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Un marciano fue visto en la Monumental

FERRAN CASAS

Un primo de Gurb aterrizó el domingo en Barcelona. Vagando por la ciudad llegó al cruce de Gran Via con Marina. Le llamó la atención que, pese al calor, decenas de turistas hicieran cola para entrar a un circo romano forrado de azulejos azules a cuyas puertas partidarios y detractores de la tortura animal dirimían a voces sus diferencias. Era la plaza de toros Monumental, donde se celebraba una de esas corridas que los touroperadores usan como reclamo de la España (y la Catalunya) de playa, sangría, paella y apartamento con aluminosis que tanto rédito dio en los sesenta.

El primo de Gurb, inquieto él, entró en la plaza. Nuestro marciano vio salir al coso a un grupito de hombres vestidos con una chaquetilla corta extremadamente hortera, mallas chillonas de las de marcar paquete, coleta y gorro poco útil. Al poco empezaron a torturar al toro con banderillas, rejones y estoques hasta matarlo. Muchos turistas lo pasaban bien sin entender de qué iba la historia, otros se indignaron y alguno incluso lloró. Los veteranos aficionados locales disfrutaban (no sin melancolía porque la cosa se acaba) y los organizadores, atareados a la caza del diputado ambiguo y en intentar presentar el debate prohibicionista como 'identitario', ganaban sus últimos euros.

El primo del extraterrestre que creó Eduardo Mendoza no estuvo pero a veces va bien cerrar los ojos y convertirse en marciano para ver algo 'normal' (o tradicional) con distancia. Pónganse por favor ustedes un instante en la piel del alienígena. Después, respóndanse si es normal quedarse de brazos cruzados mientras se apela a la 'costumbre' y la 'libertad'. Supongo que, por suerte, la mayoría de diputados que vota mañana lo habrán hecho y demostrarán que una sociedad avanzada empieza por respetar a las personas y sigue por los animales.

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