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Suárez: atrévete a pensar

TOMÁS MARTÍN TAMAYO

Supongo que Suárez tendrá un funeral de Estado y los medios de comunicación llenarán mucho espacio con loas a destiempo. Solicitarán su opinión a mucha gente importante, aunque jamás hayan cruzado una sola palabra con él y, seguro, no faltarán los que lo descalificaban de forma absolutamente rastrera, descendiendo incluso a los insultos directos. ¡A Suárez le negaron incluso 'la paz' en misa, porque se lo negaron todo! Por eso celebro el desmarque de Público, apartándose de esa corriente, facilona por obvia y solicitando la opinión de los que ayer estuvimos a su lado de forma incondicional, aunque no tengamos el relumbrón de un cargo institucional.

Durante estos últimos días ha habido mucha ceremonia de confusión, pero los que lo quisimos y estuvimos con él entendemos que las pantomimas son de obligado cumplimiento y que Suárez, en su grandeza, entendía y aceptaba estas 'reglas del juego' como inevitables. Suárez conocía muy bien las debilidades humanas y procuraba no juzgarlas con excesivo rigor. Se le quería, pero sobre todo se le quería lejos del escenario político, porque suponía un incordio para la comodidad de muchos y para la confortable situación de alternancia en el poder que, implícitamente, se había establecido entre PSOE y PP.

Adolfo Suárez llevaba más de doce años apartado de todos e incluso, tal vez, apartado de él mismo, pero esa lejanía no ha mermado el afecto, la admiración y el agradecimiento de mucha gente que reconoce su inigualable gestión como estadista que supo adelantarse a su propio tiempo. Ahora los del lado oscuro, encargados del revisionismo, pretenden apuntar en su 'debe' el deambular errático de las autonomías, pasando por alto que es la ambición, e incluso la estulticia de algunos, lo que ha pervertido un sistema político equitativo y solidario.

No puedo opinar por Adolfo Suárez, pero creo sinceramente que él también vería con preocupación la deriva separatista en la que se está entrando, porque el 'café para todos' se hizo para unir, para cohesionar y no para separar a unos pueblos de otros.

Los que tuvimos la fortuna de tratarlo en su vuelta al activismo político, con el Centro Democrático y Social (CDS), pudimos disfrutar del mejor Suárez, el más cargado de razones, experiencias y proyectos. En la vida pública de Adolfo Suárez existieron dos orillas muy distantes, la triunfal, como presidente del Gobierno y mullidor incuestionable de la Transición, y la de, en expresión suya, 'ponerse las alpargatas de esparto', partiendo de cero para hacer la travesía del desierto a la intemperie y contando con la animadversión interesada de AP y PSOE.

'Suárez conocía bien las debilidades humanas y procuraba no juzgarlas con excesivo rigor'Felipe González y José María Aznar se pusieron de acuerdo en pocas cosas, pero la de lapidar a Adolfo Suárez y hundir cualquier posibilidad del CDS fue una de ellas, contando, eso sí, con la complicidad de la banca que, de la mano de Rafael Termes, su presidente, nos negó el pan y la sal. Aquel siniestro personaje lo dejó muy claro: 'Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mis señores'. Hasta los partidos testimoniales, que nunca habían logrado representación parlamentaria, tenían más facilidad para acceder a créditos bancarios que el CDS. Aún así el Centro Democrático y Social (CDSuárez), se situó como tercera fuerza parlamentaria en España y en casi todas las comunidades.

Momentos muy importantes de mi vida están ligados a Adolfo Suárez. No es fácil entrar en el círculo íntimo de una persona tan grande, que tanto hizo por España y al que tanto admiraba desde los tiempos de UCD, pero en esta segunda etapa del CDS, desde el primer momento, me vi gratificado con su amistad, lo que descolocaba a muchos porque mi bagaje político era más bien escaso y centrado exclusivamente en el ámbito de Extremadura.

Yo, según decía José Ramón Caso, secretario general y hombre de su absoluta confianza, era de los pocos que podía llamarlo y me atendía o me devolvía la llamaba cuando podía. En la etapa del CDS lo acompañé desde el principio, me llevó al Comité Nacional del partido, reclamó mi presencia para estar junto a él en algunos actos electorales, me encomendó ponencias congresuales de calado político e incluso lo acompañé en alguno de sus viajes al extranjero. ¡Qué privilegio haber hecho miles de kilómetros junto a él, hablando de todo, incluso de relojes, y compartiendo momentos de somnolencia en el avión o en el coche! A veces me comentaba algo sobre temas de alta política que a mi se me escapaba y cuando se lo decía, siempre me respondía lo mismo: '¡Venga, hombre, atrévete a pensar!'. Esa frase se la escuché muchas veces.

Recuerdo que en una ocasión tenía que ir a Lucerna (Suiza), como presidente de la Internacional Liberal y Progresista, y cuando en el Comité Nacional le preguntaron que quien deseaba que lo acompañase, dijo en tono muy serio: 'Quiero que venga Tomás, porque habla perfectamente alemán, inglés e italiano y nos ahorra tres traductores'. Todos me miraron asombrados porque ignoraban que yo fuera el políglota que Suárez decía, pero mi asombro aún fue mayor, porque fuera del español apenas entendía el sistema onomatopéyico con el que enseñaba a mis alumnos analfabetos. Al salir de la reunión Suárez se acercó a mi, me cogió del brazo y en voz baja y con evidente sorna, me dijo: 'Ya te he puesto tarea y en cinco días tienes que aprender alemán, inglés e italiano, no me falles'. Como yo sabía que le gustaban los desplantes toreros, en los que él era un verdadero maestro, no me achiqué: '¿Que tengo que aprender inglés, alemán e italiano? ¿Es que crees que no los hablo?'. Me miró sorprendido, hasta que mi risotada lo alertó del farol. Al concluir el viaje, ya en Barajas, cuando nos despedíamos y conociendo mi afición, me regaló su reloj: 'Toma, para tu colección'. La verdad es que las razones por las que demostraba tan indisimulada preferencia hacia mi humilde persona, es algo que nunca entendí y supongo que los demás tampoco, porque más allá de una lealtad sincera, era poco o nada lo que yo podía ofertarle, sobre todo si se miraba la trayectoria política y profesional de los que le rodeaban. Algunos de ellos sí sabían tres y cuatro idiomas.

Suárez recordaba, y solía comentarlo, que durante un mitin en Badajoz alguien lo increpó de forma agria y maleducada y que todo el auditorio, puesto en pie, le regaló uno de los aplausos más grandes que había recibido en su vida. Nada que ver con aquel otro episodio en el que, siendo presidente del Gobierno, vino a Badajoz y, en la plaza de Minayo, un grupo de cafres, gritando como posesos, intentó agredirlo con un palo... Años después, me lo comentó y yo le recordé que el antebrazo que recibió uno de aquellos palos fue el mío. Y que horas después, en el salón en el que se celebraba el acto, él reclamó mi presencia para darme las gracias. Se acordaba del hecho, pero no de mí: '¿Fuiste tú?'. 'Sí, presidente'. Suárez me dio un abrazo.

Ha muerto Suárez, pero doña Herminia, su madre (Soy hijo de Herminia, dijo en su pueblo) se sentirá muy satisfecha por haber parido a uno de los hombres más importantes de la historia de España. Y los que lo conocimos y por él nos sentimos reconocidos, también. ¿Ha muerto Suárez? Sí, ha muerto Suárez y con él una parte importante de alguno de nosotros. Sin dramas, la vida sigue. DEP.

Tomás Martín Tamayo fue presidente del CDS de Extremadura.

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