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El tribunal condena a Carcaño por asesinato y exculpa a los demás

El fallo atribuye la desaparición del cuerpo al autor del crimen, al 'Cuco' y 'al menos a un tercero desconocido'

ÁNGEL MUNÁRRIZ

'Lo único cierto es la desaparición de Marta del Castillo'. La frase, contenida en la sentencia dictada por la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla, resume a la perfección la escasez de pruebas y la ausencia de un relato sólido sobre todo lo ocurrido el 24 de enero de 2009, cuando la joven de 17 años desapareció para siempre en Sevilla. Esta otra frase también ilustra estas limitaciones: 'La gran paradoja de este juicio es que para intentar demostrar la causa y forma de la desaparición [de Marta] se dispone fundamentalmente de las manifestaciones del principal encausado, Miguel Carcaño, con seis versiones distintas', señala el fallo.

La sentencia condena a Carcaño, de 22 años en la actualidad y exnovio de la chica, a 20 años por asesinato, basándose fundamentalmente en su confesión y en menor medida en los restos biológicos de la chica encontrados en su dormitorio y su ropa. El autor del crimen queda absuelto de los delitos de agresión sexual y contra la integridad moral de la familia, como pedía la Fiscalía, que solicitaba 52 años de cárcel. Su defensa pedía tres por homicidio imprudente, pero el tribunal aprecia alevosía en el crimen. A los otros tres acusados, a los que la Fiscalía creía encubridores y para los que pedía entre ocho y cinco años, los absuelve por falta de pruebas. Todos estaban acusados además por la acusación particular la familia de Marta de profanación de cadáver, delito del que son absueltos los cuatro.

Samuel Benítez, Francisco Javier Delgado y María García, absueltos

La sentencia evidencia la incapacidad de extraer un relato completo del laberinto de versiones y contraversiones de Carcaño, el menor apodado el Cuco y Samuel Benítez. La ausencia de cadáver y de arma del delito han complicado aún más la tarea. El fallo apunta a que alguien además de Carcaño y el Cuco pudo colaborar en la desaparición del cuerpo.

El tribunal impone a Carcaño indemnizar con 240.000 euros a los padres de Marta y con 30.000 a cada una de sus dos hermanas, pero lo exonera de pagar los 616.319 euros que costó buscar el cadáver, sin éxito, porque el rastreo es 'obligación de la Policía'.

Los hechos probados sustanciales en la sentencia son: Carcaño recogió en su ciclomotor a Marta sobre las 17.30 en la casa familiar de esta en la calle Argantonio; ambos se dirigieron sobre las 19.55 a la vivienda de la calle León XIII en la que Carcaño residía esporádicamente; cuando llegaron allí estaba el hermano mayor de Carcaño, Francisco Javier Delgado, que se fue sobre las 20.40; una vez solos, Carcaño y Marta discutieron 'por razones de la relación sentimental que mantuvieron' tiempo atrás; estando en el dormitorio, Carcaño 'cogió de repente un cenicero de cristal grueso y cilíndrico de una mesa' y 'con un movimiento rápido y brusco, con gran fuerza golpeó en la sien izquierda' de la chica, que cayó al suelo.

'Lo único cierto es la desaparición de Marta', admite la propia sentencia

Hasta ahí el relato del crimen, que descarta una versión una de tantas ofrecida por Carcaño durante la instrucción según la cual él mismo y el Cuco, de 15 años cuando ocurrieron los hechos, violaron a Marta antes de matarla. Los jueces tampoco consideran creíble el supuesto intento de suicidio en prisión de Carcaño tras ofrecer esta versión, algo que según las acusaciones reforzaba su verosimilitud. Según el fallo, Carcaño la mató a solas y de un solo golpe. Luego tiró el cenicero que jamás apareció 'en la colcha-sábana de la cama' y comprobó que la chica había muerto poniéndole un tensiómetro.

