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La pequeña Rusia en tierra de Israel

El ruso es la lengua que más se oye en la ciudad de Ashkelón, feudo de los emigrantes judíos de la extinta URSS

 

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Ashkelón es la ciudad israelí donde se consume más carne de cerdo, un manjar que el Levítico prohíbe rigurosamente a los judíos. Muchos israelíes consideran que esta villa es un inmenso gueto ruso dentro del país, ya que casi la mitad de sus 120.000 habitantes provienen de las repúblicas de la antigua Unión Soviética.

Simplemente paseando por las calles uno se da cuenta de que el ruso es la lengua que más se oye y por doquier dominan los carteles en caracteres cirílicos, a veces con traducción al hebreo y otras no.

Evgenia Komissarchik emigró a Israel desde Lituania en 1991, en plena perestroika. Tenía dieciséis años. Su familia se estableció cerca de Ashkelón y estudió en el instituto hasta que la llamaron a filas. Luego cursó magisterio en la Universidad y ejerce como maestra en Kiryat Ono.

'En mi caso, la integración en Israel no ha sido un problema. Tal vez todo habría sido diferente si hubiera llegado más tarde, pero en el instituto, en la mili y en la universidad aprendí bien hebreo', comenta con un fuerte acento ruso.

'En la mili me destinaron a un departamento de Psicología. Estuve en varias ciudades palestinas de Cisjordania y en Gaza durante la primera intifada. Tenía que estudiar la salud mental de los soldados y ayudar a los que tenían problemas'.

Evgenia ha venido a Ashkelón con su esposo, Nahum, y su hija Aliza, de 9 años, y con ellos deambula por el amplio vestíbulo del coqueto centro de congresos, donde durante dos días se celebran decenas de actividades sobre el judaísmo. Casi todas las ponencias son en ruso.

Organiza el congreso Lim-mud (que significa estudio en hebreo), una organización que se fundó en el Reino Unido en 1981 y ahora cuenta con secciones en Israel y en varios países donde hay importantes comunidades judías. Su misión consiste en atraer a los judíos al judaísmo, pero sin hacer hincapié en la religión.

Extranjeros en su país

'Nosotros nos sentimos bien en Israel y nunca hemos pensado en marcharnos', continúa Evgenia. 'Mi familia vino sin ser sionista, pero en 1991 en Lituania y en Rusia no nos sentíamos de allí, éramos judíos y todo el mundo consideraba que los judíos tenían que emigrar a Israel. Era una idea que flotaba en el ambiente. Por eso emigramos'.

Diecisiete años después, Evgenia dice que sus amigos son rusos e israelíes a partes iguales. En su casa no se come cerdo, aunque tampoco se extrañan de verla cuando visitan a ciertos amigos rusos. 'Mi hermano pequeño se ha integrado mejor que yo y la mayoría de sus amigos son israelíes'.

Alex Kreindlin, director del congreso, estima que en Israel viven 1,2 millones de rusos y que 100.000 más probaron la experiencia, pero decidieron volver a Rusia o emigrar a otros países occidentales. Todos ellos llegaron a Israel a partir de 1989, cuando laURSS abrió sus fronteras.

Según ciertas estimaciones, algunos cientos de miles no son propiamente judíos de acuerdo con la rigurosa ley judía, puesto que sus madres no lo son. Esto les causa ciertos perjuicios, que son visibles en el DNI. En estos casos, al lado de 'nacionalidad' o 'religión' figura simplemente un guión que los delata.

La familia de Nahum, originaria de Ucrania, emigró en 1991, el mismo año que Evgenia, aunque ambos no se conocieron hasta más tarde. 'Para mis padres la integración fue un proceso muy complicado, como para todos los rusos de su generación. Mi padre era ingeniero en Rusia, pero aquí no encontró trabajo y al final se empleó como portero en un edificio', explica.

'Lo que más me gusta de Israel es que es un país pequeño', interviene Evgenia. 'Un país donde todo está a mano y resulta más cómodo que los países grandes como la Unión Soviética o Rusia. Lo que menos me gusta es la malaeducación de la gente'.

El peculiar carácter israelí, bastante hosco, choca con la amabilidad de los rusos, así como con su sociabilidad. En los últimos tiempos se está observando la proliferación de colegios en los que todos los maestros son rusos y algunos estudios han verificado que los alumnos israelíes en general no solo los rusos rinden mejor en esos colegios, aunque los maestros tengan que combatir con el hebreo para dar clase.

'Ciertamente hay muchos rusos que no se han integrado, especialmente los que llegaron con cierta edad, pero no creo que sea un problema de ellos. Más bien es responsabilidad del Estado, que no ha invertido lo suficiente en los inmigrantes. Puede decirse que la absorción solo ha sido un éxito parcial', comenta Nahum.

En opinión de Kreindlin, los que regresan a Rusia son inmigrantes 'que no se han adaptado a Israel y no están muy ligados al judaísmo, aunque otros se van simplemente porque creen que Rusia ofrece más oportunidades para los negocios. Hay muchos rusos que viven en auténticos guetos. Creo que a los jóvenes les resulta más fácil integrarse'.

En Ashkelón es fácil encontrar el mejor caviar ruso y proliferan casi medio centenar de tiendas que venden cerdo, algo que a sus propietarios les ha creado muchos disgustos con las autoridades y con los sectores religiosos de la población.

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