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Mas ya es president y tiende la mano a todos los partidos

El líder de CiU aplaude la abstención de los socialistas para garantizar 'la continuidad institucional' de la Generalitat

D. CORDERO / A. M. VIDAL

Artur Mas inició la campaña pudiendo escoger entre ERC y PP y al final eligió al PSC. Esa nueva complicidad abrió ayer una nueva etapa política de Catalunya: el punto final a siete agitados años de gobiernos de izquierdas con el regreso de CiU al Palau de la Generalitat y el estreno de Mas como president. La investidura era sólo una cuestión de tiempo y se zanjó con una serie de compromisos negro sobre blanco que ayer valían la abstención de los 28 diputados socialistas en la Cámara catalana. Gracias a ellos y a los 62 escaños de la federación, Mas se aseguró su victoria en la segunda votación para llegar a tiempo de formar el nuevo Govern antes de fin de año.

Por primera vez, convergentes y socialistas, las dos grandes formaciones catalanas, colaboraron en una votación para elegir al jefe del Gobierno catalán y abrir la posibilidad de 'la continuidad institucional' en la Generalitat. En todo caso, el PSC quiso marcar distancias en una intervención del presidente de grupo, Joaquim Nadal, con una contundencia que contrastaba con el acuerdo que acababan de firmar. 'Los diputados del PSC no votaremos su investidura, nos abstendremos recordó. No lo hacemos por usted, lo hacemos por el país [Catalunya]', señaló el veterano político. Más allá de la escenificación, existe voluntad de acuerdos conjuntos en los grandes temas, una colaboración que el aún candidato mantiene al resto de los grupos.

La colaboración de los socialistas desdibuja el papel de ERC y PP

La entrada en escena del PSC desdibujó un hipotético acuerdo con los partidos bisagra. ERC, pese a las coincidencias en el plano soberanista, dice que no se fía de la tibieza de las pretensiones convergentes en el tema del concierto o del derecho de autodeterminación. Y, pese a la versión oficial del PP, que sostiene que ayer se convirtió en el primer partido de la oposición, los conservadores podrían haber sido víctimas de un ataque de celos frente al PSC.

La presidenta del Grupo Popular, Alicia Sánchez-Camacho, en un cara a cara más ácido que el del lunes, le dio a entender a Mas que podía escoger entre PSC o PP, pero no por los dos partidos: 'Ha sido su voluntad la de llegar a un acuerdo con el PSC y no con otras fuerzas', después de echarle en cara su alianza con el partido que encabezó el Tripartito, 'un Gobierno que obliga ahora a una etapa de reconstrucción'.

Poco después, consciente o no de la crispación que podía generar en un Parlament que ayer mostraba ciertamente la ola convergente presente y pasado de CiU se entremezclaban en los escaños y en los palcos de invitados, Sánchez-Camacho empezó a hablar de la política de inmersión lingüística. La criticó y demandó que se acaten las tres sentencias del Tribunal Supremo que censuran los casos de tres familias obligadas a escolarizar a sus hijos en catalán en contra de su voluntad. Y todo ello lo hizo hablando en castellano.

Mas afirma que los retos de Catalunya y la crisis exigen una

El ex president Jordi Pujol suspiró y miró al techo en un deje que venía a decir '¡otra vez!'. La bancada y los invitados incordiaron con murmullos su intervención y la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, tuvo que llamar al orden. Sería después Mas quien retomaría la fuerza de la protesta para regañar a la dirigente conservadora, asegurarle que no variará ni un ápice la política lingüística de la Generalitat y advertirle de que muchos castellanohablantes han visto en el modelo educativo catalán una posibilidad única para que sus hijos fueran personas 'totalmente integradas'. Los aplausos sólo fueron comparables a los recibidos tras el recuento de la votación. Pero en esos momentos, Mas ya ejercía de president.

Mas se mostró consciente de que afrontaba un mandato 'de enormes dificultades', que precisan 'una obra colectiva' de todas las formaciones que están en el Parlament. El líder de CiU lleva semanas refiriéndose a esa compleja situación económica por la que atraviesan las economías internacionales y, entre ellas, Catalunya. Pero desde el miércoles seguro que piensa también en una legislatura plagada de litigios judiciales por las distintas normas autonómicas tocadas por la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) del pasado verano.

Sánchez-Camacho insinúa al líder de CiU que elija entre PSC o PP

El Supremo sacudió el miércoles las negociaciones del pacto para su investidura y ayer se sumó el Gobierno central llevando la Ley de Consultas ante el TC. Es un adiós amargo para José Montilla, que al fin y al cabo permitió su aprobación y para quien Mas tuvo sentidas palabras de agradecimiento, y la primera en la frente para el nuevo presidente de la Generalitat, que quería modificarla para que Madrid no tuviera que dar permiso a los referendos. El PSC le brindó la calma de la investidura y el PSOE se la quitó cuando ya llamaba a sus consellers.

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