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"China no se merece sus Juegos"

La dramaturga Ariane Mnouchkine se ha convertido en símbolo de los franceses que intentan convertir los Juegos Olímpicos en escarnio de la dictadura de Pekín

ANDRES PÉREZ

Los dirigentes chinos van a pasar otro mal trago con los franceses. Este domingo se celebra el maratón de París, con 30.000 corredores, muchos de los cuales portarán pegatinas con el mensaje 'corro, pero sin pisotear los derechos humanos'. Y mañana, la llegada de la llama olímpica también va a obligar a las cámaras de televisión chinas a mirar a otra parte.

Ariane Mnouchkine, directora del Teatro del Sol y figura legendaria del teatro francés, lidera desde el mundo de la cultura la plataforma de la sociedad civil francesa partidaria de transformar los Juegos en una herramienta para presionar a Pekín.

¿Qué busca con su campaña?

China hizo promesas de avances en derechos humanos de cara a los Juegos, pero no las cumplió y ahora tiene entre manos unas Olimpiadas que no se merece. No vamos a fingir que ha cumplido. Cuando hablamos de boicot, se trata de un medio para obtener algo. Utilizamos la presión para que los dirigentes chinos se den cuenta de que corren el peligro de que sus Juegos no sean lucidos. Y la única manera de escapar a ese peligro es ceder: en la pena de muerte, en la tortura, en las libertades. Que se reúnan con el Dalai Lama. Que China pruebe que no es sorda ni ciega ni omnipotente.

Pero, ¿quieren lograr un boicot de los Juegos o que la fiesta se convierta en una lluvia de críticas para el régimen de Pekín?

En Francia hay un movimiento que piensa en el boicot integral de los Juegos y gente partidaria de boicots puntuales de las ceremonias. Yo pienso que con los Juegos Olímpicos tenemos una palanca, una herramienta para intentar arrancar algún avance a China. No quiero un boicot simbólico para salvar conciencias.

Difícil, si los únicos que se mueven son un puñado de manifestantes

Sí, claro. Pero hay una enorme reserva de fuerzas. Hay empresas que patrocinan las Olimpiadas de Pekín; debemos poder poner esa deshonra en la plaza pública. Y ese boicot podría durar tras la clausura de los Juegos.

Cuidado. Un boicot protocolario permitiría a los dirigentes occidentales salvar las apariencias y meses después volver a Pekín en busca de contratos. Las empresas seguirían como siempre. Otra cosa es el boicot económico.

Es importante decir a los ciudadanos europeos que sí disponen de un medio de presión. Los gobiernos no paran de decir que nada es posible, que estamos locos. El diario Le Monde nos trató en una tribuna de 'soñadores'. Pero oiga: ¡Basta ya! Dan ganas de responder que, si no hubiera habido nunca soñadores, no tendríamos derechos humanos. Sí, es un sueño. Sí, parece imposible. Pero seamos realistas: si atacamos al poder chino en el monedero, tendrá que hacer como todo el mundo. El poder chino reposa sobre nuestra propia mezquindad, nuestro monedero como clientes.

Ha dicho 'nuestra mezquindad'. ¿En quién piensa?

Diré simplemente mi propia mezquindad, no voy a hablar de otros. Los tiranos se apoyan en mi mezquindad, en mi pereza. Es verdad, no siempre pienso en mirar la etiqueta de lo que compro. Pero si digo: hasta que sea abolida la pena de muerte en China, no compraré una sola prenda de ropa, no compraré un sólo producto de fabricación china. Pekín tendría que reaccionar. Si digo: no compraré un solo producto de los patrocinadores de los Juegos, no entrará ni una gota de Coca-Cola a casa, entonces todo cambiará. Es sano poder decir a nuestros hijos que el combate y la lucha dan resultado. Es lo contrario de decirles: túmbate ahí, traga, no aportas nada, el mundo se hace sin ti.

El Comité Olímpico Internacional sostiene que hay que evitar peleas y que por eso prohíbe la expresión política en los terrenos de competición

Decir que la Carta Olímpica prima sobre los derechos humanos es indignante. La Carta Olímpica no es más que una carta. La Declaración de Derechos Humanos es una ley universal. Es más: la Carta reconoce que los Juegos deben desarrollarse bajo los principios éticos universales.

Es increíble el eco que ha tenido su palabra. Quizá porque el mundo deportivo está tan lejos del mundo de la cultura.

Nada es ajeno al mundo de la cultura. Los Juegos Olímpicos son un inmenso espectáculo que apasiona a miles de millones de personas. Y este año tienen lugar en un país con 10.000 ejecuciones por año. En el que no hay prensa libre. Donde se practica la tortura. Donde hay un proceso de genocidio cultural en marcha con Tíbet. Hay que decirlo claramente.

Pero los deportistas tienen su lógica. Algunos dicen que, si se les priva de los Juegos, será una catástrofe para su carrera.

No creo que corresponda a los deportistas, solos, encontrar la solución para hacer que China cambie. Esos chicos y chicas, muchos de ellos jovencísimos, son quienes serán el centro del universo. Y la mayoría no sabe nada del Tíbet, de la pena de muerte. Tienen razón al preguntarse: ¿pero cuál es la proporción entre ir a correr a un estadio y vender centrales nucleares? Esto es un movimiento ciudadano. Si todos los ciudadanos se ponen detrás de sus atletas, ellos comprenderán que una medalla de oro, por bonita que sea, si está mancillada por el deshonor de la pena de muerte, no forzosamente valdrá la pena.

¿Qué grado de movilización real hay entre los deportistas franceses?

Yo noto que por primera vez hay deportistas que reflexionan sobre la cuestión, se interrogan, se dicen que no pueden ir y no hacer nada.

De momento lo que hay sobre todo son muchos notables del deporte que ponen el grito en el cielo por un posible boicot.

Los deportistas están pensando qué van a hacer. Podemos entender que los atletas franceses decidan ir a los Juegos. ¡Quién soy yo para pedirles el boicot! Primero tengo que ver qué puedo hacer yo.

¿La plataforma pro-boicot está al principio de la presión o el gesto simbólico ya ha pasado?

Estamos al principio. Podemos acentuar la presión. No puedo imaginar unos Juegos Olímpicos que llegaran a celebrarse tranquilamente sin más, sin señales de rebelión. Imagine si un atleta o un ciudadano chino hiciera un gesto de rebelión, poniendo en peligro su vida, un auténtico héroe o heroína, y nosotros no hiciéramos nada. ¿Qué imagen ofreceríamos? Hay disidentes en China, gente muy valiente, que esperan un gesto de nuestra parte. La ceremonia de inauguración, si nuestros dirigentes van, sería una señal mortífera para las naciones democráticas.

Pero con la acción que intentan desencadenar tocan un punto muy sensible: China es dominadora y genocida ahora, Occidente lo fue en su día.

Por supuesto. Occidente fue colonialista. Pero estamos hablando del 8 de agosto de 2008. No hablo del 8 de agosto de hace 50 años, por Francia en Argelia, o del 8 de agosto de hace unos siglos o un 8 de agosto franquista, en el caso de España. Hablo de 2008. 

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