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Estados Unidos ya no tiene tantos amigos entre los checos

Aumenta el rechazo a la instalación de un radar antimisiles al sur de Praga

GUILLEM SANS MORA

Condoleezza Rice se topará hoy con una segunda revolución de terciopelo en su visita a Praga para firmar un acuerdo que permitirá a EEUU instalar un radar antimisiles en el distrito de Brdy, a 60 kilómetros al suroeste de la capital.

La revista Respekt emplea esa metáfora histórica para referirse al rechazo social que despierta entre la población el acuerdo que la secretaria de Estado de EEUU firmará con el Gobierno checo. El radar es parte del escudo antimisiles de Washington.

'No se puede luchar contra el terrorismo con un radar', comentaba ayer, en Praga, Jan Neoral antes de intervenir en una rueda de prensa de la iniciativa No a las bases, que aglutina desde hace dos años el descontento de dos tercios de la población checa con los planes de Washington.

Neoral es alcalde de Trokavec, un pueblecito de 97 habitantes en Brdy. Rusia ve el radar como una amenaza, y a Neoral le inquietan las voces del Ejército ruso que amenazan con dirigir misiles nucleares contra Brdy. 'Pero nuestra principal preocupación es la salud. Las radiaciones de 10,5 gigaherzios pueden ser perjudiciales', explica.

La otra pieza del escudo antimisiles en Europa es la batería de lanzamiento de cohetes que EEUU proyecta en Polonia. Washington no se ha puesto de acuerdo con Varsovia, que reclama a cambio inversiones millonarias para modernizar el Ejército polaco. EEUU ya ha anunciado que se plantea instalar la base en Lituania, pero eso podría despertar recelos aún mayores en Moscú, ya que esa antigua república soviética está aún más cerca de Rusia.

Visitas de terceros

Para apaciguar esa desconfianza, Praga no descarta 'invitar' a oficiales rusos a participar en el proyecto. 'El acuerdo que se va a firmar permite visitas de terceros con la aprobación de las autoridades checas y estadounidenses', dijo a Público Katerina Weissova, asesora del ministro checo de Asuntos Exteriores, Karel Schwarzenberg.

La ratificación del acuerdo en el Parlamento checo se presenta incierta por la ajustada mayoría de la coalición gubernamental.

El radar tendría que instalarse en una base militar de 1930 usada sucesivamente por fuerzas nazis y soviéticas. Son en total unos 100.000 los vecinos de Brdy que se sienten amenazados. Pegatinas en los buzones y pintadas antiamericanas que tachan a Bush de terrorista y lo comparan con Hitler documentan el rechazo de los vecinos al proyecto.

En Jince, con 2.200 habitantes una de las mayores localidades de la región, muchos han firmado en las mesas petitorias antirradar. A Olga Wagnerova, propietaria de una tienda de comestibles, no le seduce la perspectiva de mejorar el negocio por la presencia de soldados estadounidenses. 'Me da igual. No queremos el radar', sentencia.

Las protestas han unido a la generación de los disidentes que lucharon contra la represión soviética y una juventud que desde la caída del muro ha visto a EEUU con simpatía. En 2002, el 71% de los checos tenía una opinión favorable de EEUU. En 2007, iniciadas ya las protestas contra el radar, era sólo del 45%, según el Informe Pew sobre actitudes globales. Ahora, los mayores se esfuerzan por apaciguar un antiamericanismo juvenil surgido del rechazo al radar.

Los viejos disidentes

'No estamos en contra de EEUU, sino contra la idea de que un Estado dicte a los demás lo que tienen que hacer', dice Petr Uhl, de 66 años. Este signatario de la Carta 77, el manifiesto que denunció las violaciones de los derechos humanos del régimen comunista y dio origen a la oposición, cree que hay que distinguir entre pueblo y Gobierno de EEUU. 'Es posible estar contra el radar sin ser antiamericano', explicó Uhl a Público en su domicilio de Praga.

Muchos jóvenes checos de la iniciativa antirradar ni siquiera saben que la huelga de hambre fue una de las formas de protesta que disidentes encarcelados como Uhl usaron contra el régimen comunista. Jan Bednar, diseñador gráfico de 29 años, perdió 10 kilos de peso después de 21 días de huelga de hambre. Fue uno de los dos activistas checos que se pusieron a régimen de té, agua de verduras y zumos de frutas para decir no al radar.

'El 4 de julio, los americanos celebraron su día de la independencia. Pues bien, nosotros también queremos ser independientes', dice Bednar en un café de Praga.

Sus explicaciones provocan la reacción airada de un espontáneo maduro en la mesa de al lado, que le pregunta con agresividad cuántos años vivió bajo el comunismo. Como muchos de sus compañeros, Bednar ve a EEUU como la nueva potencia invasora.

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