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La larga travesía del voto por correo

Las trabas burocráticas dificultan en muchos casos el sufragio a distancia.

EDUARDO MURIEL

Tres semanas antes de las elecciones, Asela, universitaria alicantina residente en Madrid, se acercó a una oficina de servicio postal para pedir todo lo necesario para votar por correo. Quería 'evitar problemas de última hora'. Sin embargo, a dos días del cierre de plazo, sabe que se quedará sin votar.

La joven aún no ha tenido noticias del cartero que debe entregarle las papeletas en su domicilio. Además, durante los dos últimos días del plazo —16 y 17 de noviembre— tiene que hacer un viaje por motivos laborales. Por cuestión de tiempo, ya es imposible que pueda votar.

Asela no es la única con problemas para depositar su papeleta por correo. Como ella, son muchos los que todavía no han recibido la documentación necesaria.

Sin embargo, desde la Junta Electoral Central (JEC) aseguran que 'no existen incidencias reseñables' y que la tónica es de 'normalidad'. 'Aunque se pida la documentación con antelación, hasta que no se cierran las candidaturas de las diferentes regiones no se pueden enviar las papeletas en todas las circunscripciones', explican.

El 17 de noviembre es la fecha límite para que aquellos residentes en España puedan votar por servicio postal

En todo caso, la JEC envía un mensaje tranquilizador: el día 17 es la fecha límite para que los residentes en España puedan votar por servicio postal. En el caso de los españoles emigrantes el periodo se alarga hasta el 19. 'Hasta el último día se pueden enviar votos, lo que importa es el sello', precisan desde el organismo arbitral.

Las dificultades que se puedan encontrar los votantes vendrían provocadas, según aseguran, por cuestiones de 'seguridad'. 'Desde 1977 el sistema de voto ha ido cambiando mucho para ponerle coto al fraude', especifican. Por otro lado, también puede influir 'la prisa que se den en las oficinas de correos'.

Aunque hay ciudadanos que se puede quedar sin enviar su voto, como admiten desde la Junta Electoral, es posible presentar una reclamación. De todos modos, la pérdida de este voto sería ya irreversible.

Los ciudadanos que lo tienen más difícil a la hora de enviar su voto por correo son aquellos que se encuentran en el extranjero de forma temporal. Éstos no son incluidos dentro del grupo de residentes permanentes —emigrantes— y se enfrentan, además, a una complicada cadena burocrática.

Fátima es una estudiante universitaria de Badajoz que se encuentra en Maastrich (Holanda) con una beca Erasmus. Para ejercer su derecho al voto tuvo que inscribirse en el censo de españoles fuera de España, en el Consulado General en Ámsterdam.

'La capital se encuentra a tres horas de donde resido y el coste del billete son 50 euros', explica. Además, 'sólo podía hacer el trámite de inscripción en horario de oficina, al que, debido a mis estudios, me resultaba imposible acudir'. Así que la joven echó cuentas. 'Hice balance de ingresos y gastos y finalmente opté por no votar', cuenta resignada.

Otra estudiante en situación similar, esta vez en Francia, es África. La historia se repite. La joven tuvo que desplazarse al consulado más cercano para dar el alta consular y solicitar el voto por correo. 'Esto te puede llevar todo un día y además tiene que ser laborable, además del gasto en el transporte, que no es barato', asegura.

Una vez completados los primeros pasos, África debería acercarse de nuevo a una oficina de correos, 'con lo que ya tendría que perder dos días laborables, además de desplazarme a otra ciudad y aguantar colas'. Al final, como otros muchos, ha tirado la toalla. Y se siente frustrada. 'Siento que me han quitado un derecho fundamental, que soy una ciudadana de segunda y, en mi opinión, en la situación actual votar es algo obligado', lamenta.

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