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"La democracia en Marruecos no debe ser otorgada por el rey"

Autor del libro 'Mohamed VI, el príncipe que no quería ser rey'. Este periodista analiza la personalidad de un monarca marcado por su padre

TRINIDAD DEIROS

 En la casa del periodista Ferran Sales (Lleida, 1946) hay un paquete envuelto en papel celofán. Es el regalo que el Ministerio del Interior marroquí le hizo en 1990 en el primero de sus siete años como corresponsal de El País en el Magreb. Sales empezó no abriendo este regalo y terminó siendo el 'periodista irritante' elegido para dar credibilidad a una entrevista con el príncipe Sidi Mohamed, el futuro Mohamed VI. A partir de esta conversación, este corresponsal ha dibujado en su libro Mohamed VI, el príncipe que no quería ser rey, publicado por la editorial La Catarata, el retrato de un monarca 'ensimismado'. Un rey ausente que no recibe a casi nadie, declina asistir a las cumbres internacionales y pasa buena parte de su tiempo de vacaciones por el mundo.

Usted culpa a Hassan IIdel desinterés del actual rey.

Hassan II fue un personaje terriblemente mezquino. Para empezar, con su pueblo, al que nunca le concedió la mayoría de edad política ni la libertad. Esa actitud mezquina se proyectó en su hijo, a quien nunca le transmitió la pasión por el poder. Hassan II nunca dejó que su heredero participara en los temas importantes de la vida política. El papel del príncipe era siempre circunstancial. Un ejemplo de esta mezquindad es cuando lo envía a negociar con el Frente Polisario (en 1997) y hace que el ministro de Interior lo acompañe. La actitud de Mohamed VI es la lógica en una persona que ha sido tratada así.

¿Existe un vacío de poderen Marruecos?

Los marroquíes se están dando cuenta de que están solos, de que serán ellos quienes tendrán que gobernar el país. Dadas la actitud y las características del rey, Marruecos nunca había estado tan cerca de convertirse en una monarquía en la que el monarca sea sólo una figura simbólica.

Pero el rey no da señales de querer democratizar el país.

Hay que tener en cuenta el tempus del mundo árabe, que es muy largo. En una visión progresista de la historia, la evolución en Marruecos es positiva. De todas formas, en este país persisten unos poderes fácticos, el majzen, que obligan al rey a mantener las estructuras de poder. Aun así, si Marruecos se ha liberalizado en el plano económico y en el cultural, no veo por qué no va suceder lo mismo con la política.

¿La condición de líder religioso del rey contribuyea perpetuar el statu quo?

El engarce de la monarquía con la religión no debería ser un problema, como demuestra el ejemplo de Inglaterra. Lo que tiene que hacer el rey es dejar de ser el motor de la vida política del país; es absurdo que los propios marroquíes sigan pidiendo constantemente su injerencia, como sucedió con la reforma de las leyes sobre la mujer. El pueblo y sus representantes tienen que asumir su responsabilidad y abandonar la tutela del líder: la democracia en Marruecos no debe ser otorgada, sino una conquista popular. Menospreciar el papel de los marroquíes en la transición democrática es un insulto a este pueblo.

¿En esta democracia estarán los islamistas?

Creo que la percepción del poder hacia el islamismo ha cambiado. Turquía ha dado una gran lección de cómo un partido islamista en el poder puede respetar las reglas y dialogar con Occidente. El islamismo en Marruecos es una parte del país que debe integrarse en el juego democrático.

¿El rey no ha perdidoaún su crédito popular?

Es verdad que el período de euforia del inicio de su reinado ya pasó, pero el rey goza aún de cierta aureola. Dicho esto, es innegable que hay aspectos en los que a Marruecos le queda un gran recorrido por hacer; por ejemplo, en cuanto a derechos humanos, pero también ahí existe una diferencia capital entre Mohamed VI y su padre, y es que este rey no tiene las manos manchadas de sangre.

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