Rolls-Royce Wraith
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Artesanía y alta tecnología para que el cliente más exclusivo se traslade en una alfombra mágica de 632 CV.

Cualquier Rolls-Royce está diseñado para satisfacer los deseos de clientes sin preocupaciones monetarias, pues se dice que si alguien pregunta por su precio y el de sus casi infinitas opciones es que no puede permitirse poseer uno.

Aunque no es un tema favorito para la marca, bajaremos a tierra para informarles de que, en el caso del Wraith, se negocian cifras superiores a los 400.000 . Los vendedores de un Rolls-Royce prefieren comentar cara a cara las especificaciones y caprichos de sus clientes y, sólo después, llegaría el largo proceso de calcular cuánto costará empezar a fabricar su unidad. Ciertamente es una posición de privilegio para la exitosa marca británica que no ha dejado de aumentar sus ventas en todo el mundo desde que fue adquirida por la alemana BMW.

Nunca había tenido la oportunidad de ponerme al volante de un Rolls-Royce, así que estaba impaciente por aprovechar la invitación de la marca para desplazarme hasta Riga, capital de Letonia, donde, por una mañana, estaría a mi disposición uno de sus nuevos Wraith, el Rolls-Royce más potente que se ha fabricado nunca.

Lo mueve un enorme motor V12 biturbo, de 6,6 litros, fabricado en colaboración con BMW, que eroga 632 CV de potencia y es capaz de acelerar sus 2,4 toneladas de peso en vacío, de cero a cien kilómetros por hora, en 4,6 segundos. La velocidad máxima está limitada por el fabricante a 250 km/h, aunque sospecho que su gran superficie frontal y escasa aerodinámica no dejaría sobrepasar esa cifra.

A pesar de su imponente presencia, con 5,3 metros de largo, el Wraith es un Ghost de dos puertas algo más deportivo, con un diseño intemporal que seguirá gustando con el paso de los años. Llaman la atención las extravagantes puertas que se abren hacia atrás, tan grandes que, una vez dentro del coche, tienen que ser cerradas eléctricamente, pulsando unos botones en la parte superior del salpicadero.

En Rolls-Royce, la atención al detalle es una religión. El lujo con el que está construido el interior es suntuoso y de buen gusto, tapizado en piel de la mejor calidad, maderas nobles, mullida moqueta y un techo… plagado de estrellas, con más de mil trescientas pequeñas luces de fibra óptica insertadas a mano en el guarnecido superior, a lo que se añaden detalles tradicionales, como los empujadores cromados para las salidas de aire.

Es un estricto cuatro plazas, en el que el acceso a los asientos posteriores es muy fácil, tratándose de un coche de dos puertas, con tal sensación de confort en los profundos asientos traseros que uno no querrá salir de allí. El gran maletero está perfectamente tapizado y cubica 470 litros.

El tablero de instrumentos lo presiden dos relojes: el velocímetro y un indicador del porcentaje de potencia disponible bajo el pedal del acelerador, que sustituye al habitual cuenta-revoluciones: Según la marca, conocer la velocidad de giro del sigiloso motor no es importante, lo es más saber la cantidad de fuerza remanente a disposición del conductor.

Tras ponerlo en marcha, por supuesto con un botón, la mayor parte del tiempo es tan silencioso y refinado como se espera de un Rolls, sin embargo sólo hay que pisarle a fondo para sentir el sonido del V12 desperezándose y su gran aceleración. Es sólo un momento, posiblemente al salir de un Stop para incorporarse al resto del tráfico, pero da la sensación de que el Wraith ha estirado sus músculos como haría un deportista ante una prueba de resistencia, pues es capaz de cubrir largas distancias, a velocidades inconfesables, en el mayor de los silencios.

Estable y fácil de conducir; la suspensión delantera, con doble brazo oscilante y la trasera multibrazo, se combinan con un sistema inteligente de suspensión neumática en las cuatro ruedas y la amortiguación electrónica variable, para mantener la sensación de moverse sobre una alfombra mágica, ajustando la inclinación de la carrocería para compensar el balanceo. Como no podía ser de otra manera, dado su elevado peso, los frenos están suficientemente dimensionados para ser incansables.

La transmisión es automática de ocho velocidades, fabricada por el especialista ‘ZF’, y carece de levas tras el volante, ni tecla ‘Sport’ para aumentar las prestaciones; sólo una posición ‘Low’, en la palanca de cambio situada en la columna de la dirección, para aumentar la retención del motor. Como es de esperar, funciona con gran suavidad, sin que apenas se perciba cuando sube o baja de marchas, pero lo más llamativo es que conoce el trazado de la carretera, a través de una conexión por GPS, para anticiparse a las necesidades y seleccionar anticipadamente la marcha óptima a engranar, en función de la velocidad y estilo de conducción.

A pesar de su enorme potencia y seguridad avanzada, el nivel de refinamiento es tal que no invita a circular con rapidez sino disfrutando del mejor equipo de sonido montado de serie en un coche.

Félix Caballerowww.vidapremium.com

Fuente: Vida Premium
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