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El Nobel se inclina ante Al Gore

El premio se ha fallado hoy en Oslo y ha confirmado los rumores que habían circulado en los últimos días

ISABEL PIQUER

El ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU fueron galardonados ayer con el premio Nobel de la Paz 2007 por su labor de alerta sobre los peligros del calentamiento global y por crear “crear una conciencia mundial sobre las medidas a adoptar”.

Gore recibió la noticia en San Francisco donde subrayó en un comunicado que “la crisis del clima” no es un asunto político, sino “un reto moral, y espiritual para toda la humanidad” y recordó “la emergencia planetaria” a la que se enfrenta el mundo.

El premio recompensa una carrera dedicada al medio ambiente, no siempre comprendida por sus compatriotas, y confirma el renacimiento de Al Gore al que todos daban por políticamente muerto tras su traumática derrota en 2000 ante George Bush.

El Oscar por su documental Una verdad incómoda, el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, el reciente Emmy por su canal de televisión Current TV y ahora el Nobel le confirman a sus 59 años como nuevo gurú medioambiental. Donará la mitad del dinero que le toca (550.000 euros) a la Alianza para la Protección del Clima, cuyo comité ejecutivo dirige.

Es poco probable que el ex vicepresidente traduzca su nueva popularidad en una candidatura hacia las elecciones presidenciales del 2008. Aunque no ha dado un no definitivo, Gore ha declarado que en principio no le interesa. En el partido demócrata no todos serían partidarios de su regreso, sobre todo ahora que Hillary Clinton encabeza con claridad los sondeos.
 
La Casa Blanca quedará como su gran asignatura pendiente. Gore, hijo de un senador patricio de Tennessee (sillón que él mismo ocuparía de 1985 a 1993) se crió y educó con la idea de ocupar el Despacho Oval.  A eso debían prepararle sus años de segundón durante los dos mandatos de Clinton. El Nobel le acerca al menos a otros dos  presidentes galardonados, Theodore Roosevelt (1906) y Jimmy Carter (2002) y le permite sobre todo hacer realidad el máximo sueño americano: el de reinventarse a sí mismo.

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