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"La embajada en Rabat nos deja a los pies de los caballos"

Marruecos expulsa al fotógrafo español Rafael Marchante

TRINIDAD DEIROS

La cámara de Rafael Marchante (Cádiz, 1972) no miente. Sus imágenes de los locos encadenados al suelo en Boya Omar, de los inmigrantes subsaharianos o de las manifestaciones de licenciados en paro disueltas con el argumento de la porra han puesto ante los ojos de Marruecos un espejo que no gusta nada al régimen.

A Rafael Marchante, premio Andalucía de Periodismo 2000, la verdad de sus fotografías le ha valido una más que probable expulsión que, si nada lo remedia, seguirá a la negativa del Gobierno marroquí a renovar su acreditación de prensa. Una decisión que el Ministerio de Comunicación anunció el viernes a la agencia Reuters, para la que Marchante trabaja en Marruecos desde 2006. El motivo oficial de esta decisión es el incumplimiento de 'la deontología profesional'.

Marchante proclama que la auténtica razón no es otra que su independencia. Desde Rabat, y horas antes de que su agencia nombrara a una relaciones públicas que gestiona su caso, Marchante explicó por teléfono a Público que su negativa 'a dar una imagen incompleta del país' ha motivado esta decisión, 'último recurso' de las autoridades marroquíes para echarle del país.

'Yo no hago sólo temas polémicos. Intento ser ecuánime y, por ejemplo, ahora acabo de hacer un reportaje sobre mujeres boxeadoras', explica.

Las dificultades de este fotógrafo en Marruecos no son nuevas. En 2008, explica, sufrió cuatro agresiones por parte de las fuerzas de seguridad, ante las que la embajada española reaccionó con 'pasividad'. En una de estas agresiones, cuando cubría una manifestación de licenciados en paro en Rabat, los antidisturbios no sólo le golpearon sino que le robaron una cámara valorada en 6.000 euros.

Ni esta ni las agresiones que siguieron provocaron 'una protesta formal' de la embajada española, cuyo consejero de Prensa, Pablo López Blanco, llegó a 'no coger el teléfono' tras la segunda agresión.

La noticia de la expulsión no ha suscitado tampoco ahorauna rápida reacción diplomática. El viernes, relata el fotógrafo, él mismo informó al consejero de Prensa, que se limitó a aclarar que 'el lunes' pondría al corriente al embajador, Luis Planas. Hubo que esperar al lunes por la tarde para que la embajada comunicara a Marchante que por fin había presentado una queja.

'Los periodistas españoles nos sentimos desamparados por la embajada y el Gobierno. Casos como el mío deberían abrir un debate sobre el tipo de protección diplomática de los españoles en este país. Cuando nos vemos en la cuerda floja, nos dejan a los pies de los caballos', denuncia el fotógrafo.

Ya el año pasado, Rabat tardó varios meses en renovar su acreditación, mientras arreciaban las amenazas y presiones.

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