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11-S "La credibilidad de EEUU está en juego": así se desmoronó la gran mentira de las armas de destrucción masiva en Irak

La Oficina de Inteligencia del Departamento de Estado elaboró informes de seguimiento sobre la repercusión mundial de aquel engaño, utilizado como principal excusa por Bush, Aznar y Blair para atacar a ese país del Golfo Pérsico.

George W. Bush
El expresidente George W. Bush en una imagen de archivo. Lucy Nicholson / REUTERS

El guion que sirvió para justificar la invasión de Irak estaba construido sobre una trama falsa. La intervención militar en aquel país, enmarcada en la "guerra global contra el terror" que el entonces presidente de EEUU George W. Bush libró con el apoyo del primer ministro británico Tony Blair y del mandatario español José María Aznar, se basó en la existencia de unas supuestas armas de destrucción masiva que nadie jamás encontró. Cuando el mundo comenzó a descubrir esa mentira, los miembros del área de Inteligencia del Departamento de Estado de EEUU pusieron sus antenas en alerta. 

"Algunos periódicos favorables a la guerra han empezado a asumir que no se encontrarán las armas de destrucción masiva", señalaba la Oficina de Inteligencia e Investigación de dicho organismo en un informe confidencial elaborado el 6 de agosto de 2003, casi cuatro meses después de que EEUU y sus aliados emprendieran oficialmente la aventura belicista de Irak, que dejó un saldo estimado de 200.000 civiles fallecidos y casi tres millones de desplazados internos.

Los informes de Inteligencia tenían como objetivo advertir al Gobierno de George W. Bush sobre el creciente descreimiento en la guerra de Irak y, particularmente, alertar sobre el derrumbe de la gran excusa usada para montar esa guerra: los hipotéticos arsenales de armamento altamente destructivo que, según Bush y sus socios, estaban a disposición del régimen de Sadam Hussein.

EEUU y sus aliados consiguieron derrocar a Sadam en menos de dos meses, pero las prometidas armas de destrucción masiva nunca aparecieron. A principios de 2008, el prestigioso e independiente Center for Public Integrity de EEUU publicó un estudio en el que detalló que entre 2001 y 2003 el Gobierno de Bush había realizado 935 declaraciones falsas en torno a la supuesta amenaza que Hussein representaba para Washington.

"Falso, fabricación..."

En agosto de 2003, con Bagdad ya en manos de las tropas occidentales, la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado recopiló otras cifras: "De 132 editoriales y artículos de opinión de 45 países encuestados entre el 3 y el 31 de julio, las palabras mentira, mentirosos o mentir aparecen en 41", mientras que "otros 20 utilizan calificativos como falso, fabricación o falsificación para referirse a las afirmaciones de EEUU y el Reino Unido sobre las armas de destrucción masiva". "Otros redactores emplearon palabras más suaves, como decepción, engaño o exageración", apuntaba.

En un documento desclasificado del Gobierno de EEUU al que ha tenido acceso Público, el organismo alertaba que "las acusaciones de mentiras y engaños también se han expresado en las páginas editoriales de medios de comunicación de aliados como Israel, Canadá y varios países de la OTAN". "Periódicos alemanes y franceses de todo el espectro ideológico han acusado a la coalición de presentar los argumentos para la guerra con engaños, distorsiones, el uso de documentos fabricados y demasiadas mentiras", agregaba.

En un apartado titulado La credibilidad de Estados Unidos está en juego, la Oficina de Inteligencia señalaba que "en todo el mundo, la mayoría de los observadores afirman que la credibilidad del presidente Bush y del primer ministro Blair está siendo rehén de la cuestión de las armas de destrucción masiva, y que cualquier cosa que no sea un sólido descubrimiento de las armas socava los argumentos que se presentaron para la guerra".

En otro tramo del informe, los funcionarios del Gobierno de Bush utilizan el término "desaparecidas" para referirse a las armas nunca encontradas. 

"Ausencia"

"La cuestión de las armas de destrucción masiva" también aparecía citada en un informe de la Oficina de Inteligencia fechado el 30 de mayo de 2003, cuando estaba a punto de cumplirse un mes de la caída de Bagdad. "Los diarios de tendencia izquierdista, como es lógico, citaron la ausencia de armas de destrucción masiva y los recientes atentados terroristas en Arabia Saudí y Marruecos para validar su oposición inicial a la guerra", remarcaba.

No obstante, subrayaba que incluso los medios conservadores, "a medida que aumentaban las dificultades de la transición, reconocieron que el hecho de no confirmar la existencia de ADM [armas de destrucción masiva] podría socavar la credibilidad de los aliados y aumentar las críticas de la opinión pública". "Incluso el incondicional proguerra ABC de España dijo que el descubrimiento de las ADM era necesario para silenciar a los conspiradores que se oponían a la acción militar", agregaba.

Construir un relato

"Fuentes y datos erróneos, falsas verdades, un mal trabajo de inteligencia y unas ganas políticas de construir un relato que justificara la guerra en Irak se conjuntaron con un fatal desenlace: iniciar una guerra innecesaria y de consecuencias desastrosas", afirma a Público Jordi Armadans, director de la organización catalana FundiPau.

Por su parte, Olatz Cacho, portavoz de Amnistía Internacional España, destaca precisamente que ese relato sobre las armas de destrucción masiva dio lugar a otros hechos que aún hoy tienen repercusión internacional. "En general, una gran mayoría de las medidas que tomaron los Estados Unidos en su mal llamada guerra contra el terror supusieron a corto y largo plazo una reducción de los derechos humanos en todo el mundo", sostiene.

"En el contexto inmediatamente posterior al shock por los atentados del 11-S en EEUU –añade Armadans–, hablar de armas de destrucción masiva y terrorismo generaba un miedo social, mediático y político que podía favorecer y justificar cualquier tipo de acción, por arriesgada o incierta que fuese". Irak, por ejemplo. También Afganistán. 

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