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"Ahora vivimos aún peor, tenemos la guerra en casa"

La población de la ciudad afgana de Marjah desconfía del Gobierno corrupto del presidente Karzai y de los soldados extranjeros que acaban de expulsar a los talibanes de la región

ANTONIO PAMPLIEGA

Una patrulla de 15 marines recorre las polvorientas calles de la ciudad afgana de Marjah, considerada el principal feudo talibán en la provincia de Helmand hasta hace sólo unas semanas, cuando pasó a manos aliadas tras una dura ofensiva bélica. Los aldeanos miran con recelo a estos soldados, que pasean por las principales vías pertrechados con cascos, chalecos, armas ligeras y cara de pocos amigos.

La tensión que transmiten los duros rostros de los marines cala en la población civil, que los ve como invasores y usurpadores. Sólo los más pequeños se atreven a acercarse a los regios soldados en busca de una golosina con la que entretenerse o de algún bolígrafo para luego garabatear algún pedazo de papel, porque escribir, para estos niños de la guerra, es una quimera.

En Marjah no hay luz ni agua corriente y los colegios llevan dos años cerrados

La operación Moshtarak (Juntos en dari, la lengua nacional afgana) para expulsar a los talibanes de Marjah empezó el 13 de febrero con la participación de 15.000 militares estadounidenses, británicos y afganos. Dos semanas después, se daba por concluida.

'La operación Moshtarak fue como la seda. Los marines entraron por el norte con vehículos y por el oeste por aire para poder acorralar a los talibanes y dejarles sin sitio para huir. Al principio hubo bastantes enfrentamientos. Las luchas fueron muy duras, pero los marines somos gente agresiva y conseguimos hacernos con el control de Marjah. Ahora el único problema que tenemos son los IED [siglas de artefactos explosivos improvisados] que colocan los insurgentes por la noche. Por lo demás, podemos afirmar que es una zona segura', comenta el capitán Matthew Andreu en la base que los marines han ubicado a las afueras de Marjah y desde donde se coordinan todos y cada uno de los movimientos.

Ahora ya no suenan disparos ni hay peligro de emboscadas. Marjah ha vuelto a ser una ciudad más de Afganistán; una radiografía perfecta de lo que es el sur del país: no tiene nada, no crece nada salvo el opio (de aquí sale el 40% de la producción mundial) y donde el único vestigio de modernidad son unos postes de teléfono, pero sin cables.

'Con los talibanes no teníamos nada, pero no vivíamos con miedo'

La población vive en la Edad Media, sin luz ni agua corriente, y la guerra les sonaba lejana: en ocho años no habían visto ningún soldado extranjero. Ahora la tienen en la puerta de sus casas y no les gusta.

'Los americanos han venido a matar a nuestros hijos. Disparan misiles contra la población civil. Nosotros no somos talibanes, somos agricultores que no hacemos daño a nadie. Sólo queremos vivir en paz. Vivir tranquilos. Como vivíamos antes de que ellos viniesen aquí', afirma Mustafa, un comerciante local que ha visto como su negocio perdía clientes debido a los cientos de miles de residentes que han abandonado Marjah por temor a la guerra.

El sentir de Mustafa no es aislado. La mayoría de los habitantes de esta ciudad espera con impaciencia el retorno de los talibanes. Muchos no creen en el presidente Hamid Karzai ni en su Gobierno. 'Seguimos como con los talibanes, pero con los americanos y con Karzai. Nuestra vida ha cambiado poco; se han ido unos para venir otros. Pero a estos últimos no les importamos absolutamente nada', afirma Ahmed, arropado por sus vecinos que afirman con la cabeza todos y cada uno de los comentarios de este afgano que ha perdido a un hijo por culpa de un bombardeo aliado.

'Hay que ofrecer una alternativa a los afganos', señala el capitán Anfreu

'Ahora vivimos peor porque tenemos la guerra en nuestras casas, porque nuestros hijos mueren por culpa de las bombas americanas y tenemos miedo a los suicidas. Con los talibanes no teníamos nada, pero por lo menos no vivíamos con miedo', añade Ahmed.

El sol se encuentra en su cenit y vierte sobre este pedazo de tierra toda su rabia y su ira. El calor empieza a apretar mientras el polvo de la carretera se eleva hacia los dominios de Alá haciendo irrespirable el aire.

Uno de los pocos vestigios de cultura que se pueden encontrar en Marjah es un antiguo colegio, actualmente ocupado por soldados estadounidenses. 'Hace dos años los profesores fueron expulsados a patadas de Marjah por los talibanes. Eso los que tuvieron suerte, los que se enfrentaron a ellos fueron asesinados. Las profesoras tuvimos que dejar de dar clase, nos obligaron a ponernos el burka y a quedarnos en casa para cuidar de nuestros hijos', recuerda Farah, que ahora da clases en casa a los niños del barrio.

A pesar de ello, en esta ciudad de mayoría pashtún nadie habla mal de los talibanes ¿será por miedo? y confían en que vuelvan lo antes posible. Su forma de impartir justicia rápida y, sobre todo, gratuita, a diferencia de la que imparten los corruptos jueces afganos es bien recibida por la mayoría de hombres de Marjah, que aceptan también sus estrictas leyes y la opresión a la que los fundamentalistas someten a las mujeres.

'Las tropas de EEUU han venido a matar a nuestros hijos', opina un tendero

Los miles de civiles muertos en bombardeos de la ISAF no están ayudando a ganarse la confianza de una población cansada de escuchar promesas que se las acaba llevando el aire. 'Tenemos que ofrecer una alternativa a la población civil, hacerles ver que su Gobierno ha venido a ayudarles', subraya el capitán Andreu.

El general Stanley McChrystal, máximo jefe militar de la ISAF, usó una frase muy repetida por los militares que se encuentran en Marjah: 'Debemos ganarnos los corazones y la mente de los afganos'. Pero la realidad es que no todos los afganos están dispuestos a entregar su corazón a los extranjeros.

Tras culminar la ofensiva bélica en Marjah, Estados Unidos se prepara para asaltar otros bastiones talibanes. Antes del verano, se prevé que miles de marines participen, de nuevo junto a tropas británicas y afganas, en una operación en Kandahar, la cuna de los talibanes y del presidente afgano, Hamid Karzai. Además, el Departamento de Defensa de EEUU anunció ayer que enviarán unos 2.500 militares de refuerzo al norte del país por el aumento de la presencia talibán en provincias como Kunduz, bajo mando alemán.  A diferencia del sur, donde la insurgencia ha sido muy fuerte desde el inicio de la guerra –hace más de ocho años–, el norte afgano era una zona relativamente pacífica hasta hace dos años. El Pentágono teme que el aumento de la violencia en esta parte del país afecte a la seguridad de las líneas de abastecimiento de la ISAF, que en verano tendrá casi 150.000 soldados desplegados.

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