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Un hombre religioso y conservador

Dívar simboliza algo de lo que ha pecado el Consejo saliente: el perfil institucional 

Á. V.

Pocos tienen dudas de que Carlos Dívar votará en conciencia. Probablemente por eso la noticia de que es el candidato propuesto por el PSOE para presidir el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial ha sido recibida con palabras de elogio por parte de miembros de todas las sensibilidades de la  judicatura.

Dívar simboliza algo de lo que ha pecado el Consejo saliente: el perfil institucional. Frente al marcado carácter político de su antecesor, Francisco José Hernando, que siempre votó en consonancia con la mayoría conservadora del órgano de Gobierno de los jueces, no se espera lo mismo del actual presidente de la Audiencia Nacional.

Calificado de honesto y 'hombre de consenso' por sus compañeros, su elección causó sorpresa por proceder de los socialistas en vez del PP, ya que pese a no estar afiliado a ninguna asociación judicial, se considera que sus ideas son más próximas a las conservadoras que a las progresistas. De hecho, tiene fuertes convicciones religiosas, que no oculta. Y precisamente por eso, como se espera de él que vote en conciencia y de acuerdo con sus principios, hay expectación ante la posibilidad de que tenga que pronunciarse ante la reforma de la ley del aborto.

Pero Dívar, que llegó a la Audiencia Nacional en 1980, tras ejercer en Durango y San Sebastián, entre otros destinos, es un hombre respetado por sus compañeros. Capaz de rascarse el bolsillo para ayudar a volver a casa a un detenido al que acababa de dejar en libertad, también ha demostrado su valía para evitar o frenar enfrentamientos, como ha tenido oportunidad de poner en práctica con los jueces estrella de la Audiencia Nacional.

Quizá por eso ya logró el milagro de ser elegido en 2001 y reelegido en 2006 como presidente del tribunal especializado en terrorismo con el apoyo de los dos bloques en que se había dividido el Consejo saliente: la mayoría conservadora y la minoría progresista.

El nombramiento de un magistrado procedente de la Audiencia, en vez del propio Tribunal Supremo, como ha sido habitual en los distintos Consejos, se considera un “bálsamo” frente a la  politización vivida por el anterior órgano de Gobierno de los jueces.Sin embargo, para su futura labor Dívar va a tener que hacer uso de toda su diplomacia. El CGPJ que presidirá no cuenta con ningún vocal independiente y hay varios pesos pesados de uno y otro partido.

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