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Griñán todavía se llama Pepe, no Lorenzo

ANTONIO AVENDAÑO

Las municipales van a ser unas elecciones más sucias de lo normal porque las heridas del Partido Socialista están dejando un visible rastro de sangre cuyo olor ha reavivado los instintos depredadores del Partido Popular, convencido de que una victoria en las locales andaluzas le dejarían libre el camino para conquistar el palacio de San Telmo en las autonómicas del año que viene.

Las municipales son para ir haciendo boca, como el aperitivo de chanquetes y boquerones que se zampa el tiburón antes de lanzarse sobre alguna presa de mayor tamaño y sustancia. La presa grande se llama José Antonio Griñán y Javier Arenas lleva meses relamiéndose los labios ante la perspectiva de que el 22-M le sirva un presidente socialista en su punto, ni crudo ni muy hecho. Arenas ve el 22-M como la parrilla en la que asaron al pobre San Lorenzo, de quien se cuenta que tuvo la cortesía de indicar a sus cocineros que fueran dándole la vuelta porque del lado de la espalda ya estaba en su punto. Sin embargo y mientras no se demuestre lo contrario, Griñán se llama Pepe, no Lorenzo. 

La encuesta del CIS conocida ayer confirma la tendencia al alza de las expectativas populares, aunque el resultado en Sevilla no es tranquilizador para el PP. Será sin duda el partido más votado, pero no lo suficiente como para tener la certeza de superar en concejales a la izquierda. Hay, en cualquier caso, en el sondeo un dato a considerar: aunque la mayoría piensa que va a ganar el PP, mientras un 30% de los encuestados prefiere que gane el PP, un 32% prefiere que lo haga el PSOE.

A datos como ese se agarran los socialistas como a un clavo ardiendo para confiar en la victoria, pero para conseguirla necesitan movilizar a su electorado y para ello, a su vez, necesitan movilizar al partido. Y eso no va a ser fácil, sobre todo porque la candidatura de Juan Espadas no fue fruto de un pacto interno, sino el resultado de la última de las incontables guerras civiles que los socialistas sevillanos han librado consigo mismos desde hace 30 años. Aunque, pese a su apellido, Espadas sea un hombre de paz, toda guerra interna deja heridas que sólo se curan con el bálsamo de la victoria. Por supuesto, si en vez de victoria toca derrota el PSOE de Sevilla se mantendrá fiel a sus tradiciones y desatará una nueva guerra civil cuya onda expansiva podría alcanzar a un Griñán que, entonces sí, empezaría a tener toda la pinta de llamarse Lorenzo.

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