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Sarkozy baja su ritmo hiperactivo por primera vez

El presidente de Francia desaparece de los focos de las cámaras y empieza a delegar tras sufrir un síncope en julio

ANDRÉS PÉREZ

Habrá hecho falta un síncope en pleno footing tras dos años y medio de huelgas y manifestaciones masivas, para llegar al descubrimiento que están haciendo los franceses este verano: Nicolas Sarkozy es un hombre tranquilo, ocioso, de vacaciones discretas en casa de su suegra, y a punto de convertirse en abuelo. Pero antes de desaparecer a su lugar de recreo veraniego, el presidente de Francia volvió a cometer una maniobra política ya habitual en él. Por tercer verano consecutivo, Sarkozy ha colado reformas de calibre cuando los franceses estaban ya en la playa.

Domiciliado para agosto en una zona playera de lujo, el Cap Nègre de la Costa Azul, Sarkozy luce el tipito y esconde barriguita, para unas imágenes saludables que intentan hacer olvidar el problema de salud de julio.

De hecho, la tranquilidad que respira el otrora hiperactivo presidente llevan un segundo mensaje a los franceses: se acabaron los excesos de sus primer año de mandato, esas exhibiciones deliberadas en yates de lujo propiedad de amigos multimillonarios, y esos viajes de ensueño a regiones soleadas ante las cámaras. Se acabó el rompetodo que se ocupaba de todo y recorría Francia echando broncas hasta al apuntador por los más mínimos detalles.

Este verano, el presidente, que recibió la noticia de que va a ser abuelo en el mismo momento del síncope, se fue de vacaciones y no las ha interrumpido. Ni un incendio forestal ocasionado por la Legión, ni un choque entre policías y jóvenes en una periferia de París, ni un escándalo de la paga de bonus en la banca ayudada por el Estado, ni un nuevo episodio de acciones violentas de obreros desesperados le hicieron regresar a París.

El que iba a 'moralizar el capitalismo', ahora delega. Delega mucho. Delega incluso más de lo que hacían Jacques Chirac o François Mitterrand. Por ejemplo, el encargado de echar la bronca a los banqueros en una reunión fue nadie menos que el secretario adjunto del oscuro primer ministro, François Fillon.

Y, en cuanto a la crisis social la que realmente teme el presidente, Sarkozy no sólo utiliza los célebres fusibles gubernamentales de siempre, sino que además ha inventado otros. Ahora dispone de 'prefectos para la reindustrialización' y ha creado una especie de 'ministro del Relanzamiento económico'.

Esa pose presidencial sostenible no impide que, antes de descampar hacia la playa, por tercer verano consecutivo, Sarkozy se diera a un vicio: convocar una sesión extraordinaria del Parlamento para aprobar, con la gente tostándose al sol, casi sin debate y sin oposición en la calle, leyes presentadas como capitales.

Francia, gracias a su elevadísima productividad por hora trabajada, es el país de las cigalas, y sus ciudadanos se toman muchas vacaciones y descansos. Así las cosas, en 2007 sorprendió la manía del presidente de convocar sesiones parlamentarias extraordinarias en verano. Al principio, todo el mundo la cargó a cuenta del talante peleón y su necesidad de marcar la ruptura.

Pero, tras el atracón parlamentario de julio y agosto de 2007, el año de su elección, en 2008 Sarkozy repitió con más leyes 'capitales' y una reforma constitucional en pleno verano. En el año actual, Sarkozy sometió un texto que recorta las garantías de empleo del estatuto de los funcionarios, una ley que liberaliza las condiciones de trabajo los domingos suprimiento los sobresueldos por el día festivo trabajado y un proyecto de ley que cambia el estatuto de La Poste para abrir paso a su posible privatización. Toda la batería de leyes entró en vigor con los franceses ocupados por la crema de sol.

La interpretación más clásica de ese frenesí legislativo veraniego es la siguiente: El presidente cuela en verano leyes que difícilmente pasarían en invierno con millones de manifestantes en la calle. ¿Se hubiera atrevido a desafiar a los trabajadores de La Poste y los funcionarios en otoño?

Pero, desde hace unas semanas, ha surgido una segunda interpretación, venida desde los liberales, sobre el Sarko prestidigitador de las playas. En un libro titulado Las reformas falllidas del presidente Sarkozy, dos economistas, Pierre Cahuc y André Zylberberg, mantienen que el presidente da gato por liebre a su electorado liberal con tanta reforma colada en verano.

¿La 'modernización del mercado de trabajo' de 2008? En realidad es 'una capa más' a la gruesa legislación social, que viene a crear una nueva figura de despido aún más favorable a los asalariados, e institucionaliza la figura del prejubilado con el 90% de salario a los 57 años, dice el libro.

¿La emblemática 'reforma de los regímenes especiales de jubilación' de ferroviarios y empleados del gas y la electricidad? En realidad, los sindicatos lograron obtener tales contrapartidas para los asalariados en la letra pequeña de las circulares ministeriales durante el verano 2008.

'Falló. Ninguna de las reformas sociales y de empleo realizadas en los 18 primeros meses de la presidencia Sarkozy ha mejorado la situación anterior, y en algunos casos más bien la ha deteriorado. Se trata del fracaso de un método', dicen los dos economistas liberales.

Traducido desde la vulgata de derecha: Sarkozy ha pasado casi dos años vendiendo como 'reformas', gracias a sus títulos altisonantes, leyes que en muchos casos eran victorias sindicales en la letra pequeña. Esa declaración de fracaso viene de boca de unos expertos que vieron en 2007 a Sarkozy como campeón ultraliberal.

 

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