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"Si la monarquía deja de ser neutral, no será necesaria"

Ex secretario general del PCE. El hombre más odiado por el franquismo vive entre libros, papeles y 93 años de recuerdos. Su memoria almacena la historia completa del siglo XX

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

Acaba de publicar La crispación en España (Planeta) y prepara otro libro “sobre algunos camaradas” para 2009. Habrá cumplido entonces 94 años. Santiago Carrillo (Gijón, 1915) escribe a mano, con un rotulador de trazo grueso, “por la vista”. Es lo único que aparenta fallarle. Ofrece un refresco “sin cafeína, por los nietos” y se fuma cuatro cigarrillos en poco más de una hora, sentado en el salón de su casa, mientras hace memoria.

¿La expresión memoria histórica describe la suya?

He tenido la suerte, o la desgracia, de vivir casi todo un siglo.

¿Siguen existiendo dos Españas?

En todos los países hay dos, el país de las clases dominantes y el de la gente modesta. En España también, agravado por el hecho de que no hay una derecha laica. La derecha española se acerca mucho a Le Pen. Ese es el drama: no sólo que haya dos Españas, sino que una de ellas es muy intolerante y piensa que tiene el poder por derecho divino.

¿El PP no ha interiorizado la democracia?

No ha roto el cordón umbilical con la derecha de hace 40 años.

¿Y la jerarquía católica?

Rouco Varela, Cañizares, o Camino son muy parecidos a Gomá, a Eijo Garay o Pla y Deniel. Hablan de persecución cuando, si se peca de algo, es de no aplicar la Constitución para que España sea un Estado aconfesional.

Si buscamos parelismos, tienen incluso sus arengas, en la Cope.

Esa radio deja a Le Pen en la izquierda, es inconcebible. Si los obispos no estuvieran de acuerdo con lo que se dice en esa emisora, no sería su radio. Salvo el breve periodo de Tarancón, la Iglesia no ha cambiado nada. La cabeza de la Iglesia sigue en Trento.

¿Hubiera sido posible la Guerra sin la connivencia de los obispos?

El rapidísmo reagrupamiento de la derecha en la República fue obra de la Iglesia católica, que estaba muy metida en la entraña de este país.

Plantea en su libro que el conflicto pudo evitarse. ¿Cómo?

En la sublevación del 18 de julio, se derrotó a los rebeldes en todos los lugares fundamentales de la península. Sin Alemania e Italia, la República hubiera dominado la situación en dos semanas. Eso pensábamos al principio.

¿Cómo habría sido España sin la Guerra Civil?

Uno de los países más adelantados del mundo. En España tuvimos el gobierno de la corona, el altar y el sable hasta hace 30 años, y eso impidió el desarrollo de la modernidad.

¿España es ahora el país que deseaba en el exilio?

Desde el punto de vista de las libertades políticas es el país que imaginábamos. Pero el neoconservadurismo no tenía la fuerza de ahora. Disfrutamos de una España con libertades políticas, pero con todas las características de la sociedad de consumo.

¿Habrá una III República?

Creo que sí. Pero ese no es un problema actual. La monarquía ha jugado un papel positivo en la Transición y todavía lo juega, con la condición de que no se frecuenten cosas como el libro de Pilar Urbano sobre la reina.

¿Le ha sorprendido la reina?

¿Sus comentarios? No. Que piense así, es normal, por su educación. Me ha sorprendido que la Casa Real no impida que se publiquen esas declaraciones. Si la monarquía deja de ser neutral, dejará de ser necesaria.

¿Cómo valora la Ley de Memoria Histórica?

En la Transición, esos problemas no se podían abordar. La única manera de romper la unidad del bloque franquista y de atraer esa fuerza al cambio era dejar, de momento, esos problemas del pasado en descanso. Pero han pasado más de 30 años, hay nuevas generaciones, y la gente que estuvo atemorizada ha recuperado la serenidad y quiere rescatar el prestigio y encontrar la tumba de sus familiares. Oponerse a eso es absurdo. Lo que pedimos es, simplemente, un acto de justicia histórica.

¿Y qué se puede hacer con los culpables?
Soy contrario a se publiquen los nombres de los homicidas, porque a sus hijos y a sus nietos les va a causar un daño moral, y nadie tiene por qué responder de lo que ha hecho su padre o su abuelo.

Ha criticado el procedimiento abierto por Baltasar Garzón...
Garzón ha hecho bien, porque ha contribuido a dar al problema una dimensión más clara, pero no creo que sea por la vía judicial por la que hay que resolver este asunto, sino por la vía política.

¿Por qué no se han atrevido otras instituciones a hacerlo?
Porque hay una derecha que no ha roto todavía el cordón umbilical, y una mayoría de izquierda que ha sido bastante timorata.

¿Qué haría con el Valle de los Caídos?
Como con Chernóbil, ponerle una capa de plomo. No he ido nunca, deliberadamente. Aunque se reforme en un parque infantil, no podría ir; me asaltaría el recuerdo de lo que representa y lo pasaría mal.

¿Qué opina de publicistas como Pío Moa o César Vidal?
Son la extrema derecha más radical, y unos falsificadores de la Historia.

Los revisionistas le dedican sus peores adjetivos; le llaman asesino.
A mí, esas cosas ya me resbalan. Estoy acostumbrado a que haya gente que me aprecie y otras personas que me odien. Los individuos esos, Losantos, César [Vidal]... me parecen gente totalmente despreciable; lo que digan, me resbala.

En sus escritos intenta hacer pedagogía. En muchos casos, comienza sus libros con un mensaje a los más jóvenes.
Porque hay jóvenes que casi no saben que Franco ha existido. Hay que hacer un esfuerzo para que las nuevas generaciones conozcan la realidad y no tengan una idea superficial. Eso es decisivo para el futuro de progreso de este país.

¿La Guerra Civil puede repetirse?
No es previsible. De todas maneras, cuando yo era niño y adolescente, a principios del siglo XX, tampoco pensábamos que era posible. Todo va a depender no sólo de nosotros, sino del desarrollo del resto del mundo. Si los neoconservadores consiguen mantener el poder, los conflictos pueden llevar a una guerra mundial y también a guerras civiles.

¿Siente que España le ha agradecido su trayectoria?
He cumplido con mi deber y nada más. He hecho lo que tenía que hacer. El día que me muera, estaré contento con que mis hijos y mis nietos se acuerden de mí, pero mis biznietos ni sabrán que ha habido un abuelo. No tengo ninguna ilusión de pasar a la historia. Lo que he hecho yo, lo ha hecho mucha gente más y no vamos a pasar a la historia por eso.

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