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"Aquí vivimos muertos", dice la secuestrada Betancourt

El diario de Bogotá El Tiempo publica la carta de la diputada secuestrada Ingrid Betancourt a su madre. 

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'Este es un momento muy duro para mí. Piden pruebas de supervivencia a quemarropa y aquí estoy escribiéndote mi alma tendida sobre este papel. Estoy mal físicamente. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades.

Así empieza la carta que la diputada colombo-francesa ha enviado a su madre y que publica el diario El Tiempo de Colombia. Betancourt, en poder de las FARC desde hace casi seis años, es una de las 600 personas que están secuestradas por esta guerrilla.

'No tengo ganas de nada. Creo que eso es lo único que está bien, no tengo ganas de nada porque aquí en esta selva la única respuesta a todo es 'no'. Es mejor, entonces, no querer nada para quedar libre al menos de deseos. Hace 3 años estoy pidiendo un diccionario enciclopédico para leer algo, aprender algo, mantener la curiosidad intelectual viva. Sigo esperando que al menos por compasión me faciliten uno, pero es mejor no pensar en eso', escribe Betancourt.

 La diputada y candidata presidencial fue secuestrada el 23 de febrero de 2002.

 'La vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo o sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con lo cual puedo pensar que tengo una casa'.

 'Todos estos años han sido terribles, pero no creo que podría seguir aún viva sin el compromiso que nos brindaron a todos los que aquí vivimos muertos', añade la diputada.

 En la carta, una de las varias pruebas de vida que el Gobierno de Colombia arrebató a tres guerrilleros detenidos y que este viernes hicieron publicas, Betancourt dirige mensajes a sus hijos, a su compañero y sus seres más próximos. 

'Tienen la vida pendiente, busquen llegar a lo más alto, estudiar es crecer, no solo por lo que se aprende intelectualmente, sino por la experiencia humana, la gente alrededor de uno que lo alimenta emocionalmente para tener cada día mayor control sobre uno mismo, y espiritualmente, para moldear un mayor carácter de servicio a los demás, donde el ego se reduzca a su más mínima expresión y se crezca en humildad y fuerza moral. Una va con otra. Eso es vivir, crecer para servir (...).'

Aunque son contínuas las alusiones al dolor y la soledad, Ingrid, que alaba a países como Francia o Estados Unidos, tiene también palabras que traslucen cierta esperanza. 

'En Colombia todavía tenemos que pensar de dónde venimos, quiénes somos y a dónde queremos ir. Yo aspiro a que algún día tengamos esa sed de grandeza que hace surgir a los pueblos de la nada hacia el sol. Cuando seamos incondicionales ante la defensa de la vida y de la libertad de los nuestros, es decir, cuando seamos menos individualistas y más solidarios, menos indiferentes y más comprometidos, menos intolerantes y más compasivos. Entonces ese día seremos la nación grande que todos quisiéramos que fuéramos. Esa grandeza está ahí dormidita en los corazones. Pero los corazones se han endurecido y pesan tanto que no permiten sentimientos elevados. Pero hay mucha gente que yo quisiera agradecer porque están contribuyendo a despertar los espíritus y a engrandecer a Colombia'. 

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