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Un terremoto devasta los Abruzos, cerca de Roma

Más de 70.000 damnificados tienen que pasar la noche a la intemperie tras haber perdido sus casas. Los socorristas recuperan 150 cadáveres y buscan a supervivientes entre los escombros

SANDRA BUXADERAS

Italia lucha a contrarreloj para salvar a cientos de personas todavía atrapadas bajo los cascotes de las casas derruidas en la región de los Abruzos, al noreste de Roma, tras el violento terremoto de 6,3 grados en la escala de Ritcher que causó ayer la muerte a más de 150 personas, hirió al menos a 1.500 y dejó a unas 70.000 sin techo.

La sacudida se produjo a las 3.32 de la madrugada y su epicentro se situó a dos kilómetros de profundidad, según los datos recogidos por el Centro Sismológico Euro-Mediterráneo. Su superficialidad aumentó el efecto devastador del seísmo, que pudo sentirse en todo el centro de Italia. Aún así, éste se cebó en la capital de los Abruzos, Aquila, situada a diez kilómetros del epicentro, y en una veintena de pueblos de montaña en su alrededor, a unos 90 kilómetros de Roma.

Hasta las más robustas casas de piedra se desplomaron y atraparon a centenares de personas, a las que el terremoto sorprendió durmiendo. Las que pudieron desalojar sus casas salieron en pijama y sin llevar nada consigo, envueltos en polvo y buscando a familiares y amigos.

La polémica se cernió sobre el Gobierno de Silvio Berlusconi porque su equipo de Protección Civil no previó la catástrofe que había sido anunciada hace unas semanas por el experto en sismología Giampaolo Giuliano.

Pese a las críticas de algunos líderes políticos, la mayoría prefirió durante las primeras horas ofrecer su colaboración para las tareas de rescate.

Los equipos de socorro consiguieron salvar ayer a decenas de personas, pero vieron con impotencia la dificultad de llegar a algunas que se encontraban atrapadas bajo toneladas de escombros.

A lo largo del día se sucedieron escenas de esperanza, como cuando se consiguió rescatar a Francesca, una joven de 21 años a quien le cayeron cuatro pisos encima de la cama, pero que se salvó porque la sacudida la lanzó debajo de una mesa.

Pero mucho más frecuentes eran las noticias trágicas. 'He visto morir a niños bajo mis manos, asfixiados por los escombros', narraba un miembro de los equipos de emergencia. Otro de ellos recordaba haber descubierto una mujer fallecida abrazada a sus dos hijos. Y un tercero contó cómo rescataron vivo a un bebé de dos años debajo de su madre, muerta mientras usaba su cuerpo como escudo para proteger a su hija.

Los pacientes de un hospital en Aquila tuvieron que ser desalojados y los que tenían patologías menos graves fueron dados de alta. Los demás hospitales de la zona tuvieron que trabajar bajo la tensión de las frecuentes réplicas que sacudieron la región durante todo el día. Unos temblores que hacían más delicadas y angustiosas las tareas de rescate. En total, se registraron 23 réplicas y los expertos aseguraron que continuarán en estos días.

En muchos pueblos devastados reinaba durante largos minutos el silencio, pues los equipos de socorro trataban de escuchar las voces del interior de los edificios destruidos: sólo cortaban la espera las sirenas de las ambulancias y los ladridos de perros que vagaban sin amo por las calles.

El consulado español en Nápoles consiguió evacuar a 25 españoles que se encontraban en los Abruzos: todos eran estudiantes de Erasmus en la universidad de Aquila, salvo dos turistas. Una monja franciscana, también española, prefirió quedarse en su convento.

La mayoría de los italianos de la zona se volcaron con los demás damnificados y ofrecieron alojamiento a los sin techo, aunque casi todos tuvieron que dormir en centros improvisados en polideportivos y escuelas.

El mismo Berlusconi cifró en un 90% los edificios afectados por el terremoto en la zona del epicentro. En el pueblo de Castelnuovo sólo quedó en pie el crucifijo de la iglesia de San Silvestre, mudo testimonio de la inmensa tragedia.

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