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La decepción de los intelectuales

El grupo de intelectuales que apoyó a Sarkozy le da ahora la espalda

ANDRES PÉREZ

Vladímir Putin, Hu Jintao, Muamar El Gadafi, Idriss Déby, Denis Sassou N'Guesso, François Bozizé...Larguísima es ya la lista de nuevos amigos de Nicolas Sarkozy que pueden ser tachados de dictadores o autócratas.

En sólo siete meses, el presidente que había anunciado el fin de una diplomacia 'de Realpolitik, que te lleva a abandonar tus valores sin por ello ganar un solo contrato', habrá abrazado, acogido, reído y cenado con lo peorcito del planeta, y eso para ganar contratos. El grupo de intelectuales moralistas y atlantistas que le apoyaron dan ahora la espalda al que fuera su gran promesa.

Cuando Nicolas Sarkozy hace algo, lo hace a lo grande. Por ejemplo, cuando se divorcia. Diciembre habrá sido el mes de tirarse los trastos a la cabeza con algunas de las plumas más celebradas de este país. Plumas que, como el filósofo André Gluksmann, en su día apoyaron al candidato a la presidencia esperando que se convirtiera en el gran moralizador atlantista de la diplomacia de Estado más poderosa de Europa.

El detonador de la querella ha sido la larga y fastidiosa visita del líder libio Muamar El Gadafi a París, en la que Sarkozy desplegó la alfombra roja y todos los honores a un dictador que no ha enviado ningún signo de democratización y que sólo trajo una chequera repleta, además de un plácet debido exclusivamente al hecho de haber liberado a las enfermeras búlgaras; eso sí, después de haberlas torturado durante ocho años.

Doble rasero

Imposible saber si Sarkozy lo hizo adrede. Pero la verdad es que no hay nada mejor que un buen Gadafi para poner verdes a este grupo de la inteligentsia francesa, cuya punta de lanza son el autor Pascal Bruckner y los filósofos Bernard Henri-Lévy y André Glucksmann, abanderados de lo que aquí se llama el droitsdelhommisme; es decir, una manera algo monomaníaca de poner los derechos humanos por delante, olvidando que se violan en muchas partes, incluidos lugares con bandera norteamericana.

Henri-Lévy abrió fuego contra Sarkozy al afirmar que el presidente había cedido ante el 'atraco diplomático' perpetrado por un Gadafi 'gran terrorista'.El lunes pasado, con Gadafi recién llegado y la cena todavía en la boca, un Sarkozy visiblemente irritado improvisó una conferencia de prensa para replicar desencajado: 'Está muy bien eso de dar lecciones de derechos humanos adoptando una pose entre el Café Flore y el Zenith'.

Primera disidencia

La alusión al Zenith viene del nombre de la sala de conciertos donde, hace cinco semanas, los intelectuales que habían cedido al sarkozysmo anunciaron su primera disensión con un mitin contra la instauración de tests genéticos para los inmigrantes, prevista por una nueva ley en Francia.

La alusión al Café Flore, que fue lugar mítico de la inteligentsia desde Jean-Paul Sarte hasta Henri-Lévy en el barrio parisino de Saint-Germain, era más extraña: desde hace años, ese café es ante todo una reliquia que visitan con delicia las turistas japonesas adineradas.

André Glucksmann, por su parte, abrió su corazón al diario Corriere della Sera para explicar que atraviesa una verdadera 'desilusión' por la reconversión tercermundista sui generis del presidente y, sobre todo, por la decisión de Sarkozy de convertirse en uno de los únicos dirigentes europeos que saludaron afectuosamente la victoria del partido de Vladímir Putin en las recientes legislativas rusas.

La querella tendrá sus próximos episodios con una rocambolesca misión de intelectuales a Birmania -en preparación- y con la tentativa de un grupo de intelectuales de consolidar un nuevo partido, Izquierda Moderna, que se autodenomina sarkozysta de izquierda.

Pro-estadounidenses
Después de participar en mayo del 68, después de anclarse a la izquierda en los setenta, después de volverse humanistas y antitotalitarios en los ochenta y después de autoimaginarse intervencionistas quijotescos en los noventa, autores como Henri-Lévy o Gluksmann han empezado el siglo XXI volviéndose ardientemente proestadounidenses, defensores de Occidente, moralistas y un pelo islamófobos.

Rizando el rizo, intentaron convertirse en una especie de pata izquierda del sarkozysmo y jugaron la baza de su considerable influencia en la opinión.Sarkozy, a pesar de su programa claramente ultra en materia de inmigración y de orden público, se había convertido en el campeón de esta corriente de pensamiento heredera de los Nuevos Filósofos.

Glucksmann, Bruckner y otros como Pierre-André Taguieff o Romain Goupil lo apoyaron explícitamente. Bernard Henri-Lévy, fiel a su política de doble juego, estuvo en el campo de la socialista Ségolène Royal, pero al mismo tiempo aceptó reuniones con Sarkozy y ofertas de entrar en sus equipos.

Esa apertura del presidente Sarkozy al centro y a la izquierda intelectual parece ahora comprometida. No es gadaficompatible.

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