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Vecinos de segunda

El veto a la autovía Teruel-Cuenca, aplaudido por los ecologistas, ha dejado sin esperanza de crecimiento a la zona

SUSANA HIDALGO

En Cañete (Cuenca), una población de 300 habitantes, 'se está cojonudo', afirma con rotundidad Vicente Moreno, obrero de la construcción, mientras echa cemento con una escoba una mañana helada de principios de diciembre. Apenas hay cinco personas en la plaza del pueblo, con una estatua, rodeada de nieve, dedicada al condestable don Álvaro de Luna.

'Lo único malo de vivir aquí', se para a pensar Vicente mientras se apoya en su escoba, 'son las comunicaciones'. Sobre todo ese 'tormento' de carretera con curvas imposibles y sin arcenes, la N-330, que une la provincia de Cuenca (su capital tiene 52.000 vecinos) con la de Teruel (la ciudad tiene 34.000 habitantes). Una carretera que, día tras día, está atestada de furgonetas y de camiones de gran tonelaje.

Cuando nieva o hay niebla, la circulación por la N-330 se convierte en un infierno para vecinos como Matilde Saiz, cartera de Cañete (Cuenca), al volante de su coche toda la jornada; o Lidia Mora, de 23 años, que vive en Salvacañete (Cuenca) y que conduce a diario para ir a estudiar Magisterio Infantil a la capital; o para Joaquín Villanueva, que reside en Teruel pero tiene a su familia en la diminuta localidad de Libros, a 28 kilómetros. Lidia conduce todos los días, entre la ida y la vuelta, 160 kilómetros. El otro día se asustó: había mucho hielo y perdió el control del coche.

Cañete, Salvacañete, Salinas del Manzano, Mas de Jacinto, Libros... Vecinos de poblaciones muy pequeñas, situadas en una de las zonas más deprimidas de España y que esperaban que la construcción de una autovía, la A-40, proyectada desde 2003, les iba a sacar de su letargo y de sus largas horas al volante detrás de los camiones. Pero el reciente veto del Ministerio de Medio Ambiente al proyecto, por su fuerte impacto medioambiental, ha roto sus sueños. Muchos residentes creían que la autovía iba a ser la panacea, la puerta abierta al de-sarrollo. El fin de los problemas, el estar un poco más cerca de Madrid.

Los presidentes de Aragón, Marcelino Iglesias, y de Castilla-La Mancha, José María Barreda, mantuvieron la semana pasada una reunión de urgencia para tratar de desatascar el asunto. Los sindicatos y las plataformas vecinales prometen que, como no cambien las cosas, a partir de enero van a movilizar a toda la población. Habrá manifestaciones y protestas por toda la comarca. La pintada 'Teruel existe' recorre la zona. Pero la autovía, de momento, no se va a hacer. La decisión ha sentado como un tiro en Cuenca y en Teruel. Esta última provincia iba a mejorar, además, sus comunicaciones con Madrid a través de la A-40 .

En cambio, el parón ha sido aplaudido por los grupos ecologistas, que han luchado durante años para defender que el trazado, de haberse construido, destruiría Lugares de Interés Comunitario (LIC) y Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPA) únicas. El cemento se hubiese llevado por delante especies protegidas como el águila-azor perdicera o los complejos lagunares de Arcas o de Fuentes.

'Claro que la gente tiene derecho a circular por una carretera que sea segura, pero entre construir una autovía que iba a ser costosísima y la carretera espantosa y sin arcenes que hay ahora existen muchos términos medios, como arreglar la segunda y adecentarla', señala Cristina Rabadán, técnico de Red Natura 2000 de WWF / Adena. Desde esta asociación defienden el desarrollo de los pueblos, pero no creen que la autovía fuese la mejor solución. 'Sabemos que es difícil que algunos vecinos entiendan nuestra postura, pero el coste ambiental iba a ser demasiado alto y no podíamos renunciar a ello', agrega Rabadán.

Vicente Moreno no quiere oír hablar de los ecologistas. Tuerce el gesto cuando se le pregunta por ellos y por el veto al proyecto. 'Es que es muy fácil defender la naturaleza si no vives aquí. No creo que pase nada por cortar una sabina... Además, los primeros que amamos la naturaleza somos los autóctonos, que nadie venga a darnos lecciones. Claro, los ecologistas viven en Madrid o en Valencia y desde allí yo también defiendolos árboles', se embala este vecino de Cañete. Un paisano se para a escucharle y se une a la conversación. '¿Autovía? Sí, claro. Todo lo que sea progreso es bueno', reflexiona Ángel Chillarón, de 81 años, al lado de su carro de alfalfa.

