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Las familias del PP de Catalunya buscan cómo salir del laberinto

DAVID MIRÓ

Aleix (o Alejo) Vidal-Quadras, Alberto Fernández Díaz, Josep Piqué y Daniel Sirera. En los últimos 17 años estos han sido los nombres de los presidentes del PP de Catalunya. Ninguno de ellos ocupó el cargo dos legislaturas completas. Vidal Quadras lo hizo entre 1991 y 1996, Fernández Díaz entre 1996 y 2002, Piqué entre 2002 y 2007. Daniel Sirera, que fue designado a dedo por Génova después de la renuncia de Piqué, aspira a consolidar su liderazgo en el congreso que el partido celebrará en julio. No lo tendrá fácil. Años de bandazos ideológicos y de líderes de quita y pon, han convertido al PP catalán en un avispero. O, mejor, en un laberinto.

Hay tres sectores identificados. El sector fernandista, vinculado a los hermanos Jorge y Alberto Fernández Díaz, de un conservadurismo católico modulable. Luego el sector vidalquadrista encuadra a los españolistas más radicales. Y finalmente el piquerismo, representado por Montserrat Nebrera, que apuesta por un liberalismo catalanista. ¿Y dónde está Sirera? Pues Sirera es el hombre de la dirección del PP, y eso que antes hubiera sido motivo suficiente, después del 9-M ya no lo es.

“Es la historia de siempre. En 30 años nunca nos han dejado consolidar liderazgos y nunca han tenido interés por conocer Catalunya”, afirma un dirigente histórico del PPC. En opinión de un diputado piquerista, es decir, afín a Josep Piqué, el problema es que “en el PPC, como no tocamos casi poder la gente dedica sus energías a un quítame allá esas pajas”.

El PP es un partido marginal en Catalunya, y no por sus porcentajes de voto, que oscilan entre el 10% y el 20%, sino porque ese apoyo no se traduce en ningún poder institucional, apenas cinco alcaldías de pequeños pueblos. Por poner una comparación, Esquerra tiene cerca de 183 alcaldes.

¿Cómo es posible que un partido que gobierna en media España  sea casi irrelevante en Catalunya? La respuesta es sencilla. Con el centroderecha ocupado por CiU, el PP sólo tiene el espacio de la derecha españolista. Sólo con Piqué pareció que podían salir del rincón. Pero la derrota del 14-M y la campaña contra el Estatut devolvieron a los populares catalanes a las tinieblas.

“El pecado del PP catalán es que el candidato lo pone Génova”. Así de contundente se expresaba ayer Montserrat Nebrera. Por raro que parezca, este diagnóstico lo comparten a día de hoy todos los sectores del partido. “Lo que hay que hacer es una apuesta a largo plazo, dar las riendas a una persona con diez años por delante”, afirma el diputado próximo a Piqué. El PP catalán tuvo su mejor resultado en unas autonómicas con Vidal-Quadras en 1995, con 421.000 votos y 17 diputados. El problema es que el partido manejaba encuestas que le decían que con esa línea había un 80% de catalanes que jamás les votaría. Precisamente, el españolista Vidal-Quadras fue la primera víctima del Pacto del Majestic entre el PP y CiU en 1996. Su sucesor, Alberto Fernández Díaz, tenía el encargo de Madrid de facilitar la gobernación de CiU. Tuvo que tragar mucho, incluso el desprecio público de Pujol, pero lo hizo.

Josep Piqué se hizo cargo del PP catalán en 2002. Era el momento más dulce de Aznar y la bolsa de votos de la UCD, unos 300.000, que en 1980 se decantaron por Pujol para no volver jamás parecían al alcance de la mano. “El maldito debate del Estatut también se llevó muchas cosas por delante, comenzando por el propio Maragall”, afirma el diputado que vivió en carne propia los esfuerzos baldíos de Piqué por no quedarse fuera del consenso estatutario.

Los dos dirigentes coinciden en que Sirera está demasiado identificado con Acebes y Zaplana. Los piqueristas apuestan por un pacto con el sector fernandista para descabalgar a Sirera. Los vidalqualdristas más allá de descalificar a Nebrera no se quieren mojar. “Gane quien gane el partido quedará dividido”, resume el ex dirigente popular.  Y todo hace pensar que lleva razón.

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