'En ese momento se presentó en la vivienda' el menor, dice la sentencia. El Cuco ya está condenado en firme a tres años de internamiento por encubrimiento. Según el fallo de la Audiencia, Carcaño ya había quedado con el Cuco con anterioridad al crimen. Ambos, estando en casa y viendo lo ocurrido, 'discutieron durante un rato' hasta que decidieron 'hacer desaparecer' a la chica y 'todos sus efectos personales'. Y entonces dice la sentencia: 'Entre los dos y con ayuda de al menos un tercero desconocido colocaron el cuerpo inerme en una silla de ruedas [...] y de esa manera lo sacaron de la vivienda haciendo desaparecer el cadáver en un lugar que se desconoce. Sobre las 22.15 se separaron'. Carcaño fue al domicilio familiar de su pareja, de 14 años entonces, en Camas.

Según el fallo, Carcaño la mató de un solo golpe con un cenicero

Aquí hay dos aspectos llamativos. El primero, que los jueces no consideren de suficiente peso para fijar la hora en que el cuerpo salió del piso los testimonios que situaban a Carcaño a las 2.00 en el portal de León XIII. Pero más intrigante es que, sin explicar por qué y sin que sea necesario para sostener su relato, el tribunal aluda a la ayuda de 'al menos un tercero desconocido', con lo que asume que alguien más participó en la desaparición del cadáver. ¿Quién? No lo establece ni lo aclara.

Lo que los jueces sí apuntan con toda claridad y reiteradamente es que no disponen de pruebas para demostrar que ni Francisco Javier Delgado, hermano de Carcaño, ni Samuel Benítez, amigo de Carcaño y del Cuco, ni María García, pareja de Delgado, participasen como encubridores. Y algo así hay que establecerlo, subraya el fallo, 'más allá de toda duda razonable'. 'El ejercicio de la jurisdicción es ante todo un acto de razón que no de voluntad, inspiración sobrenatural, deseo, oportunidad, prejuicio o mero sentimiento', dice la sentencia.

Los magistrados establecen que Samuel Benítez estuvo en Montequinto, una barriada de Dos Hermanas, hasta las 2.00, por lo que ven imposible su participación, basándose en su ubicación por las llamadas telefónicas realizadas y recibidas y en lo declarado por numerosos testigos. No es suficiente para condenarlo que Carcaño lo incriminara en el juicio como encubridor, ni que durante la instrucción el Cuco también lo acusara, ni siquiera que él mismo se autoinculpara ante la Policía en febrero de 2009 (después se retractó).

El fallo pone en duda todos estos testimonios subrayando su carácter contradictorio. Sobre la confesión inicial de Benítez, los jueces dudan de que fuera 'libre y voluntaria' y recuerdan que el acusado, que denunció haber sido 'maltratado' por la Policía, 'tenía un hematoma' en un brazo, si bien el fallo no entra en el fondo de este asunto y se limita a apuntar su escepticismo. El fallo anota que no había restos biológicos de Benítez en el piso, ni en el Volkswagen Polo de la madre del Cuco en el que Carcaño afirmó, en una de sus versiones, que fue transportado el cuerpo.

De María García, la sentencia señala que sólo llegó al piso de León XIII a las 00.15 horas y que nunca supo nada. Francisco Javier Delgado, según el tribunal, salió de la casa que compartía con Carcaño a las 20.40 y no regresó hasta las 4.00. Al igual que en el caso de Samuel Benítez, los jueces infieren de los listados de llamadas y de la ubicación de Delgado durante dichas llamadas que no estuvo en el piso de León XIII cuando se cometió el crimen, lectura distinta a la realizada por la Fiscalía. Según la sentencia, Delgado no supo nada. Lo que hay contra Delgado y contra María García son, para el tribunal, meros indicios circunstanciales que no resisten una crítica racional a fondo. Los magistrados sí dan crédito a los testigos que apoyan sus coartadas.

Las pruebas presentadas por la acusación particular y la Fiscalía 'no tienen virtualidad para enervar [debilitar] la presunción de inocencia', repite el fallo. Las declaraciones inculpatorias contra Delgado realizadas por el Cuco y por otra menor adolecen de 'falta de credibilidad y fiabilidad' , según los jueces, que tampoco dan crédito al taxista que sorprendentemente declaró contra él en el juicio. ¿Por qué no lo hizo antes?, se preguntan. El in dubio pro reo guía la sentencia. Los restos biológicos de Delgado y García encontrados en una alargadera no aportan nada, según el fallo, que aventura que la conducta de María tras el crimen 'facilitando la labor policial, corrobora periféricamente la más absoluta ignorancia' de los hechos.

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