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"Al caer el Muro, temíamos un baño de sangre en cualquier momento"

Walter Romper, ex alcalde de Berlín Oeste, fue quien de verdad animó a los berlineses del Este a cruzar el Muro, al pedir por TV a los occidentales: 'Por favor, recíbanles con los brazos abiertos

GUILLEM SANS MORA

 El socialdemócrata Walter Momper, de 64 años, preside el Parlamento del Estado federado de Berlín. Hace veinte años fue uno de los protagonistas de la histórica noche del 9 de noviembre. La apertura de las fronteras de la República Democrática Alemana (RDA) y la caída del Muro transcurrieron sin derramamiento de sangre. Momper, entonces alcalde de la parte occidental, había tomado todas las precauciones.

'Habría bastado con que perdiera los nervios un soldado de fronteras'

¿Desde cuándo esperaba una apertura de las fronteras?

El 29 de ocubre tuve una conversación con Günther Schabowski (número dos de la cúpula de la RDA). Tras la retirada de Erich Honecker, queríamos saber cuáles eran los planes de la nueva cúpula; cómo podíamos colaborar. Hablamos de asuntos generales de política y, al final, como de pasada, Schabowski añadió que pensaban aprobar una nueva regulación para los desplazamientos al extranjero. 'Un país moderno es impensable sin libertad de viajar', me dijo. Yo pensé: vaya, la idea llega un poco tarde. Pregunté cuándo entraría en vigor, y me dijo que antes de Navidad. Luego hablamos de qué supondría eso en la práctica, qué había que organizar para atender a los visitantes que vendrían el primer día.

¿Con cuánta gente contaban?

'Krenz, el sucesor de Honecker, había bendecido en mayo lo de Tiananmen'

Yo calculé que serían unos 500.000. Schabowski dijo que le parecía exagerado, porque sólo dos millones de ciudadanos de la RDA tenían pasaporte y necesitaban un tiempo para obtener el visado. Me aseguró que me iba a avisar a tiempo.

¿Y lo hizo?

No. El 9 de noviembre asistí a la entrega de un premio en la sede de la editora Axel Springer. Poco después de las siete se me acercó mi chófer para decirme que tenía que ir urgentemente al Ayuntamiento. Luego vino el redactor jefe del diario Berliner Morgenpost y me enseñó el teletipo urgente de la agencia alemana de prensa. Lo primero que pensé fue: ¿Por qué no nos avisó, como había prometido?

'Schabowski nos había prometido que nos avisaría, pero no lo hizo'

Lo que había pasado es que al leer el texto de la nueva regulación, Schabowski dijo por error que ya valía, cuando el Gobierno había previsto que no entrara en vigor hasta la madrugada siguiente. Usted intervino entonces en las noticias de la televisión occidental SFB, que veía clandestinamente mucha gente del Este. ¿Recuerda lo que dijo?

Primero mostraron la rueda de prensa de Schabowski, que nadie entendió, y luego me preguntaron qué me parecía. En ese momento, lo principal era dinamizar la situación. Podía ser que de repente Schabowski se desdijera. Y entonces dije: 'Este es el día que hemos estado esperando desde hace 28 años. Vivimos unas horas históricas y nos alegramos. Por favor, reciban a todos los visitantes con los brazos abiertos'. También dije que no tenían por qué venir todos el mismo día y que no lo hicieran todos con sus coches Trabant, sino que usaran transporte público.

¿Temía un baño de sangre?

'Nadie entendió su rueda de prensa y quise dinamizar la situación'

En mayo, Egon Krenz, el sucesor de Honecker, había bendecido los sucesos de Tiananmen y despertó la impresión de que, si en la RDA pasaba algo así, la reacción sería la misma. Desde agosto o septiembre temíamos que se produjera un asalto contra el Muro. El baño de sangre podía producirse en cualquier momento. Habría bastado con que un soldado de fronteras perdiera los nervios. En febrero habían matado al último fugitivo del Muro, y el miedo aún estaba ahí.

¿Se tomó en serio las palabras de Krenz?

Visto en perspectiva, la fecha clave fue el 9 de octubre, porque Berlín Este no hizo nada contra los manifestantes de Leipzig, que llegaron a ser 60.000. Reprimir esas manifestaciones hubiera supuesto una guerra civil. Pero el miedo de que algo podía pasar se mantuvo incluso hasta bien entrado 1990.

'El 9 de octubre fue clave: en Leipzig se manifestaron 60.000 personas'

¿Qué escenarios barajaba en caso de que hubiera violencia?

Calculamos que las tropas fronterizas necesitarían media hora para repostar munición en el cuartel junto al Museo de Pérgamo y que en ese lapso de tiempo la frontera no estaría protegida. Y si en ese momento en Berlín Este se extendía el rumor de que se podía saltar el Muro durante media hora, se hubiera producido una auténtica migración masiva y el tiroteo hubiera continuado. Nosotros no podíamos hacer otra cosa que preparar reservas de sangre, habilitar hospitales de emergencia, por ejemplo en escuelas, como en un plan de acción de catástrofes.

¿Hubo que improvisar?

'El miedo de que podía pasar algo se mantuvo hasta bien entrado 1990'

Los alemanes del Este no tenían dinero occidental y recibían 100 marcos de bienvenida para que pudieran comprarse al menos un billete de metro. Eso fue un enorme desafío logístico. Obligamos a los bancos y oficinas de correos a habilitar puntos de entrega de dinero, abiertos día y noche, pero también a las comisarías y parques de bomberos. Lo gracioso fue que los alemanes del Este no se lo gastaron y el dinero no volvía a la circulación. Al tercer o cuarto día, por la noche, tuvimos que traer siete toneladas de dinero en efectivo con un avión militar desde Fráncfort.

¿A qué hora salió usted del estudio de televisión para ir al Muro?

A partir de las 8, la gente empezó a apelotonarse frente a los pasos fronterizos. Eran cada vez más y discutían con policías de fronteras lo que había dicho Schabowski. Los policías decían que necesitaban un visado, pero ellos replicaban que Momper les había dado la bienvenida en televisión. A las 23.04 me llegó la noticia de que el paso de Bornholmer Strasse estaba abierto y la gente pasaba al otro lado.

'Calculamos que las tropas tardarían una media hora en tener la munición'

¿Qué imágenes recuerda de ese momento?

Una pareja joven lloraba y se abrazaba. Ella agitaba en el aire el carné de identidad azul de la RDA, y decía '¡qué locura, no puede ser cierto!' Muchos creyeron que las imágenes eran ficción. Entonces me fui al punto de control de Invalidenstrasse, que estaba a rebosar. Allí me di cuenta de que el Muro había caído. Intenté hablar con los policías, pero me rehuían, no sabían qué decir porque no tenían órdenes.

¿Logró dormir esa noche?

Poco. Me fui a casa a las tres o las cuatro y a las siete volé hacia Bonn.

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