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Los marxistas compiten con Sócrates en Portugal

El primer ministro domina los sondeos pese a las fugas hacia su izquierda

MARIO DUJISIN

Todo indica que la izquierda portuguesa volverá a contrariar las tendencias conservadoras europeas del último lustro. Hace una semana, las encuestas para las elecciones generales de mañana indicaban un empate técnico entre los dos grandes partidos, un cuadro que cambió radicalmente al desmoronarse las acusaciones de un presunto espionaje al presidente conservador, Aníbal Cavaco Silva, que habría sido ordenado por el primer ministro socialista, José Sócrates.

Esa campaña contra Sócrates era el principal argumento de la derecha, incapaz de capitalizar a su favor los problemas económicos y sociales causados por la crisis financiera internacional, con efectos redoblados en un país de economía vulnerable como Portugal.

Los conservadores se desinflaron al aclararse un presunto espionaje

El debilitamiento del asunto del espionaje, al comprobarse que se trataba de una especulación infundada, fue la tabla de salvación para Sócrates, acosado también por la fuerte izquierda marxista, que ha atraído buena parte del descontento de un electorado escéptico respecto a los políticos tradicionales.

El voto de castigo a Sócrates tras cuatro años de gobierno marcados por una política económica neoliberal, que sin embargo aparece como ganador seguro frente a la conservadora líder del Partido Socialdemócrata (PSD), Manuela Ferreira Leite, favorece a los marxistas, divididos entre el Partido Comunista Portugués (PCP) y los ex trotskistas del Bloque de Izquierda (BE).

En las recientes elecciones europeas, la suma de ambos grupos a la izquierda de los socialistas alcanzó el 21,4% de los votos. Si se le agrega otro 3,2% recogido por pequeños partidos izquierdistas que no lograron representación parlamentaria, se llega un cuarto de electorado asumidamente marxista, un fenómeno insólito en Europa.

Comunistas y ex trotskistas sumaron el 25% en las europeas

La suma del electorado del Partido Socialista, de alrededor del 40%, con la de estos partidos marxistas convierte a Portugal en un país donde la izquierda, llamada 'moderna' y 'revolucionaria', suma el 65% del electorado.

El abanico político portugués, además de ser amplio, se presenta confuso. A pesar de su nombre, el PSD es miembro de la familia europea de los partidos populares, las dos tendencias existentes en el PS se debaten entre socialdemócratas y neoliberales, y el Centro Democrático Social (CDS) no es centrista, sino de derecha nacionalista.

Desde la democratización de Portugal, en 1974, el país ha sido gobernado por el PS y el PSD, con escasas diferencias en la práctica. Los politólogos han definido ambas formaciones como centrão (gran centro), que se han alternado en el poder durante 35 años.

Ante la escasa motivación de los tradicionales electores del centrão, han sido los pequeños y no los grandes temas los que han mantenido el ambiente caldeado en la campaña. Ferreira Leite optó por recurrir al argumento nacionalista para intentar revertir las encuestas a su favor y el 'fantasma español' entró en escena como condimento de la campaña frente a un Sócrates partidario de reforzar los lazos con el vecino.

Los socialistas orientaron su campaña a la disputa del voto con el PSD, pero tratando al mismo tiempo de concentrar el voto útil de la izquierda frente al auge del BE y el PCP resaltando los flancos progresistas de su gestión, como el combate contra la evasión fiscal, la simplificación del divorcio, el impulso y triunfo en el referéndum sobre el aborto y la ley de paridad de géneros.

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