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El mejor amigo del hombre... es el Real Madrid

Alfredo Pérez Rubalcaba. Con Lissavetzky comparte la amistad desde la infancia y la pasión madridista

ANTONIO AVENDAÑO

Alfredo Pérez Rubal-caba siempre ha sido felipista. ¿Significa eso que es amigo personal de Felipe González? De entrada, cuando es preciso adjetivar la palabra amigo con la palabra personal empieza a haber un problema. El problema viene de la dificultad de que tu jefe sea tu amigo y tu amigo sea tu jefe. La amistad es enemiga de las jerarquías, pero la política no puede vivir sin ellas. Toda amistad tiende a resentirse cuando se quiebra el principio de igualdad, pero es que a todo equipo de trabajo le ocurre lo mismo si se difumina el principio de autoridad.

Pero la amistad más íntima que Rubalcaba tiene en la política es Jaime Lissavetzky: juntos estudiaron en el colegio madrileño del Pilar, juntos se hicieron químicos en la Complutense madrileña, juntos se echaron novia madrileña (aunque cada uno la suya) y juntos se hicieron del Real Madrid hasta la muerte. Aunque parezca inverosímil, Jaime Lissa-vetzky se llama de segundo apellido Díez, ya que su madre era asturiana. Su padre era ucraniano y la verdad es que el amigo del alma de Rubalcaba nunca ha perdido esa pinta de extranjero cuyos rasgos eslavos hacen sospechar que el tipo oculta algo. Aquí, cada vez que oímos de alguien que es ruso, ucraniano o de por ahí lo primero que pensamos es que seguro que tiene un oscuro pasado y que alguna vez se dedicó al espionaje, aunque luego no sepamos explicar por qué diablos valdría la pena espiar a un país como este.

En realidad, Lissavetzky tiene una biografía bastante transparente: fue consejero con Joaquín Leguina y salió elegido secretario de la Federación Socialista Madrileña (FSM), que debe ser algo así como salir elegido presidente de un país en guerra civil perpetua y al frente del cual hay un Gobierno de coalición de 37 partidos que aun así gusta de denominarse a sí mismo Gobierno de Unidad Nacional, título del que naturalmente todo el mundo se chotea.

El candidato se alineó con Felipe González en su pugna con Guerra

En los noventa, cuando Felipe González y Alfonso Guerra dejaron de ser Felipe y Alfonso y se convirtieron, incluso a su pesar, en los comandantes de dos irreconciliables ejércitos combatiendo por el control de un territorio llamado PSOE, Rubalcaba se unió a González. Él siempre ha dicho que su papel fue irrelevante en el llamado clan de Chamartín, un grupo de dirigentes de la FSM juramentados para defender a Leguina, a quien Guerra se proponía decapitar. Rubalcaba dice que en aquella guerra no pintó mucho, pero es que si lo hubiera hecho no lo diría.

Algún compañero desliza en privado que Rubalcaba es algo enredador dentro del partido, que nunca está lejos de los líos, pero que suele salir indemne de ellos. Tras el último gran enredo interno, las plegarias de Rubalcaba fueron atendidas. Al veterano felipista le tocaba por fin hacer de Felipe. Aunque no se sabrá hasta el 20-N, de nuevo tendría razón Santa Teresa al aventurar que 'se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas'. Cuando ello ocurre, nada mejor que llamar a un buen amigo, subirse unas mahous del bar de abajo y alienarse sin complejos viendo de nuevo aquellos viejos partidos en que el Madrid siempre ganaba.

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