Las quejas se reparten por todos los municipios afectados. Antonio Asensio, alcalde de Cañete (PSOE) resume con un 'muy mal' su opinión sobre el veto a la autovía. Lo mismo dice Vicente Jiménez, alcalde del PP de Salvacañete, que coincide en la protesta. 'Hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda y nosotros, claramente, somos ciudadanos de segunda', asegura.

'¡Cuenca y Teruel han sido borrados del mapa!', se queja con amargura María Jesús Romero, encargada de una empresa de Cañete que fabrica botones. Los pocos empresarios que hay en estas localidades son los que más sufren el problema del transporte. 'Cuando tengo que pedir un camión para que se lleve varios encargos me cuesta un riñón. Muchos no quieren venir porque estamos aislados de todo y no les merece la pena', lamenta María Jesús, que actualmente sólo tiene un empleado por culpa de la crisis económica. 'Respeto a los ecologistas, pero también hay que mirar los intereses de los demás. Ya sé que no puede llover a gusto de todos, pero la gente aquí está pero que muy, muy enfadada', sentencia. A su lado, Mariano Marquina, su único trabajador, asiente con el gesto serio mientras coloca en las máquinas la pasta con la que se hacen los botones.

Otro de los que se siente frustrado y 'engañado' es Paco Ibáñez, que regenta un restaurante y unos apartamentos rurales. A la hora del aperitivo hay cuatro jubilados mirando la televisión. 'La autovía me hubiese supuesto comidas para los obreros durante su construcción. Y, luego, con la carretera, los tiempos se acortan; vendrían muchos más turistas', afirma muy seguro.

Y es que todos hablan de la A-40 como la gran solución a sus problemas. 'Eso no es cierto. La gente utiliza la autovía como un servicio para llegar al destino, no para detenerse en los municipios. Por ejemplo, la autovía de Burgos pasa por pueblos de Madrid y esto no les ha supuesto ningún desarrollo', replica Carlos Villeta, de Ecologistas en Acción de Cuenca. 'Muchos de nosotros nos hemos criado en pueblos y conocemos perfectamente los problemas de la zona', remacha.

Los ecologistas defienden, además, que no salen los números para construir esta autovía, que contaba con un presupuesto de 519 millones de euros y 139,4 kilómetros de longitud. 'No tenía un tráfico mínimo para ser construida. Los estudios seña-lan que apenas iban a pasar unos 2.000 vehículos diarios cuando lo normal es que sea utilizada por al menos 10.000', explica Cristina Rabadán desde WWF / Adena.

Esta es la segunda gran carretera, después de la que iba a unir Córdoba con Toledo, que es vetada por el Gobierno central por motivos medioambientales. 'Ha sido una buena noticia, no estamos acostumbrados', afirman los ecologistas. En la actualidad, hay en proyecto 770 kilómetros de autovías que, de aprobarse definitivamente, pasarían por zonas declaradas LIC.

Mientras las Administraciones aragonesa y castellano-manchega discuten, los ecologistas argumentan, los sindicatos pelean... y los camiones siguen cruzando poblaciones como Libros, en Teruel, que no llega a los 200 vecinos. La carretera N-330 cruza el pueblo como si fuese un paseo totalmente encajonado y pegado a las casas. Más de un camión ha terminado incrustado en el portal de algún vecino.

'Esto es una vergüenza, ¡no caben los camiones!', grita Francisco, el dueño de una carpintería mientras observa sentado en su pequeño transporte el paso de un enorme vehículo de color blanco. '¡O se mete o no cabe! Menos mal que no venía otro camión, que si no...', continúa el hombre. En Transportes Generales Alfonso, una empresa turolense, aseguran que es frecuente que sus camiones pierdan 'un par de retrovisores al año', debido a la estrechura de la calzada.

Pero no todos los vecinos están a favor de la autovía. Moisés, que vive en Valdemeca (Cuenca), se autodefine como 'ecologista' y prefiere seguir con su carretera con curvas. A 40 kilómetros de allí, en Salvacañete, un hombre trabaja la madera al atardecer. 'Me gustan las carreteras con curvas, como la que tenemos ahora. Claro, la gente de Madrid está acostumbrada a las autovías rectas y luego, cuando llegan aquí, se asustan y no saben conducir', explica.

Mientras, a la salida de Libros, Manuel se fuma un puro mientras cuida de sus ovejas. El rebaño pasta al lado de la N-330. Cada vez que pasa un camión, los animales se asustan y se dispersan. Los perros ponen al ganado de nuevo en formación. Y así una y otra vez. 'Las tengo estresadas. Ni siquiera las puedo vender. Sí, claro que quiero una autovía y recuperar la tranquili...', concluye Manuel mientras el sonido de un camión oculta por completo el final de su conversación.

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