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El Congreso italiano ataja el fraude de los pianistas

Un lector de la huella dactilar evitará que los diputados emitan varios votos

JORDI MUMBRÚ

El pasado mes de julio, el presidente de la Cámara de Diputados italiana, Gianfranco Fini, no lo soportó más. Exasperado al ver 'cómo los diputados votan como pulpos por dos o tres de sus colegas', Fini decidió poner en marcha un plan antipianistas. Así se conoce en la prensa y en la calle a los diputados que, estirando ambos brazos a la manera de un intérprete de dicho instrumento musical, emiten no sólo su voto, sino los de dos o más de sus compañeros de partido, que han hecho novillos. Gracias a estos músicos, los sucesivos gobiernos italianos han conservado la mayoría en no pocas votaciones.

Fuertemente aferrados a unos privilegios que hacen palidecer a los de cualquiera de sus pares europeos, muchos Onorevoli (honorables) han puesto el grito en el cielo porque se desconfíe de ellos, aunque sea con razón. No les ha servido de nada: Fini, del posfascista Alianza Nacional, se ha mantenido firme y hoy empieza a funcionar el sistema que evitará el fraude. Consiste en un lector que reconoce la huella dactilar y una tarjeta con una banda magnética que harán realidad una nueva máxima: un dedo, un voto. Una sentencia de muerte para las trampas de sus traviesas señorías.

La cosa no ha salido precisamente gratis. La instalación del nuevo sistema de lectura, que ya existe en países como México, ha costado a los italianos 450.000 euros.

El sistema tiene un pero: su carácter voluntario. Para ponerlo en marcha se precisa que los Onorevoli den sus huellas dactilares. 19 de los 630 diputados han dicho ya que de ninguna de las maneras y que seguirán votando a la antigua. Para que entren en razón, sus nombres se harán públicos de modo que los ciudadanos sepan quiénes son los objetores. Otros 59 diputados aún no han dejado sus huellas.

El presidente de la Cámara de los Diputados ya ha avisado de que 'si un número consistente de diputados' se opone a la nueva medida, propondrá que esta sea 'obligatoria'. Si no, empezarían de nuevo las sonatas en la Cámara.

Muy significativamente, quienes más se han opuesto han sido algunos de los diputados del Pueblo de la Libertad (PL) del primer ministro Silvio Berlusconi y de su aliada, la Liga Norte. Los mismos que tanta afición han mostrado a la toma de huellas dactilares, siempre que sea a los niños gitanos y a los sin papeles.

Políticos como Francesco Nucara del PL han dejado para la posteridad perlas como esta, publicada por el diario La Repubblica: 'No daré nunca mis huellas dactilares. Estamos en democracia y no en la cárcel'. Matteo Brigandi, de la Liga, un entusiasta partidario de fichar a los pequeños gitanos, consideró, por su parte, que dar las huellas 'no es una cosa simpática'. Y remachó: 'las di ya cuando hice la mili'.

Además del escaso respeto por la ética que demuestran quienes deberían dar ejemplo, el fondo de la cuestión es la poca afición que muchos diputados tienen a acudir al trabajo.

Desde que fue nombrado presidente de la Cámara, Fini se ha propuesto controlar este absentismo, que ha llegado a acercarse a los dos tercios de los diputados. En una ocasión, en vez de los 630 de rigor, sólo 241 representantes del pueblo se sentaban en sus escaños.

El que acumula más ausencias es el primer ministro y diputado Berlusconi, que sólo ha votado una vez desde abril, aunque siempre puede alegar que falta por las obligaciones de su cargo. El que no tiene coartada es el ministro de Defensa, Ignazio La Russa, que sólo ha acudido a votar en 20 ocasiones; en menos del 1% de las sesiones. 

Desesperado ante el panorama de escaños vacíos, el presidente de la Cámara, Gianfranco Fini, decidió poner una multa de diez euros a los diputados que faltaran sin causa justificada. La cosa no funcionó, quizá porque los parlamentarios italianos son los mejor pagados de Europa.

Entre su sueldo, las dietas y las primas, algunos se embolsan 12.000 euros netos al mes. Como la penalización económica no tuvo éxito, Fini decidió hacer una lista de los ‘novilleros’ y colgarla en la web de la Cámara.

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