El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, se reunió ayer a solas durante una hora y media con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, en el balneario de Sharm al Sheij, en la península del Sinaí, sin que al término del encuentro se generara ninguna conclusión positiva respecto al proceso de paz.

Con dos alocuciones intranscendentes a los periodistas, y sin aceptar ninguna pregunta, Mubarak y Netanyahu despacharon la primera entrevista entre ambos desde las elecciones israelíes de febrero.

Netanyahu se contentó con decir que 'desea' reanudar las conversaciones de paz con los palestinos 'en las próximas semanas', pero desperdició una nueva oportunidad para aceptar la creación de un Estado palestino y decir que respeta todos los acuerdos firmados por Israel.

Ahora mismo la atención se dirige a la próxima visita de Netanyahu a Washington, donde se entrevistará con el presidente Barack Obama el 18 de mayo. Sin embargo, las semanas transcurridas desde febrero indican que la intención de Netanyahu es seguir dando largas a las negociaciones de paz e incrementar los asentamientos para colonos judíos en los territorios ocupados, incluida Jerusalén.

En estas circunstancias, la situación política quedará congelada, como ha estado desde hace ya más de una década, a menos que Obama adopte una actitud enérgica y amenace con sancionar a Israel, algo que parece improbable.

Por otra parte, en círculos diplomáticos hebreos se comentaba ayer que el viaje de Netanyahu a Egipto no estuvo motivado por las negociaciones de paz con los palestinos, sino por la intención de establecer un frente judío-suní contra Irán aprovechando el odio visceral de muchos suníes hacia los chiíes.

Israel ha estado aprovechando este sentimiento durante los últimos años con el apoyo de la Administración de George Bush. Obama, por el contrario, ha expresado el deseo de dialogar con Teherán. EEUU puede beneficiarse en muchos frentes de un diálogo con los iraníes, muy especialmente en sus relaciones con los chiíes iraquíes.