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El paro y el calor complican el mes de Ramadán

La mayor parte de la festividad coincide este año en agosto por primera vez en tres décadas

DANIEL AYLLÓN

Un grupo de obreros apura con las manos o a cucharadas dos bandejas de arroz, pimientos rojos y pollo. 'Se acabó. ¡A poner baldosas!', ordena Mustafá, un sirio de 46 años que se presenta como Manolo, el dueño de la empresa. 'Hacemos fontanería, electricidad, fachadas... De todo. La mayoría somos musulmanes', explica mientras señala al único rumano de sus empleados.

Mustafá y sus compañeros arrancarán esta semana, como el resto del 1.310.148 que viven en España, el mes de Ramadán, el noveno del calendario musulmán. Por primera vez en los últimos 30 años, la principal festividad del islam coincide en su mayor parte con el mes de agosto. 'Intentaremos trabajar durante las primeras horas del día, pero no vamos a rechazar ningún trabajo porque haga calor. No nos lo podemos permitir', asegura Mustafá, mientras vigila de reojo a sus curritos.

El Ramadán arrancará el miércoles o el jueves, coincidiendo con la aparición de la luna tras la fase de luna nueva. Durante 29 o 30 días, los fieles no podrán beber, comer, besar ni fumar, entre otras actividades.

La asistencia a la mezquita situada en la calle donde trabajan esta semana uno de los dos grandes centros islámicos de Madrid 'se ha duplicado el último año por la crisis', cuenta el imán, Riay Tatary. 'Al no tener trabajo, mucha gente tiene más tiempo libre y puede venir a rezar por la mañana'. Otros, sin embargo, han optado por marcharse a Marruecos, donde la vida es más barata. El Ramadán de este año está marcado por el azote del paro. El colectivo magrebí está muy presente en la industria, construcción y agricultura, y decenas de miles de ellos han perdido su empleo en los últimos meses.

'Si no tuviese trabajo, también me iría a Marruecos porque no se vive igual: aquí ves a todo el mundo fumando, comiendo y bebiendo por la calle. En Marruecos, durante el día no abre ningún comercio. La vida es nocturna', apunta Omar, de 28 años. Este marroquí trabaja en otra empresa de construcción, de 17 empleados. Ocho son musulmanes. Él es el encargado de suministrar materiales. 'Por suerte, el jefe se ha tirado el rollo y nos deja salir una hora antes, a las cinco. Nos da tiempo a asearnos antes de ir a rezar'.

La operación Paso del Estrecho, aún en marcha, registró entre el 15 de junio y el 4 de agosto el tránsito de España al Magreb de 1.109.157 personas. La cifra es similar a años anteriores. El dato diferenciador se espera obtener en la fase de retorno.

En la parte trasera de la carnicería Al Hanaa, Morad, de 35 años, deshuesa una pieza trasera de ternera. Toda la trastienda huele al guiso de pollo especiado que prepara en un hornillo para comer. 'Esta semana hemos duplicado el pedido de todas las carnes: vacuno, pollo la gente compra mucho en Ramadán. También dulces'. En el lateral de la tienda, junto al ras el hanout, el jengibre, el comino y el resto de especias, aguardan cinco bandejas repletas de dulces de miel, hojaldre y almendra. 'En dos días habrá otras cinco más', avanza.

Al final de la calle, Soufian, de 31 años, se niega a cerrar su peluquería este mes, aunque haya pocos clientes. 'Abriré para matar el tiempo. Además, hay que cumplir la palabra de Alá', dice mientras recorta el flequillo de Álex, un cliente colombiano de 41 años que se casó hace cinco con una musulmana, Zahar. 'He hecho dos veces Ramadán, pero no lo he completado. Es muy duro y hay que tener mucha fuerza de voluntad', concluye.

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