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La tricolor

HENRIQUE MARIÑO

Juan Carlos abdica del trono y la tricolor toma las plazas. 'Soy el sentimiento del régimen que estuvo a favor el pueblo', evoca una bandera republicana que cubre, a modo de capa, el lomo de Guillermo. Ha venido a la Puerta del Sol por segundo día consecutivo para exigir un referéndum sobre la monarquía. Ayer la protesta fue floja, pero el lunes la plaza madrileña casi cuelga el cartel de no hay entradas. 'Represento la democracia, la justicia social y la igualdad', afirma el paño que luce con orgullo Santiago. 'Todos los españoles somos iguales, desde el concejal del pueblo más pequeño hasta el jefe del Estado, por eso la corona es anticonstitucional', añade esta implacable luchadora 'contra los privilegios' de unos pocos.

La tricolor no está sola y, en algunos casos, ha llegado acompañada de una estrella roja de cinco puntas. 'La república sólo tiene sentido si es socialista y obrera', advierte una bandera comunista, flanqueada por varios jóvenes con enseñas republicanas.

- Encarno el cambio —dice el emblema de Alba.

- Vengo a ser lo mismo, pero sin rey —matiza la escéptica banderola de su compañero.

- Simbolizo el avance hacia un porvenir realmente democrático y popular —tercian los tres colores enarbolados por otro Guillermo, éste con cresta.

- Yo borro todo lo que ha quedado de la dictadura. Franco ya no está, pero lo sigo sintiendo como un fantasma, cuyos crímenes han quedado impunes gracias a Juan Carlos, a Suárez, a Felipe y a Carrillo —añade la bandera de Ricardo, presta a desmitificar al histórico líder del PCE.

Alegoría del liberalismo, los antiabsolutistas la blandieron en el siglo XIX hasta que las paredes de los casinos y ateneos progresistas tomaron el testigo, que entonces y ahora sigue siendo polisémico: libertad, ilustración, ruptura, emancipación, pluralidad... La Constitución de 1931 entendió que, con la inclusión del morado de Castilla, condensaba 'la armonía de una gran España', aunque esa 'paz' ha sido contestada por la rojigualda del águila y, una vez muerto el pollo, incluso por la del blasón coronado. Poco duraría en los consistorios: desde que Éibar, el más madrugador, la izó nada más conocerse los resultados de las municipales de aquel año, hasta que expiró la Segunda República en 1936.

No ha vuelto a ser enseña oficial, aunque se deja ver por manifestaciones diversas. Las causas que defiende pasan por justas (del no a la guerra al 15-M), pero es preciso reconocer que las protestas que secunda están protagonizadas por las izquierdas, como si este sistema político no pudiese ser de centro o los antimonárquicos de derechas. Que se alcen las banderas y hablen: 'El dictador escogió a los Borbones', zanja una tricolor que reposa sobre una mesa, enfundada en un plástico transparente, lista para ser vendida por Manolo. A su lado, una compañera, antes de que se acerque algún asistente y se la lleve, toma la palabra: 'Mi nombre es República, donde el pueblo elige a quien gobierna'.

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