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Partidos y democracia

GONZALO LÓPEZ ALBA

Mientras que el símbolo de la comunidad es la fraternidad, el de la organización es el poder y, como explica Bernard Crick, 'si la mayoría no respeta a la minoría, quizás (en un sentido restringido) actúe democráticamente, pero estará incubando conflictos que en el futuro hagan impracticable la democracia' (En defensa de la política).

En España los partidos cumplen sustancialmente con el mandato constitucional de tener una estructura y funcionamiento democráticos, aunque el concepto de democracia varíe de unos partidos a otros. Hay partidos que reconocen en sus estatutos la posibilidad de corrientes internas de opinión PSOE y otros que en la práctica son el resultado de una suma de corrientes Izquierda Unida, pero en todos sea su ámbito de actuación estatal o autonómico hay tendencias, sensibilidades o grupos que actúan, de forma más o menos subrepticia, para decantar la orientación de sus políticas y que abonan la formación de grupos clientelares que sindican sus acciones en torno a las oligarquías dirigentes, a su vez sometidas a los liderazgos personales que fomenta la mediocracia.

La elección de Zapatero probó que legitima más la autenticidad del proceso que el método

La capacidad del líder para encontrar áreas de encuentro que integren la discrepancia es lo que permite mantener la unidad, de forma que cuando el liderazgo pierde tal condición y aquellas se diluyen o desaparecen estalla la división interna, como ahora ocurre en el PP con Rajoy y los partidarios de Rato, Gallardón o Aguirre.

Uno de los ejemplos más recientes de la mecánica de los equilibrios internos ha podido observarse en el PSOE, aunque apenas ha salido a la luz, a raíz de la crisis económica. Zapatero se ha situado en su respuesta en la izquierda del socialismo, pero no sin antes imponerse a la presión del sector liberal del partido, en el que puede encuadrarse a personas como Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, Joaquín Almunia o Carlos Solchaga.

Corrientes y tendencias

Torres Mora sostiene que «en los partidos hay más democracia que en las burocracias»

Aunque en el PSOE la única corriente reconocida oficialmente es Izquierda Socialista, el felipismo y el guerrismo llegaron a ser en los años noventa paradigma de las 'tendencias organizadas', pese a estar expresamente prohibidas en sus estatutos.

En el PNV, la existencia de almas, la soberanista y la autonomista, no es un secreto de confesión. A este partido le gusta exhibir su complejo mecanismo asambleario como prueba de democracia interna, pero raramente las bases han modificado el criterio marcado desde la cúpula. Ibarretxe es el candidato a lehendakari desde que el presidente del partido, Iñigo Urkullu, lo proclamó en el Alderdi Eguna, en octubre, cuando el proceso interno de asambleas que se sigue para la nominación oficial aún estaba en ciernes.

Si en algún momento la democracia interna en un partido español ha tenido un claro impacto ciudadano, fue cuando se celebraron las primarias que enfrentaron a Joaquín Almunia y José Borrell, un experimento de elección directa del líder por los militantes que no por los electores que se llevó por delante a buena parte de las cúpulas dirigentes, por lo que se metió en el cajón en cuanto se pudo. La posterior elección de Zapatero, en un congreso ordinario, demostró que, siendo importante, no legitima tanto el método como la autenticidad del proceso.

El PP vendió en su último congreso la incorporación a sus estatutos de un 'sistema de primarias'. Pero los congresos regionales que se celebraron a continuación revelaron que la letra iba en contra del espíritu que evoca, tanto por el nivel de apoyos que se exige para presentar una candidatura como porque el sistema de voto sigue siendo indirecto al no ser los militantes los que eligen directamente a su líder, sino los delegados escogidos por ellos.

Sólo Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) aplica sistemáticamente las primarias puras un militante, un voto para elegir a su líder. Pero ERC es un partido asambleario sólo en sus congresos, porque en el resto de las decisiones la convocatoria de las asambleas depende de la voluntad de la dirección. Así ocurrió ante el referéndum sobre el Estatut en el que, ante las dudas, el núcleo dirigente prefirió blindarse recabando el parecer de las bases, aunque fuera contrario a su criterio.

En Izquierda Unida, cuyo origen es un galaxia de partidos satélites en torno al planeta PCE, la pluralidad interna se vertebra a través de organizaciones o corrientes de opinión, pero no es una formación estrictamente asamblearia. Los delegados no eligen directamente a su líder sino que el poder decisorio está en manos de los cuadros dirigentes. Además, el coordinador tiene más poder del que sugiere la nomenclatura, ya que desde ese cargo se pueden controlar todos los resortes de la organización y excluir a las minorías. Aunque sus estatutos conceden mucha importancia a las asambleas de base, los dirigentes de IU reconocen que esa retroalimentación colectiva 'se ha secado' en los últimos años, de modo que las decisiones no fluyen de abajo arriba, sino al contrario, al igual que en cualquier otro partido clásico.

Así, resulta que las decisiones más importantes son elaboradas en círculos muy reducidos y compactados por la fidelidad al líder, y ratificadas en última instancia por consejos de administración que suelen superar en poco las 200 personas, escogidas por cooptación aunque sean sometidas después a votación en listas bloqueadas y cerradas, incluso en formaciones que dicen tener más de 700.000 militantes, como el PP.

Aun así, como ha sostenido recientemente el sociólogo y diputado José Andrés Torres Mora en una conferencia sobre Partidos y Democracia: 'En general, en los partidos hay más democracia interna que en las burocracias públicas, y no digamos en las privadas, burocracias que deciden el destino de millones de personas sin dar cuentas a nadie'.

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