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Una campaña sin Europa y sin votantes

El desinterés de los europeos por las instituciones comunitarias va en aumento. El último Eurobarómetro calcula que en estas elecciones habrá una abstención del 60%.

DANIEL BASTEIRO

Los europeístas recibieron esta semana una pequeña alegría. El último Eurobarómetro, que en febrero cifraba la participación en las elecciones europeas en un 38% elevó el porcentaje hasta el 49%. En España, el estudio encontró a un 45% de los encuestados seguros o muy seguros de su participación.

Sin embargo, si la tendencia de las últimas citas electorales se mantiene, la abstención superará el 60%. En los últimos 15 años, la participación ha ido cayendo una media de cinco puntos en los 27, desde el 56,67% de 1994, hasta el 45,47% de 2004, contando incluso con que en Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Chipre el voto es obligatorio. ¿Dónde están los europeos?

Para el Center for European Policy Studies (CEPS), un centro de estudios políticos, la pregunta no hay que hacerla en la calle, sino en el plenario de la Eurocámara, en Estrasburgo.

'Una de las paradojas a las que se enfrenta el Parlamento es que el crecimiento de sus poderes', que asegura la codecisión con los Gobiernos de los Estados en dos tercios de las áreas legislativas de la UE, 'se ha reflejado en una caída en el interés del votante en vez de en un aumento'.

Para los investigadores del organismo Julia De Clerck-Sachsse y Piotr Kaczynsk, uno de los factores decisivos en la falta de atención a los comicios es 'estructural'.

'Las políticas europeas globales son en general difíciles de politizar', a lo que se suma que la Cámara no acoge un debate entre Gobierno y oposición, sino sólo un control del Ejecutivo comunitario, la Comisión Europea, y el Consejo, la institución de los gobiernos.

Además, la naturaleza multilingüe de la Eurocámara, presentada siempre por los diputados como uno de sus mayores activos, 'reduce la capacidad de intercambiar rápidamente puntos de vista y hace los debates menos atractivos', según el CEPS.

Quizás por esa dificultad para dotar de atractivo a la política europea, percibida por los abstencionistas como algo lejano y hasta intrascendente, los partidos nacionales se afanan en acercar los temas de campaña a lo más próximo, convirtiendo los comicios en plebiscitos para Gobierno o ensayo para las generales.

A una semana de campaña, temas con relevancia europea como la regulación económica, la seguridad exterior, el cambio climático, la inmigración, la agricultura, la pesca o la seguridad energética han tenido un escaso impacto en las actividades de los candidatos.

En los países donde sí lo han tenido se lo deben a los extremistas, con unas bases más movilizadas y que han servido como revulsivo a los grandes partidos.

Es el caso de Finlandia o el Reino Unido, donde los euroescépticos amenazan con ganar posiciones, o en los Países Bajos, donde el Partido por la Libertad, de corte derechista y populista, ha sembrado un discurso xenófobo.

Para los investigadores del CEPS Europa necesita, además de más debate europeo, 'una personalización de las elecciones, la presentación de caras que el público pueda reconocer', con candidatos de peso 'que den un espacio a las políticas europeas en sus campañas'.

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