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La violencia se adueña de Caracas

Los residentes se toman la justicia por su mano ante la ineficacia policial

D. L

Caracas sufre una guerra que nada tiene que ver con la contienda entre Hugo Chávez y la oposición. La violencia urbana atemoriza a los habitantes de la capital en un país donde el año pasado se produjeron dos asesinatos cada hora (14.000 en total).

Del miedo a la justicia popular sólo hay un paso. Un paso que se dio, con creces, la semana pasada: una multitud de El Valle (al sureste de la capital), armada de palos, piedras, botellas y gasolina, linchó a Yorbeni Barrios, un joven de 28 años. Le acusaban de violar a tres mujeres y dos niñas.

La narración de los hechos es estremecedora. Todo un barrio estaba en alerta desde finales de enero, cuando un vecino, José Luis Bogado, un héroe de esos que surgen de vez en cuando en una sociedad desesperada, evitó la violación de una mujer. Su valentía le costó la vida: la Policía le disparó y mató al confundirle con el violador.

Hasta que, en la mañana del miércoles 4 de febrero, alguien reconoció a Barrios y dio la voz de alarma. Una turba le capturó y comenzó una ceremonia de violencia que muchos de los que estaban allí no olvidarán jamás. A pedradas y palazos, incluso algún disparo, acabaron con la vida del presunto violador, cuyo cuerpo fue rociado de gasolina para prenderle fuego.

Atado con una cuerda, el cadáver fue arrastrado hasta la avenida principal. Centenares de personas participaron y jalearon el linchamiento, mientras otros lo grababan en vídeo o tomaban fotografías con sus móviles.

Las llamas que devoraban el cadáver fueron prendidas hasta en tres ocasiones, para que los medios de comunicación que se acercaban al lugar tuvieran nuevas imágenes. Mientras, agentes policiales se sumaban a la escena como meros observadores.

Diez días después no hay detenciones. Y nadie cree que se vayan a producir, porque en casos anteriores tampoco se hizo. Ni siquiera los agentes tienen la certeza de que el linchado fuera el violador. En el barrio sólo hay voces anónimas, orgullosas de los hechos, pero sin dar apellidos. Como en Fuenteovejuna, todos a una. 'En la comunidad decidimos que donde terminan los derechos de él comienzan los nuestros', sentencia Luisa Castillo, representante comunal.

La venganza popular se ha convertido en el hit de moda en el barrio. Un jovencito enseña la grabación, de poca calidad, en su móvil. Bromeando con los amigos, no duda en decir que su padre también estuvo por allí. Muy pocos se avergüenzan, todo lo contrario. Casi el 70% de los venezolanos está a favor de la justicia popular, según un estudio realizado por el Observatorio Venezolano de la Violencia.

Roberto Briceño León, su coordinador, es uno de los más prestigiosos investigadores de la violencia en un país que se siente devorado por ella. Los homicidios se han convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes y en la tercera en toda la población. 'Hemos llegado a esta situación por la falta de eficacia del Estado para ofrecer justicia', asegura tajante Briceño. La impunidad es la palabra clave: sólo el 7% de los homicidios son resueltos judicialmente.

El Observatorio calcula que en 2008 se produjeron 15 linchamientos en el país. Y 60 personas se salvaron en el último instante. Como Javier Caballero, un emigrante colombiano que sólo 48 horas después del linchamiento de El Valle fue arrancado de las garras de la multitud por la Policía en el Petare, la mayor favela de América Latina.

Eliseo Guzmán, ex director de la Policía Judicial, ha luchado durante décadas contra la violencia. Uno de los factores que destaca es la proliferación de armas de fuego. Y la poca capacidad de respuesta de unos cuerpos policiales con continuas purgas, infiltrados por la corrupción y con pocos medios frente a las miles de pequeñas bandas distribuidas entre las favelas caraqueñas.

Estas microbandas complican aún más la actuación de las fuerzas del orden, porque se mueven con anarquía, asaltando, vendiendo drogas, matándose entre ellos y llevándose por delante a quien sea. Pobreza, desintegración social y la ausencia del Estado en ciertas zonas se mezclan en el mismo cóctel.

El linchamiento de Barrios es una muestra más de la violencia que estremece a un país. Violencia de la que nadie está a salvo. Como si de una novela de Chester Himes se tratara. Como un ciego con una pistola.

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