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El miedo toma Cañada Real

Efectivos antidisturbios y agentes a caballo irrumpen en el poblado chabolista para garantizar el derribo de tres viviendas // Un total de 15 familias inmigrantes se queda en la calle

Patricia Rafael

El movimiento inusual de policías el lunes por la noche hizo encender todas las alertas en el poblado madrileño de Cañada Real. El rumor fue corriendo poco a poco, hasta que los vecinos del sector V del asentamiento ilegal pudieron confirmarlo: al día siguiente habría una nueva demolición. Sería la casa de Mohamed, en la que viven dos familias desde hace tres años. La maquinaria vecinal comenzó entonces a moverse.

Mohamed habló con los abogados de la parroquia de San Carlos Borromeo (la parroquia roja de Entrevías) y empezaron a preparar un recurso para tratar de evitar el derribo. Otros vecinos acordaron esperar a las excavadoras en la puerta de su vivienda.

Y se cumplió lo esperado. Ayer, a las siete y media de la mañana, mientras Mohamed acudía a los juzgados de lo Contencioso-Administrativo para pedirle al juez que detuviera el derribo, medio centenar de vecinos ya montaba guardia frente a su casa. Les acompañaban varios voluntarios de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada (situada en la zona de Valdemingómez del poblado), de San Carlos Borromeo, miembros del colectivo Patio Maravillas y más de una veintena de medios de comunicación.

Una hora de espera

La espera era tranquila. Ninguno quería que se repitieran los disturbios del pasado octubre, cuando otro derribo provocó una batalla campal entre vecinos y Policía que dejó 40 heridos. Tras una hora de espera, algunos comenzaron a sospechar que el derribo sería otro día, pero un helicóptero del Cuerpo Nacional de Policía comenzó a sobrevolar la zona y llegó el despliegue.

Sobre las colinas que hay frente a la casa, a un kilómetro de distancia, aparecieron seis furgonetas de la Unidad de Intervención Policial (los antidisturbios). Y allí se quedaron. Por el otro lado, medio centenar de agentes a pie rodeó la vivienda de Mohammed y comenzó a retirar a los vecinos para despejar la zona.

Cuando la gente estuvo a más de 200 metros, llegaron dos camiones con una veintena de obreros para ejecutar el derribo. “Vais a tirar las casas de los trabajadores”, les gritaban los vecinos. Al poco tiempo aparecieron también las excavadoras escoltadas por antidisturbios.

Los agentes no dejaban que nadie se acercara a las casas. Ni siquiera Imane, la hija de 21 años de Mohammed. Explicaba desesperada a la Policía que su madre y su hermana de tres años estaban en la casa y que sólo quería ayudarlas a salir. Tras muchas súplicas pudo cruzar el cordón.

A pesar de que Mohamed no recibió ninguna orden de derribo, según explicó su abogada, su casa, la más pequeña, fue la primera en caer bajo las palas de las excavadoras. Junto a ella, en una edificación de tres plantas conocida como La Pensión, los trabajadores municipales sacaban a la calle todo lo que encontraban en las casas: teles, cunas, camas, maletas, neveras. Ni siquiera olvidaron las cuerdas repletas de ropa tendida colgadas de la fachada. Todo quedaba despejado para el segundo derribo.

Mientras, medio centenar de vecinos contemplaba la escena rodeados de agentes. Se produjeron pequeños momentos de tensión con la Policía cuando los vecinos hicieron una sentada, pero el conflicto no llegó a mayores.

Viviendas ilegales

En Cañada Real hay más de 2.000 edificaciones. Algunas son chabolas, pero la mayoría son casas unifamiliares y otras tantas, auténticos chalets, algunos con piscina. Todas son ilegales. En total, ayer derribaron a petición del Ayuntamiento de Madrid tres casas, una de ellas un inmueble con ocho viviendas. Un total de 15 familias, de origen árabe y boliviano, quedaron en la calle.

Tras los derribos, se lamentaba Javier Baeza, uno de los párrocos de Entrevías: “Este es el plan de intervención del Ayuntamiento de Madrid, dejar a la gente en la calle”.

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