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El hombre que nunca dio un puñetazo en la mesa

ANTONIO AVENDAÑO

En su dilatada aunque más bien plácida trayectoria institucional, Mariano Rajoy sólo se ha puesto hecho una fiera en una ocasión. Fue en 1997, cuando era ministro de Administraciones Públicas. El Gobierno andaluz de Manuel Chaves había decidido dar guerra a propósito del nuevo modelo de financiación autonómica y quien ejecutaba las operaciones de castigo de los ejércitos del sur en territorio enemigo era la consejera de Economía, Magdalena Álvarez. En una cita con Rajoy en el Ministerio la cosa acabó peor que regular. La consejera llegó a pedir la cinta de la reunión, que Rajoy no entregó, aunque sí admitió la acusación de que durante la misma se había estado fumando un buen puro, lo cual había encendido a Magdalena, que se lo tomó como un ataque personal y a traición contra sus inocentes pulmones.

¿Aquel Rajoy fuera de sus casillas era el verdadero Rajoy, un tipo que tendría engañado a todo el mundo con su retranca gallega y su flema británica, que serían sólo una fachada tras la cual permanecería agazapado el demonio de la ira? A los socialistas les gusta pensar que sí, pero no es probable. El dirigente federal Gaspar Zarrías, que también estaba en aquella reunión, dijo sobre el caso: 'Puede dar la impresión de que es una persona predispuesta al diálogo, pero en cuanto no le das la razón es muy intransigente'. De acuerdo, tomamos nota, pero no es nada seguro, en cualquier caso, que Magdalena Álvarez fuera completamente inocente, dado su reconocido talento para cabrear a alguien cuando de verdad se lo propone.

El candidato del PP es tímido, previsible, introvertido, prudente y clasista

Pocos encontrarían verosímil a un Rajoy subiéndose por las paredes. Más bien parece todo lo contrario: que quienes se suben por las paredes son quienes están cerca de él esperando que tome alguna maldita decisión de una maldita vez. Si Unamuno dijo aquello de 'que inventen ellos', Rajoy parece decir 'que decidan ellos'. Aunque sobre eso él se ha defendido bien: 'A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión'. El candidato dice de sí mismo que es un hombre previsible, 'de buena pasta', perfeccionista, algo introvertido, prudente, tímido, contenido. Otros dicen que es muy clasista, lo cual no es raro en un señor de derechas.

Él resume así sus virtudes de hombre tranquilo: 'Nunca he dado un puñetazo encima de la mesa'. Con motivo de la muerte de Pío Cabanillas, Aznar le confesó en privado a un periodista: '¿Hay alguien más galaico que Rajoy?'. Con galaico Aznar querría decir indiferente, ambiguo, disimulado, indeciso, de los que dicen que no diciendo que sí o dicen que sí diciendo que no.

Pero Rajoy tiene la extraña cualidad de irritar más a sus seguidores que a sus adversarios. De hecho, quienes más lo han insultados han sido los suyos. En la izquierda había mucha gente para quien lo suyo con Aznar no era sólo antipatía política, sino que era algo personal. Con Rajoy es difícil que la animadversión sea personal, aunque sí pueda serlo política. Naturalmente, Magdalena Álvarez no estaría de acuerdo con este diagnóstico.

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