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Tricolores contra verdes en las calles de Teherán

Seguidores de Ahmadineyad y Musaví oponen sus dos visiones de Irán al final de la campaña

ÓSCAR ABOU KASSEM

Entradas gratis para los seguidores de Ahmadineyad', grita Hadi a las puertas del estadio Azadi en Teherán. Envuelto en una bandera iraní, Hadi reparte localidades para el partido entre Irán y Emiratos Árabes Unidos a todo el que se le acerca. 'Nos las han dado en el cuartel general de Ahmadineyad, tenemos 50.000', presume el joven de 24 años.

El partido de ayer se convirtió en un acto más de la campaña de las elecciones presidenciales que se celebran mañana en Irán. El presidente Mahmud Ahmadineyad también es el responsable de la suerte del equipo nacional, sobre el que tiene control absoluto. Sus colaboradores temían que un mal resultado, que dejara a la selección iraní fuera del mundial de 2010, pudiera perjudicar su imagen.

'Si no nos clasificamos, Ahmadineyad tendrá un 80% de culpa', afirma Sorji, que entrena un equipo de juveniles del club Persépolis. 'La culpa la tienen los gobiernos anteriores, no este', le replica Said, que también colabora en el generoso reparto de entradas a cuenta del presidente. La selección iraní acabó alargando su agonía clasificatoria tras ganar por 1-0.

El debate futbolístico se puede elevar a cualquier problema nacional, inflación y paro incluidos. Pese a la crisis económica global y a las sanciones internacionales que padece Irán, Ahmadineyad conserva el respaldo de la base popular que le permitió acceder a la presidencia hace cuatro años. Sus seguidores más leales se encuentran en los sectores más pobres de la sociedad iraní, a los que ha prometido mantener las ayudas económicas que reciben.

'Esas ayudas son las que han disparado la inflación', critica Mohsen, un seguidor de Mir-Hossein Musaví, el candidato preferido por los sectores más reformistas. La inflación galopa entre el 14% que reconoce el Gobierno y el 25% que estima el Banco Central iraní. Los precios no paran de crecer entre los productos no subvencionados. Los descuentos se aplican en los alimentos de primera necesidad, la gasolina y el gas.

'Yo he aumentado mis ingresos un 200%. Los precios han subido, pero cada vez hay más gente con posibilidades económicas', dice Ismaili, en el acto de cierre de campaña de Ahmadineyad, celebrado ayer junto al monumento a la libertad en Teherán. Bajo un sol abrasador, este transportista de 50 años mantiene en alto un cartel en el que señala como mafiosos a los tres rivales de Ahmadineyad: Musaví, Mehdi Karrubi y Mohsen Rezai.

El presidente se ha pasado la campaña acusando a sus rivales y a parte del establishment político-religioso de ser una mafia que sólo persigue enriquecerse a costa de los iraníes y traicionando los valores que rigen el país desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979.

Ahmadineyad, que adelanta a muchos conservadores por la derecha, utiliza un mensaje muy claro para una sexagenaria como Maryam, procedente de la provincia de Azerbaiyán Oeste, en el extremo occidental de Irán. 'Los anteriores eran todos unos merodeadores que sólo pensaban en robar', dice la anciana cuyo chador negro va forrado de la propaganda tricolor (verde, blanco y rojo) del presidente.

La campaña de Ahmadineyad ha decidido usar como imagen la bandera nacional iraní para mezclar de la forma más sencilla su mensaje nacionalista con su discurso populista. Los seguidores de Musaví lucen como señal identificativa, sobre todo en su feudo del norte de Teherán, el color verde en forma de lazos, camisetas y pulseras.

Los actos de los seguidores de Ahmadineyad y Musaví tiene medio paralizada la actividad de una capital con más de 12 millones de habitantes. La caótica situación que vive Teherán sería comparable a la de una ciudad en la que los aficionados de los dos principales equipos de fútbol festejasen cada noche el triunfo de su equipo en la Copa de Europa. Así durante una semana.

Las rotondas y los cruces son tomados desde primera hora de la tarde por los partidarios de ambos candidatos. Los insultos y las trifulcas entre los seguidores más pasionales también están en el menú diario.

Musaví, que cuenta con el respaldo del ex presidente reformista Mohammed Jatami, confía su triunfo a un apoyo masivo de la clase media, las mujeres y los jóvenes. 'Nos organizamos por redes sociales en Internet y con SMS a través de móviles', cuenta Mohammed en un garaje de la calle Seúl, en el norte de la capital. Detrás de él, un grupo de universitarios vestidos como los jóvenes europeos se reparten cajas llenas de carteles con el rostro de Musaví.

Las elecciones presidenciales se han convertido en una oportunidad única para que los jóvenes ocupen las calles con sus coches y su música. Desde los coches se flirtea con el sexo opuesto sin recibir la amonestación más o menos verbal que la Policía iraní aplica en otras fechas menos democráticas.

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