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Brown no dimitirá aunque le castiguen las urnas

Los laboristas británicos se enfrentan a un posible batacazo

LOURDES GÓMEZ

Gordon Brown no dimitirá como líder laborista independientemente del resultado de las elecciones que el Reino Unido celebrará el 4 de junio para elegir a 72 diputados europeos y un centenar de cargos municipales. El batacazo laborista que pronostican los sondeos les situaría en el tercer lugar del electorado, por detrás de conservadores y nacionalistas.

Mientras algunos sectores laboristas piden que dimita para poder plantar cara a los conservadores en las próximas legislativas, el primer ministro descartó ayer esa posibilidad en la BBC. 'Seguiré trabajando para sacar al país de la crisis económica', dijo Brown.

Las recetas contra la tormenta financiera han pasado a un segundo plano a lo largo de la campaña. Han quedado eclipsadas por un torrente de ira popular en torno a los extravagantes gastos y fraudulento enriquecimiento de muchos parlamentarios de Westminster, desvelados en las últimas semanas. Los excesos en las facturas que cargan al erario han desprestigiado a la clase política y, en particular, a los partidos mayoritarios.

Muchos ven estas elecciones como una buena oportunidad para sacar una tarjeta amarilla al Gobierno. Los laboristas ya quedaron en segunda posición en 2004 con el 21,9% de los votos frente al 25,9% de los tories en un voto de protesta contra la invasión de Irak.

'Son el vehículo perfecto para el voto de protesta. Si el Parlamento tuviera más poder, la gente se apasionaría por las cuestiones europeas. Pero nos enfrentamos a un voto de castigo contra Brown', reconoce Denis McShane, secretario de Estado para Europa con el anterior premier británico Tony Blair.

Malcolm Harbour, diputado en Estrasburgo por el Partido Conservador, incide en la misma línea: 'Es la oportunidad para expresar un voto de no confianza en el Gobierno laborista. El electorado no confía en su gestión de la crisis económica'.

La advertencia del líder liberal responde, por una parte, a los sondeos de intención de voto que coinciden en entregar los frutos del escándalo político a los partidos minoritarios. Los más beneficiados fueron dos formaciones ultra nacionalistas: el UK Independent (UK-IP), que quiere sacar al Reino Unido de la Unión Europea, y el British National Party (BNP), de marcado ideario racista y antieuropeista.

Este último viene perdiendo terreno en los días recientes y, de acuerdo con las últimas encuestas, no obtendrá los votos necesarios para hacerse con su primer escaño en Estrasburgo.

En medio de la tormenta de los gastos, Nigel Farage, fundador de UK-IP, presume de haber cobrado unos dos millones de euros en dietas relacionadas con su trabajo como eurodiputado y reclama la disolución de la 'costosa y derrochadora' UE. En los últimos años, expulsó del partido a dos parlamentarios europeos por fraude en sus respectivos gastos a cargo del contribuyente.

'La gente no hace distinciones. Cree que todos estamos en la bancarrota moral', señala Nick Clegg, líder de los Liberales-Demócratas, tercera fuerza del país. Clegg aboga por la transparencia en las cuentas de los cargos públicos, tanto en Londres como en Bruselas. 'El electorado busca respuestas y no las va a encontrar en los grupos marginales', advierte.

Por 'grupos marginales', Clegg también alude a los conservadores británicos. David Cameron está en deuda con el ala euroescéptica del partido, que apoyó su candidatura al liderazgo, en 2005.

Cumpliendo su promesa, Cameron sacará a los parlamentarios tories del principal grupo de centro derecha, el PEP, para formar una nueva coalición 'menos federalista' con formaciones de países de Europa del Este.

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