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Flandes mete un gol a Valonia

Las dos regiones culturales y lingüísticas de Bélgica dan otro paso hacia la escisión al separar su liga de fútbol

DANIEL BASTEIRO

Qué nos queda en común (a flamencos y valones)? El rey, el equipo de fútbol, algunas marcas de cerveza...' La confesión, que desató la polémica en 2006, salió de labios del entonces ministro-presidente del Gobierno de Flandes y hoy primer ministro belga, Yves Leterme.

Ahora, estos escasos nexos de unión parecen formar parte del pasado. Bajo la anárquica batuta federal de Leterme, Flandes y Valonia las dos principales regiones belgas que coexisten entre fuertes tensiones institucionales y económicas ya no juegan en la misma liga de fútbol. Flandes ha metido un gol a sus vecinos del sur.

Desde el comienzo de la liga de este año, todas las categorías de este deporte, salvo las dos primeras divisiones, han sido separadas en dos en base al 'origen lingüístico', según decidió la Unión de Fútbol Belga antes del verano.

La decisión se tomó por las presiones flamencas, que se ganaron a equipos de ciudades como Brujas, Amberes o Gante con millonarias promesas de inversión en construcción de estadios, de cara a la candidatura conjunta con la que Bélgica, Luxemburgo y Holanda aspiran a albergar el Mundial de Fútbol de 2018.

La idea no ha sentado bien a algunos de los equipos más destacados, como el Standard de Lieja, vigente campeón de liga y uno de esos equipos de unidad nacional a los que se refería el primer ministro.

El vicepresidente de este club, el belga de origen italiano Luciano DOnofrio, considera la división por regiones un precedente para la escisión total de la Liga de Honor belga. 'Si llega esa escisión, el Standard no tendría otra elección que emigrar a Francia', asegura DOnofrío, que acusa a los flamencos de 'haberse dejado secuestrar por el dinero de los políticos'.

Los partidos políticos no nacionalistas también hacen campaña para que la sangre no llegue al río. '¿Tal y como va Bélgica podrá acoger con Luxemburgo y Holanda el mundial de fútbol si nuestros políticos se entretienen con pasatiempos nacionalistas e infantiles?' se pregunta en un comunicado el Partido Centrista por la Unidad Belga, que sólo recibe un puñado de miles de votos en las elecciones federales.

Las tensiones territoriales alimentaban hasta hace unos meses la hoguera belga, sobre todo por la proximidad de elecciones regionales, previstas para junio del próximo año. Pero la crisis económica, que ha acabado en menos de un mes con la identidad belga del primer banco del país, Fortis, parece haber ocupado el lugar del fútbol en la ecuación de Leterme.

En el último mes, el Gobierno ha tenido que rescatar a los tres bancos más importantes del país (Fortis, Dexia y KBC) y a una aseguradora (Ethias) poniendo encima de la mesa más de 15.000 millones de euros en total. En todos los rescates, pactados en reuniones urgentes en fin de semana, hubo conformidad de los gobiernos regionales y en el caso de Ethias reparto a partes iguales.

Más allá de una transitoria unión nacional en torno a los bancos, la situación política sigue siendo delicada. El partido del primer ministro, que dimitió en julio sin ver aceptada su renuncia por el rey, concurre bajo el paraguas del nacionalismo flamenco moderado a unas elecciones en las que no contará con su socio de coalición, N-VA (Nueva Alianza Flamenca).

Este partido, de corte independentista, no se conforma con una reforma institucional que convierta a Bélgica en una confederación y pide directamente la escisión.

La reforma, cuyas negociaciones se reanudaron en octubre, encuentra un gran escollo en el estatuto de la región independiente de Bruselas, capital federal y de habla mayoritariamente francófona, pero situada geográficamente en Flandes. Los valones aspiran a establecer un corredor que una la capital con su territorio, algo que los flamencos no están dispuestos a aceptar por la pérdida de territorio que semejante medida traería consigo.

Los ciudadanos, por su parte, ven el futuro con desconfianza en los actores políticos y miedo a que la inestabilidad económica unida a la institucional haga saltar por los aires el país, fundado en 1830 y que desde 1993 se rige según un modelo de Estado federal.

Un sondeo del periódico vespertino francófono Le Soir publicado este verano indica que, en caso de producirse la independencia ansiada por la región de Flandes, un 49% de los valones preferiría integrarse en Francia, tal y como el vicepresidente del Standard aboga por hacer en caso de que la escisión deportiva en las categorías inferiores llegué a la primera división belga.

De momento, y cuando los belgas ya ni siquiera disfrutan como antaño de unidad futbolística, a Bélgica le siguen quedando el rey Alberto II y el amor por la cerveza, con cerca de una docena de variedades y mil marcas distintas.

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