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La izquierda francesa espera arrasar hoy en las regionales

El pacto entre socialistas, comunistas y verdes podría darles un triunfo aplastante

ANDRÉS PÉREZ

En la segunda vuelta de las elecciones regionales hoy los franceses no sólo decidirán sobre las asambleas que dirigen la ordenación territorial, ayudas a empresas, infraestructuras educativas, formación profesional y medio ambiente. Los votantes decidirán con su voto si retiran definitivamente los plenos poderes que dieron a Nicolas Sarkozy y a la derecha en 2007, y si atan al presidente de pies y manos, abriendo al mismo tiempo la carrera presidencial.

Todos los sondeos auguran una sonada victoria generalizada de la izquierda. La derecha confiaba ayer aún un poco en conservar sus dos regiones de la Francia europea, Alsacia y Córcega, y en arrancar una victoria simbólica en Guyana (Amazonía francesa) y quizá conquistar alguna otra región ultramar, hoy en poder de la izquierda, como La Reunión, en el océano Indico.

El partido del presidente ha intentado explotar el asesinato de ETA

Si logra estos objetivos, Sarkozy podría escudarse en esos puntuales triunfos para ocultar el tanteo global de votos, que se prevé abultado en favor de las fuerzas de progreso. El Partido Socialista, los grupos de la izquierda real y los ecologistas, coaligados en la mayoría de regiones, parten como favoritos, apoyándose en el 53,7% de votos obtenidos en la primera vuelta.

Pero lo que está en juego es mucho más que las mayorías en las asambleas regionales. En unos comicios marcados por la alta abstención, los franceses tienen en su mano enviar una señal al Ejecutivo de Sarkozy. Si pierde la mayoría de los gobiernos regionales, el conjunto de poderes locales quedará en manos de la izquierda, tras las elecciones municipales y departamentales de 2008 que también confirmaron mayorías rosa, rojo y verde. Eso paralizaría buena parte del programa de gobierno. La izquierda pretende hacer de los poderes locales un 'escudo social'.

La recta final de esta campaña de sólo una semana tras la primera vuelta del domingo pasado ha estado marcada por ese invitado sorpresa que fue ETA, y por el nerviosismo del Gobierno. La muerte de un policía francés a manos de un comando de ETA en la región de París el martes polarizó a los sarkozystas como un imán, haciéndoles retomar como argumento la seguridad, gran fondo de comercio que en 2007 permitió a Sarkozy 'aspirar' en su propias palabras al voto de ultraderecha.

La izquierda pretende hacer de los poderes locales un 'escudo social'

En su afán por explotar el incidente, el primer ministro, François Fillon, cometió el error garrafal. En un mitin habló del policía asesinado por ETA y se refirió también a otro policía 'muerto' en el este del país, a manos de una banda de vándalos. Problema: Ese agente herido en Epernay sigue vivo y lucha por sobrevivir. La precipitación de Fillon fue denunciada por los medios, que hablaron de 'pánico a bordo del buque Sarkozy' y, en el caso del diario Libération, de 'la instrumentalización'.

Los últimos días de campaña han estado marcados por la diferencia abismal de tono y de caras en la izquierda y en la derecha. La número uno del PS, Martine Aubry, la número uno del Partido Comunista, Marie-Georges Buffet, y la número uno de los ecologistas, Cécile Duflot, se exhibieron el jueves entre bromas y chistes en una de esas brasseries acogedoras, populares y sin pretensiones tan de moda ahora en París. Las tres líderes elogiaron ante la prensa el nacimiento de una nueva coalición, la 'izquierda solidaria', capaz de 'devolver la esperanza de una Francia más justa con una vida tierna para todos'.

Mientras, en la derecha se preparan ya para el día después de la esperada debacle electoral. Observadores de la prensa coinciden en un escenario, según el cual Fillon se dispone a presentar su dimisión el lunes, consciente de que lo mejor para él es abandonar el barco ahora. Sarkozy no la aceptará, consciente de que lo mejor para él es que el primer ministro aguante y como dijo en su día 'desgastarlo hasta las costuras'. El gran rival de Sarkozy en la derecha, el ex primer ministro Dominique de Villepin, se dispone a lanzar un partido. Y el otro gran felón, Jean-François Copé, jefe de la mayoría parlamentaria sarkozista, se apresta a saltar a primer plano para presentarse como pieza de recambio de una derecha que duda.

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