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Clinton inicia el giro radical de Obama en Oriente Próximo

La secretaria de Estado viaja a la región con el encargo presidencial de resolver el tema palestino

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

En los 40 días transcurridos desde su juramento, el presidente Barack Obama ha dado un giro radical a la política de Estados Unidos hacia Oriente Próximo, aunque todavía es pronto para saber si ese giro logrará consolidarse.

Para empezar, la nueva Administración se ha comprometido a iniciar conversaciones con Irán, ha fijado una fecha para la salida de sus tropas de Irak y ha reanudado el diálogo con Siria. Todo esto hubiera sido impensable durante el mandato de George Bush, cuya nefasta política, sancionada por Israel, ha conducido a la región a su peor momento en la historia contemporánea.

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, participa hoy en una conferencia internacional en Egipto para la reconstrucción de los destrozos de la última invasión israelí de la franja de Gaza. El encuentro forma parte de la vieja política de dar harina a los palestinos, de manera que la comunidad occidental pueda limpiar su conciencia, cuando lo que los palestinos piden no es pan sino justicia.

El martes, Clinton llegará a Israel en su primera visita a este país. La ex senadora por Nueva York se ha caracterizado por aprobar el desaguisado israelí durante los últimos años, pero ahora quien decide no es ella sino Obama, y el presiente le ha encargado que lleve a cabo una política agresiva para resolver el conflicto con los palestinos.

En sus últimas declaraciones, Clinton ha manifestado que su trabajo consistirá en facilitar la creación de un Estado palestino 'independiente y sostenible'. No es una declaración nueva por parte de Washington, pero en la comunidad internacional se ha creado cierto optimismo ante la posibilidad de que esta vez vaya en serio.

El primer ministro designado, Binyamin Netanyahu, ha respondido con evasivas y vaguedades, diciendo que los palestinos 'deberían gobernarse ellos mismos', y ha eludido pronunciarse sobre la creación de un Estado palestino.

La prensa hebrea coincidió ayer en adelantar que el ministro de Exteriores de Netanyahu será Avigdor Lieberman, uno de los políticos más extremistas de un país donde abundan los extremistas, quien hace poco se mostró partidario de que los cazas israelíes destruyeran la presa de Asuán para inundar El Cairo.

Es difícil creer que un Gobierno con Netanyahu y Lieberman a la cabeza vaya a facilitar la creación de un Estado palestino. Lo más probable es que todo siga como hasta ahora, con Israel alegando un pretexto tras otro mientras expande sin cesar las colonias judías en los territorios ocupados.

Choque con Netanyahu

Lo importante es conocer hasta qué punto Washington está dispuesto a enfrentarse con el Gobierno de Netanyahu. Los israelíes han demostrado una y otra vez tener más fuerza que las administraciones norteamericanas y no existe ningún indicio de que esta vez no vaya a ocurrir lo mismo.

Es cierto que la Conferencia de Madrid de 1991 fue posible gracias a la presión de George Bush padre y James Baker cuando en Israel había un Gobierno del Likud, pero no es menos cierto que la conferencia se reveló enseguida como un sonado fracaso con unos acuerdos de Oslo que no sirvieron para nada más que para que Israel ampliara su presencia en los territorios ocupados.

Algunos medios israelíes pronostican un choque frontal entre las dos administraciones, con un resultado incierto. Obama puede presionar a Israel pero para ello tendrá que pasar por encima del poderoso lobby judío. Cosa que no será nada fácil pese a que el presidente se ha mostrado partidario de reducir la enorme influencia de algunos lobbies que condicionan la política exterior de Washington, con el israelí en primer lugar.

Además, Obama deberá plantarse ante el Senado y la Cámara de Representantes, donde casi todos los parlamentarios han adquirido el hábito de apuntarse a cualquier cosa que les pide Israel, aunque sea un bombardeo, en sentido metafórico o literal. Los próximos meses tendrán un gran interés en Oriente Próximo, pero todavía es pronto para saber si serán fructíferos.

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