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El partido es lo primero

Blanco armonizará las tensiones entre el Gobierno y Rubalcaba

ERNESTO EKAIZER

Si el abandono del Gobierno por parte de Alfredo Pérez Rubalcaba fue hasta ahora uno de los indicios más explícitos de que las elecciones se anticipan a octubre o a noviembre, lo mismo da, la decisión de que Pepe Blanco una a su condición de ministro de Fomento el de portavoz del Gobierno refuerza esa perspectiva.

Por una razón, entre otras, fundamental: ahora, en esta marcha a toda máquina hacia las elecciones, es la acción del partido, el PSOE, como tal la que asume todo el poder. Pepe Blanco reúne la doble condición para el cargo: la confianza de Zapatero y la de Rubalcaba. Pero, aparte de los aspectos personales, Blanco es el vicesecretario general del partido. Es quien domina el aparato, es decir, la organización.

El tándem Blanco-Rubalcaba está engrasado por años de confianza

Y dado que se ha abierto una etapa atípica en la que el candidato a la presidencia va a intentar movilizar a las bases del PSOE con un lenguaje muy diferente al del Gobierno, un lenguaje que suele definir más a una oposición que a un partido gubernamental, la presencia del vicesecretario del partido cada viernes en la Moncloa es decisiva.

La conclusión esencial es que, ante la fase en curso, el nuevo portavoz no podía tocar de oídas. No se trataba de elegir al mejor orador o a aquel con mejores dotes comunicativas. Si intentar dar coherencia a descripciones y propuestas tan contradictorias, al menos formalmente, como las apuntadas, es hacer la cuadratura del círculo, Blanco al menos intentará minimizar los daños que esa cuadratura pueda hacer a la credibilidad del partido.

Parece, además, evidente que si el nombramiento de portavoz hubiese tenido la mínima posibilidad de durar hasta marzo de 2012, Zapatero no hubiera dudado en hacer a Blanco vicepresidente. Pero, claro, no es lo mismo tal nombramiento para un periodo tan breve como el que se avizora.

El portavoz sería vicepresidente si la legislatura llegara a marzo de 2012

El tándem Blanco-Rubalcaba, por otra parte, se ha consolidado durante más de siete años de gobierno socialista de manera casi indisoluble. Ambos forman parte de un círculo de poder dentro del Gobierno al que cabe añadir, en cenas o almuerzos periódicos, a la ministra Elena Salgado, el director de gabinete del presidente, José Enrique Serrano, y el portavoz parlamentario, José Antonio Alonso.

Precisamente, Salgado ha sido nombrada vicepresidenta para asuntos económicos, una fórmula para eludir hablar de números. Pero ha quedado claro que será ella quien actuará como número dos del Gobierno y en ausencia de Zapatero presidirá la reunión del Consejo de Ministros.

La vicepresidenta Salgado es la única superviviente del primer Gobierno

Si uno vuelve a la foto de familia en la escalinata de la Moncloa del 20 de abril de 2004, en la inauguración del primer mandato de Zapatero, advierte que Salgado, entonces ministra de Sanidad, situada en el escalón superior, luce un rostro suave y relajadísimo, enfundada en traje de chaqueta y pantalón oscuro, con una discreta sonrisa, mientras Jesús Caldera, ministro de Trabajo, inclina la cabeza hacia un lado. Al otro, algo más alejado, está José Montilla con gesto grave.

En otras palabras: es la única superviviente de aquel Gobierno. Aunque por ser con Zapatero la más antigua del lugar, aparte de su condición de vicepresidenta, le tocaba suplantar al presidente cuando sea menester. Todo, pues, está listo. Tanto a Salgado como a Blanco les espera un verano turbulento. Entre la campaña de los mercados, que ayer, una vez más, han demostrado con sus violentos movimientos contra la deuda italiana y española que la crisis en España, Europa y el mundo, tantas veces dada como superada, todavía tiene recorridos devastadores, entre esto y la campaña que ha iniciado Rubalcaba, tela habrá para cortar.

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