El idilio de Silvio Berlusconi con los italianos ha sufrido un nuevo desengaño. El líder de la derecha creía ser el César, como le reprochó su mujer Veronica Lario días antes de pedir el divorcio, pero se ha dado de bruces con la realidad. La cita europea confirma que un 35,3% de los electores siguen con él a pesar de los escándalos, pero de ahí a tener a toda Italia a sus pies hay un buen trecho.

Pierde 2,3 puntos respecto a las generales de 2008, un peaje relativamente barato por sus escándalos, pero es un síntoma de que empieza a perder fuelle y olfato político. Si ahora dice a sus íntimos que 'es un mal resultado', es porque había augurado un apoyo 'espectacular' de hasta el 45% de votos, capaz de cambiar 'la geografía política en Italia'. Berlusconi no tendrá carta blanca para impulsar cambios institucionales para aumentar su poder, y tendrá a su lado en el Gobierno a una Liga Norte crecida, con un 10,2% de votos logrados gracias a la línea dura con los inmigrantes.

'Berlusconi empieza a perder su aura de imbatibilidad', asegura un animado Dario Franceschini, líder del Partido Demócrata (PD). Ha sufrido una sangría de votos un 4% hacia un partido de oposición más dura, la Italia de los Valores de Antonio di Pietro, que logra un 8%. Aún así, a Franceschini le pasa al revés que a Berlusconi: fue cauto al apuntar al 26% de votos, y ha logrado superar el resultado en una décima. Ha salvado así la cara al PD, tan sólo tres meses después de su elección como sustituto de Veltroni. Ahora sus rivales internos deben decidir qué batalla dar en el congreso de octubre.

Los dos partidos más a la izquierda, Refundación Comunista e Izquierda y Libertad pagan cara su división y quedan fuera del Parlamento Europeo, igual que el partido Radical.

El 7-J, Italia también ha renovado la mitad de municipios y provincias: Toscana y Emilia-Romagna quedan para la izquierda y el noreste y Campania para la derecha.