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Irak vota bajo la amenaza de volver a la violencia sectaria

El primer ministro Maliki intenta lograr la victoria con un mensaje de unidad

PAU MIRANDA

Frágil. Inestable. Insegura. Estos son algunos de los calificativos que más se oyen y se leen con respecto a la situación de Irak cuando ya han empezado las votaciones de sus segundas elecciones legislativas, que tendrán su día culminante el domingo. En las calles de Bagdad se siente todo eso a pesar del relativo optimismo que parecía rodear estos nuevos comicios.

De la convocatoria a las urnas se espera que consolide una situación en la que el debate político parecía estar ganando la batalla al enfrentamiento armado, aunque los atentados de los dos últimos días, en Baquba y el jueves en la capital, parece que no ayudan a mantener el ánimo.

Los líderes suníes amagaron con un boicot por el veto a sus candidatos

Este jueves empezaron a votar cerca de 850.000 iraquíes, incluyendo personas enfermas o que están en prisión, así como cientos de miles de policías y soldados que el domingo tendrán que velar por la seguridad del grueso de la población.

Las tres bombas que explotaron el jueves en Bagdad iban dirigidas contra militares y policías, aunque, como es habitual, buena parte de las 12 víctimas mortales fueron civiles.

En total, son 19 millones los iraquíes llamados a los cerca de 50.000 lugares de voto en las 18 provincias del país. Las elecciones se plantean en un escenario que puede invitar a cierta esperanza sobre el futuro de Irak por la incorporación de los suníes a la contienda política y porque el debate político aunque a veces muy enconado parecía ir sustituyendo a la violencia sectaria. 'Sectarismo' es otra de esas palabras que aparecen en todos los análisis realizados antes de estos comicios.

El apoyo de la minoría kurda resultará decisivo para gobernar

La anterior cita electoral, a finales de 2005, dejó fuera a la minoría suní (cerca de una tercera parte de la población) y desembocó en una terrible oleada de violencia entre chiíes y suníes, que recientemente parecía haber dado paso a un mayor peso del debate político y a un importante descenso de la inseguridad.

Leer estos días los informes de observadores e instituciones especializadas es asistir a un desfile de complejas hipótesis que no pueden esconder una gran incertidumbre sobre qué pasará.

La posibilidad de que los grandes partidos fueran dejando atrás las adscripciones religiosas o étnicas era una de las grandes expectativas. El actual primer ministro, Nuri al Maliki, realizó una importante apuesta en este sentido al romper la coalición de fuerzas chiíes que le llevaron al poder y crear una nueva formación que pretendía superar las divisiones religiosas e incluso dar voz a los kurdos, que es la tercera facción en discordia en el país, en este caso por razones étnicas e identitarias.

La opción de la nueva formación de Maliki, el partido Estado de Derecho, fue cambiar el discurso confesional por uno más nacionalista, que defiende la identidad iraquí de todos.

Se esperaba que eso arrastrara al resto de los principales partidos y agrupaciones (hasta 86 se presentan a estas elecciones) a abandonar posturas basadas en el credo o el origen, pero la idea no parece haber calado.

El actual jefe del Ejecutivo no ha atraído a demasiadas figuras suníes o kurdas, y la otra gran opción en el bando chií, la Alianza Nacional Iraquí, parece seguir apostando claramente por un mensaje sectario.

Por si eso fuera poco, una maniobra de Maliki, propia de sus vecinos iraníes, acabó por descalificar a unos 150 candidatos por su presunta relación con el partido de Sadam, el Baaz, aunque eso se ha interpretado como un intento de frenar la participación de candidatos suníes. Los suníes amagaron entonces con repetir el boicot de 2005, pero finalmente decidieron presentarse y evitar su marginación política.

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