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¿Por qué los líderes políticos no consiguen el aprobado?

Obtienen muy mala nota de los votantes contrarios, algo que no sucedía hace años

JUANMA ROMERO

Ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy llegan siquiera al 4. El presidente del Gobierno tocó su suelo en el barómetro de enero del CIS, un 3,98. Lejos queda el 6,61 que los ciudadanos le impusieron nada más ganar sus primeras elecciones, en abril de 2004. Hoy, seis años después, con una crisis galopante y con unas encuestas desfavorables al PSOE, sigue manteniendo mejor valoración que el líder de la oposición, al que el CIS le otorgó hace un mes un 3,50.

Las puntuaciones obedecen a una cuestión de matemática simple. Según los últimos datos, los votantes del PSOE conceden a Zapatero un 5,89 raso, y los del PP le dan un 1,86, así que el aprobado se antoja muy lejos. A Rajoy le sucede lo mismo: sus electores le dan una nota muy justa, un 5,35, y los socialistas le otorgan un 2,83. Hace no tantos años, los líderes del Gobierno y de la oposición no recibían tan bajas notas del electorado rival. Por ejemplo, en octubre de 2000 los simpatizantes del PSOE asignaban un 4,41 a José María Aznar. Los del PP, a su vez, endosaban un 5,33 a Zapatero, entonces líder de la oposición.

Un dato llama más la atención a los expertos: que Rajoy siga quedando por detrás del jefe del Ejecutivo. “A Zapatero le cae mayor culpa por la crisis, pero lo del presidente del PP es más grave. Una razón es que no controla el partido. Está dividido entre el ala ultraconservadora, que se identifica con Aznar, y el ala moderada, que encarna Rajoy. Le ha afectado la Gürtel, su mala imagen en Catalunya y Euskadi y su falta de carisma. Zapatero tiene más empatía”, justifica Pere-Oriol Costa, catedrático de Comunicación Política de la Autònoma de Barcelona. No obstante, la situación puede voltearse en los próximos meses. Tampoco cambiaría mucho. En los últimos años del PP en el Ejecutivo, Aznar se cruzaba constantemente con Zapatero en valoración ciudadana.

Distinto es que la corrupción se traduzca en las urnas. “Depende de si se mantiene en la agenda política y de cómo se resuelvan los casos. Si la situación mejora y no se toman medidas, sí puede beneficiar al PSOE y castigar al PP”, colige Gema Sánchez Medero, politóloga de la Complutense.

Más allá de la multa electoral, la corrupción sí empeora la percepción general de los políticos. Como explica el sociólogo Ander Gurruchaga, se expande la idea en la calle de que no hay dirigentes “austeros o cuidadosos” y de que “cualquiera vale para la política”.

Juan Díez Nicolás, igual que Sánchez Medero, se remite al devenir histórico para explicar la “mediocridad” de muchos líderes actuales: ninguno tiene el “empaque” de los responsables que armaron la Transición. “Se pasó la luna de miel. Entonces tenían una profesión por la que eran conocidos antes de llegar a la política. Hoy todos han mamado la política desde jóvenes”, recalca el sociólogo de la Complutense. Para Medero, 'no hay comparación posible; son gente preparada, con mucha formación, pero son hombres y mujeres de partido, meros gestores, más que políticos de batalla'.

Otros analistas, como Antoni Gutiérrez-Rubí, piden mucha más prudencia: “Los líderes son fruto de los procesos internos de los partidos, pero no es justo enjuiciarlos como mejores o peores. Los momentos son diferentes”. Costa subraya con ironía que casi es una regla matemática de los estudios de opinión pública creer que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Creerlo, obviamente, no lo hace verdad.

Irene Martín, politóloga de la Universidad Autónoma de Madrid, va un paso más allá. El desafecto de los políticos viene de muy antiguo: “La luna de miel no fue para tanto y pasó pronto. El descrédito comenzó hace tiempo, y si hay picos de rechazo, se deben a la agenda mediática”. Esta politóloga aporta más datos: sólo un 26,1% de los ciudadanos se dice interesado por la política, frente al 48,5% de la media del Viejo Continente, según números de la Encuesta Social Europea recogidos por esta investigadora.

Un parámetro habitual para medir el descrédito hacia los políticos es la confianza. Zapatero y Rajoy suspendieron de forma clamorosa. En el primero no confía el 71,1% de los españoles; en el segundo, el 76,6%, a la luz del barómetro de enero de 2010. Son malas notas, pero hay que relativizarlas, insiste Martín y también la presidenta del CIS, Belén Barreiro. Esos datos, arguyen, deben relacionarse con este otro: la escasa confianza que nos tenemos los unos con los otros. En España, en una escala de 0 (nula confianza) a 10 (plena confianza), el listón se sitúa en el 4,9, según datos de la última oleada de la Encuesta Social Europea, de 2008. La media de los 21 países que participan en el sondeo es de 4,7. Si hablamos de confianza en los políticos, el promedio es bajo en España (3,3) y en Europa (3,6).

La mala prensa de los políticos no se corresponde con el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia. En noviembre de 2008, el CIS reveló que el 60,4% de los españoles se sentía satisfecho con el sistema. “No debe sorprendernos. La pérdida de afectividad no significa rechazo de las instituciones”, apunta Marcos Magaña, socio de la agencia de comunicación No-Line Worldwide.

El desafecto, por lo pronto, podrá irse hacia partidos pequeños –IU o UPyD– y hacia la abstención. Puede que sea algo coyuntural. “Ahora se saca a pasear el voto, porque hay cabreo. No es nada definitivo, las intenciones serán volver a cenar a casa. En elecciones, veremos”, intuye Bouza, quien está convencido de que el factor que más influirá la evolución de los sondeos es el paro: 'Si el desempleo se reduce, todas las variables mejorarán, también las de confianza, percepción de Zapatero...'.

Caben varias reflexiones de futuro. El desencanto, en buena medida, se circunscribe a los dirigentes. Y a los partidos. “Ya decía el sociólogo francés Duverger que los partidos eran cajas negras de difícil acceso –recuerda Medero–. Quizá deben buscar mecanismos para conectar con la gente”. O hacer una “política más creativa, con mayor iniciativa, no tan obediente”, agrega Bouza. Porque aunque es cierto que la afiliación en España a los partidos es muy baja, sí se ha probado una “gran capacidad de movilización de los ciudadanos, que se canaliza a través de movimientos sociales, ONG...”, cree Gurruchaga.

Se trata, sigue Ignacio Urquizu, de “presentar soluciones creíbles, transmitir convicciones fuertes. Eso hace Barack Obama, dar la impresión de que aquello que dice es tan sensato que no puedo estar en contra”. Gutiérrez-Rubí comparte criterio: 'La política no se recuperará sólo porque mejore la economía. Remontará si se sacan lecciones y se promueven cambios en comunicación, modelos organizativos, lenguaje...'. La sociedad, pues, está viva. Falta motivarla, superar la crisis aprendiendo de la crisis. No volver al pasado.

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