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El pueblo al que Franco arrebató su nombre

Vecinos de Numancia de la Sagra (Toledo) reclaman recuperar el topónimo Azaña, borrado de los mapas por las tropas franquistas el 19 de octubre de 1936

ÓSCAR LÓPEZ FONSECA

El 18 de octubre de 1936, las tropas de Francisco Franco invadían en su camino hacia Madrid una pequeña localidad toledana a poco más de 40 kilómetros de la capital. Al día siguiente, el comandante Jesús Velasco, jefe de las tropas que habían tomado el municipio, convocaba a ocho vecinos del pueblo para constituir una junta gestora del Ayuntamiento que, 'con una vibrante exclamación de ¡¡Viva España y su glorioso Ejército Nacional!!', tomó como primera medida solicitar al general Francisco Franco 'que en lo sucesivo esta villa lleve el nombre de Numancia de la Sagra por el hecho transcendental de haber sido reconquistada por los gloriosos Escuadrones del Regimiento de Numancia en la inolvidable mañana del día dieciocho de los corrientes', según refleja el acta de aquella sesión.

El motivo del cambio no fue recogido en dicho documento, pero a ninguno de los pocos más de 1.000 vecinos que por entonces vivía en la localidad se le escapaba cuál había sido: el pueblo se llamaba Azaña, igual que el entonces presidente de la II República, Manuel Azaña.

Ningún vecino se atrevió entonces a advertir al fogoso militar el error en el que caía al interpretar el nombre de la villa como un homenaje al político, ni a hacerle ver que el nombre no era un capricho del régimen republicano sino que se remontaba a 1158, cuando Azaña -del árabe 'noria'- aparecía ya por primera vez en un documento del rey Sancho III. Para el comandante Velasco era suficiente razón su convencimiento de que la sola presencia de carteles con dicho nombre soliviantaba los ánimos de sus tropas que las emprendían a tiros con ellos.

Muchos vecinos quieren que se debata la restitución del antiguo nombre del pueblo

'Recuerdo que cuando era pequeño algunos ancianos decían en voz baja que el pueblo volvería a llamarse Azaña'. Quien habla así es Antonio Martín, cronista de la villa e hijo de una de las ocho personas convocadas por las tropas de Franco para constituir la junta gestora del Ayuntamiento que cambió el nombre a la villa. 'Mi padre, Enrique Martín, era secretario de administración local y fue el encargado de redactar el acta de aquel atropello con galones', recuerda ahora desde Almería, donde reside.

Ahora, cuando está a punto de cumplirse el 73 aniversario de aquel cambio de nombre, Antonio Martín espera estrenar una obra de teatro escrita por él en la que recrea aquel pasaje de la historia de la localidad toledana para que sea conocido por los 4.800 habitantes de la localidad y propiciar un debate en el municipio que lleve al cambio del topónimo, del que se considera firme partidario.

La cuestión ha llegado, incluso, al Congreso de los Diputados. Eso sí, de puntillas. A través de una pregunta por escrito, el diputado de IU, Gaspar Llamazares, reclamó antes del verano al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que impulsara la recuperación del histórico nombre del pueblo aprovechando la presencia del PSOE en la alcaldía de la localidad.

El Ejecutivo, en una respuesta publicada el pasado 29 de septiembre en el Boletín Oficial del Congreso, se desentendía del tema con un simple párrafo en el que recordaba que 'el cambio del nombre de un municipio corresponde al propio Ayuntamiento interesado con informe de la Diputación Provincial respectiva y la aprobación de la Comunidad Autónoma'.

El debate por el cambio del pueblo no es nuevo. Ya se abrió con la muerte de Franco y la llegada de la democracia, pero hasta ahora ningún gobierno municipal ha dado el paso. El primero que amagó con ello fue Clemente Serrano, quien fuera alcalde del PP en la localidad durante más de una década, pero al final dio marcha atrás después de ver que los concejales de su propio partido no se mostraban dispuestos a apoyar con sus votos la propuesta.

La llegada del PSOE a la alcaldía tampoco sirvió para dar impulso a una medida que parecía tener todo a favor cuando, tras victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, se empezó a hablar de una futura Ley de Memoria Histórica. En 2004, el alcalde socialista, Lorenzo Toribio, llegó a plantear la convocatoria de un referéndum para que los vecinos decidieran, pero nunca se celebró.

'Era difícil que el Gobierno nos autorizase a celebrarlo', reconoce ahora Toribio, que aún conserva la alcaldía. ¿Y llevarlo el cambio a un pleno del Ayuntamiento, como piden algunos vecinos? 'En el pueblo, con la crisis económica, hay ahora temas más urgentes que cambiarle el nombre', asegura a Público.

No obstante, él asegura que, si hubiera una votación, apoyaría recuperar la histórica denominación y presume de haber dado unos primeros pasos en este sentido al haber bautizado con el nombre de Azaña el principal polígono industrial del municipio y el centro de internet creado por el consistorio.

No ven la misma disposición otros vecinos del pueblo. Uno de ellos, Iñaki Gauna, ha sido hasta hace poco secretario de organización del PSOE en la localidad. Desde su blog clama por aprovechar la Ley de Memoria Histórica para borrar el vestigio franquista de los mapas a pesar de que el texto legal no hace mención a la cuestión. 'El alcalde siempre se ampara en el ‘ahora no toca', pero en realidad teme perder votos en futuras elecciones', acusa.

De idéntica opinión son los integrantes de la recién creada Asociación Cultural Fazaña para la recuperación del nombre de Numancia de la Sagra. Su presidente es, precisamente, Clemente Serrano, el alcalde del PP al que sus correligionarios no dejaron llevar a cambio el plan.

Bajo el título ‘Numancia o Azaña', los vecinos a favor de uno u otro topónimo intercambian opiniones 

Baldomero Molina, un albaceteño que hace más de dos lustros convirtió la localidad toledana en su segunda patria, también participa en esta asociación para ayudar 'a quitar ese nombre injusto e ilegítimo que tiene mi pueblo'. Molina no se atreve a cuantificar el apoyo con el que cuenta la idea entre los habitantes del pueblo, aunque insiste que la mayoría de ellos, muchos de llegados en los últimos años desde la cercana Madrid en busca de pisos baratos hasta convertir en localidad dormitorio, 'no saben nada de lo que pasó y, por eso, primero hay que dar a conocer la historia para que luego puedan intervenir en la decisión'.

Al argumento de que el cambio sería muy costoso que esgrimen los partidarios de mantener el actual nombre de Numancia, responde con firmeza: 'Es mentira. No habría que cambiar ni DNI ni escrituras, como dicen muchos'.

Mientras llega el momento, los habitantes de la localidad han trasladado sutilmente hace tiempo sus discrepancias sobre el nombre del municipio al día a día. Hay dos equipos de fútbol sala. Uno llamado Club Deportivo Numancia. El segundo, una escisión del primero, Club Deportivo Azaña. Una rivalidad que va más allá de lo futbolístico en un foro local de internet. Bajo el título ‘Numancia o Azaña', los vecinos a favor de uno u otro topónimo intercambian opiniones y alguna que otra descalificación. El 19 de octubre de 1936, el comandante Jesús Velasco y las tropas franquistas no se lo hubieran permitido.

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