado 2 de septiembre en Benicàssim (Castelló), en la cena con militantes con la que el PP inauguró el curso político. Estaba previsto que el protagonista fuera Alberto Fabra, que se presentaría por primera vez en un gran acto de partido. Pero, sin que estuviera previsto, Camps apareció en la cena después de avisar sólo con unas horas de antelación e incluso dirigió unas palabras a los militantes desde el escenario. El resultado fue que el expresidente copó los titulares del día siguiente.

En este contexto, las palabras de Rita Barberá bien podrían suponer una llamada de socorro hacia el presidente nacional del partido.

Temor a una guerra similar a la desatada entre campistas y zaplanistas

El PP valenciano está sumido en una guerra de guerrillas, y, además, hay graves escándalos de corrupción relacionados con el caso Gürtel y el caso Brugal, cuyo recorrido judicial no ha hecho más que comenzar y que pueden seguir afectando a importantes líderes que permanecen imputados.

Puede que la situación actual esté recordando a la alcaldesa de Valencia los años previos a su victoria electoral en 1991, tiempos en los que su partido chapoteaba en las disputas internas propias de la oposición. O, sin ir tan lejos, puede que esté pensando en la grieta que se abrió en el partido a principios de la pasada década, cuando Camps, recién llegado al poder, se enzarzó en una guerra contra los partidarios de su antecesor, Eduardo Zaplana, que todavía hoy sigue coleando en la provincia de Alicante.

'Camps tendrá las puertas abiertas'. De esta manera se expresó ayer Alberto Fabra a la posible participación de su predecesor en la campaña del 20-N. 'Es razonable que cualquier afiliado, también Camps dada su experiencia, pueda ser útil', subrayó en rueda de prensa. Así, el actual president se sumó a la opinión de Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, quien aseguró este domingo en una entrevista a Servimedia que está 'completamente seguro' de que Camps tendrá 'algún tipo de presencia en la campaña'.

Respecto a la polémica con Barberá, el president, reconoció que se han vivido años 'complicados' y que el objetivo 'ahora' es la búsqueda de 'normalidad', informa Sergi Tarín.

Finalmente, Fabra saltó de la Gürtel al caso Brugal al referirse al nombramiento de José Joaquín Ripoll (expresidente de la Diputación de Alicante e imputado por corrupción en el Brugal) como presidente del puerto de Alicante. Según el jefe del Consell, la situación judicial de Ripoll 'no es relevante' y, además, se trata de una persona 'preparada y capacitada' para esta responsabilidad.

'Si la Justicia dijera otra cosa, se actuaría como hemos hecho en otras circunstancias', añadió antes de augurar que, como presidente del puerto alicantino, Ripoll 'lo hará con la misma responsabilidad que lo ha hecho en el resto de puestos que ha ocupado en la Administración'.

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